La cocina de Viena Directo

con-las-manos-en-la-masaAlrededor de 4000 artículos, dan casi seismil folios. ¿No tienes curiosidad? Échale un vistazo a la cocina de Viena Directo

29 de Septiembre.- El otro día, hacienda cuentas, me di ídem de que había escrito alrededor de 4000 artículos para Viena Directo (ha habido épocas en las que incluso escribía un articulillo a mediodía y el artículo principal luego, por la tarde). Si consideramos que la extensión media de un artículo es de folio y medio poco más o menos, esto significa que he escrito unos seismil folios lo cual vendría a ser, si me tomase el trabajo de imprimirlos, una pila de unos tres cuartos de metro de papel.

A lo largo de este tiempo, muchos lectores me han preguntado a propósito de los pormenores puramente físicos y técnicos de escribir Viena Directo.

Principalmente, sobre cómo se me ocurren las ideas para tanto texto (“con mucha dificultad, señora”, que dijo aquel). Yo tengo que reconocer que me beneficio de una facilidad que otros me envidian y es que, una vez tengo el tema, escribir un post de Viena Directo (ese folio y medio diario) suele llevarme entre veinte y cuarenta minutos.

Eso sí, si bien normalmente lo de que se me ocurran ideas es (gracias a Dios) una cosa relativamente fácil, también es verdad que hay algunos días en que la cosa cuesta (sí: a mí también se me ha ocurrido el paralelismo existente entre mis ciclos literarios y mis ciclos intestinales). Para esos casos hay diversas triquiñuelas (son años de entrenamiento). Suele funcionar lo de irme por ahí a pasear y luego, al cabo del rato, volver a sentarme. Y ya, en casos desesperados, les mando unos guasaps a mis amigos L. o J. Y ellos, que son pozos de ciencia ambos y me conocen bien, pues me suelen dar esa hebra de la que tirar para hilvanar un artículo. También, por supuesto, la gente me da muchos temas, porque saben que los busco. Me presentan a gente que luego, de una forma o de otra, termina saliendo en los artículos o, directamente, me mandan links para que copie o incluso me prestan o me regalan libros; para esto yo soy bastante agradecido, y verán mis lectores más atentos que, con alguna frecuencia, le dedico el artículo a quien me ha dado la idea para escribirlo.

¿A mano o a máquina? Pues depende: a mí, personalmente, me gusta escribir mis cosas a mano, porque ya le tengo cogido el punto y porque, de alguna manera, le da al texto un sabor que no tienen los artículos escritos directamente con el ordenador. Por ejemplo porque, como yo escribo muy rápido a máquina (aprendí mecanografía cuando aún las máquinas tenían las tripas de metal) mecanografío a la misma velocidad que pienso, y eso a veces hace que los textos me salgan más largos de lo que yo estimo que dura la paciencia de un lector medio. También para esto tengo algunas manías: me gusta escribir en cuadernos de tamaño cuartilla que no dejo tocar a nadie más (la cosa llega a un extremo tal, que mi sobrina, estas vacaciones, me pidió una hoja y yo le compré un cuaderno entero) y no me gusta arrancar las hojas. Y si las arranco, que ya digo que lo hago solo en condiciones excepcionales, doblo los cadáveres  por la mitad y las guardo en el mismo cuaderno. El cuaderno tiene que ser de cuadritos y sin margen y, por supuesto, escribo solo con bolígrafos baratos, de los de publicidad. Siempre con el mismo bolígrafo hasta que se le gasta la tinta, y entonces busco otro (durante mucho tiempo -ironías de la vida- escribía siempre con bolígrafos de la Cruz Roja de Austria o del FPÖ, que eran muy buenos).

Generalmente, eso sí, cuando un artículo está terminado, lo recorto para que quepa, sin perder el sentido, en el menor espacio posible. En esto, mi máxima es: “si dudas, tacha”. Sobre todo para los blogueros primerizos lo digo, creo que fijarse una extensión ayuda mucho, sobre todo para los que, como me pasa a mí, no cuentan entre sus fortalezas la capacidad de síntesis.

¿Cuál es el sitio más raro en el que he escrito el blog? Bueno, pues ha habido unos cuantos: por ejemplo, en un cibercafé de la isla griega de Mikonos. Ahí, hubo que hacer una faena de aliño, porque internet costaba un ojo de la cara (como todo en esa bendita isla) y solo había 20 minutos para escribir el artículo (es en lo que más se tarda), elegir la foto y publicarlo todo. En aquellos entonces, Viena Directo no estaba en Facebook, pero ahora no hubiera podido ser, porque publicar el artículo en Facebook lleva entre tres y cinco minutos y claro: la maquinita se hubiera tragado los cinco euros. Aunque también tengo que decir que ahora, cuando me voy de viaje, dejo artículos programados, cosa que también me sirve de descanso. Aunque siempre son de archivo porque yo, hasta ahora, trabajo sin red. O sea: no tengo artículos de reserva escritos ni ideas de reserva.

Me encanta esta sensación que voy a tener exactamente dentro de treinta segundos cuando, al poner el punto final, no tenga ni puñetera idea de cuál va a ser el tema del post de mañana.


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