Fragmentos de una conversación

Vivimos en una época fascinante. Hoy, un enfermo refugiado en Viena nos ayudará a entender por qué y a hacernos preguntas al respecto.

17 de Octubre.- Estoy convencido de que vivimos en una época fascinante. En doscientos años, cuando las teles (o lo que quiera que las suceda) hagan series como “El Ministerio del Tiempo”, este principio del siglo XXI será una de las épocas preferidas para ambientar los episodios.

Desde que, hace veinte años, se generalizó el uso de internet, las capacidades tecnológicas de la Humanidad entera han aumentado exponencialmente y de manera rapidísima, en todos los terrenos imaginables y no es arriesgado decir que, si todo va como parece, dentro de diez años a lo sumo estaremos conviviendo, como consumidores, con formas más o menos avanzadas de inteligencia artificial.

No es ninguna tontería comparar internet con un gigantesco cerebro global en el que las neuronas (cada uno de nosotros) realiza procesos de acuerdo con sus capacidades y de acuerdo con la esquina que ocupa en el mundo.

Naturalmente, una de las funciones del cerebro, la fundamental quizá, es el pensamiento y pensar es, ante todo, conversar con uno mismo. El gigantesco ente inteligente del que nosotros formamos parte, casi como si de un juego se tratara, sin darnos en realidad cuenta de la importancia de lo que hacemos todos los días, conversa consigo mismo de una manera muy rápida, muy compleja y, al mismo tiempo, muy superficial, mandando pulsos que recorren en cuestión de horas toda la superficie de la red convirtiendo en globales (y fungibles) fenómenos que antaño tenían un impacto mucho más duradero y profundo. La conversación global se canaliza a través de las redes sociales. Principalmente, de tres: Facebook en lo que podríamos llamar el bloque mundial capitalista-democrático; Vk.com, en el bloque ruso semiautoritario y Renren en la china comunista.

Naturalmente, no todas las personas piensan y conversan sobre todas las personas y sobre todos los temas.

Al objeto de poder hacer abarcable la inmensa catarata de la conversación global, esta tiene que ser parcelada. Las neuronas (nosotros) se especializan y se agrupan en constelaciones y, en este proceso de parcelación, en el cual entran en conflicto dos conversaciones, la global y la específica, se producen roces y conflictos.

Es sabiendo esto como hay que leer algunas noticias. Por ejemplo esta: este fin de semana, una persona con una enfermedad mental, un refugiado sirio (nótese la categorización: “refugiado” y “sirio”) perturbó la calma pública en un barrio popular de Viena, subiéndose al techo de un tranvía y luego tendiéndose en la vía al paso del convoy. Por supuesto, y salvo para sí mismo, en ningún momento hubo peligro ninguno. El hombre fue retirado de la circulación (en ese caso literalmente) por la policía, que le llevó a un hospital, en donde sigue, porque hay riesgo de que la enfermedad que padece le lleve a suicidarse. Alguien, un pasante, grabó el incidente con un teléfono móvil (las cámaras de los móviles son el ojo omnipresente de ese cerebro que conversa consigo mismo) y, naturalmente, las redes ardieron.

El flujo se remansó en el espacio de Facebook del FPÖ. Naturalmente, la parcelación de la conversación implica que las neuronas del cerebro global se agrupen en constelaciones de neuronas afines. Los simpatizantes del FPÖ son muy afines entre sí (aunque solo sea por la reducida versatilidad de sus neuronas) y el FPÖ, naturalmente, por la cuenta que le trae, trata de forzar esa afinidad hasta el límite de lo posible. Una de las maneras que el FPÖ tiene de potenciar la afinidad entre sus seguidores y con la organización es limitar en lo posible el contacto de sus simpatizantes con otras formas de opinión. En Facebook es fácil: borrando los comentarios a una determinada noticia siguiendo un patrón establecido. Así, los administradores de la página de Facebook del FPÖ, según parece, borraron todos los comentarios con relación a esta noticia contrarios a lo que podríamos llamar la imago mundi del FPÖ, pero mantuvieron aquellos que van de acuerdo a su línea editorial, incluyendo llamamientos a la violencia contra los refugiados. Este hecho ha provocado protestas desde la conversación global, la externa a la organización.

Todas las entidades hacen lo mismo, claro: es fácil darse cuenta de que en un foro de seguidores del Fútbol Club Barcelona, sería “baneado” o silenciado cualquier comentario que dijese que Cristiano Ronaldo le da sopas con honda a cualquier jugador blaugrana. Pero claro, el fútbol, aunque el Barça sea más que un club, es el fútbol, y la política…¿Hasta qué punto tiene el deber una entidad como un partido político a garantizar que las conversaciones entre sus simpatizantes deban ser neutrales y encajar (más o menos) en una conversación global que funciona según unas reglas homologadas de empatía, respeto y racionalidad? O mejor ¿Hasta qué punto tiene el deber de garantizarlo en internet si en la vida “física” no lo garantiza? En el caso del FPÖ, sobre todo en sus alas más extremas, no puede haber una conversación de estas características, porque el modus operandi del FPÖ como interviniente en el debate público consiste, básicamente, en sustituir el discurso racional por un constructo que apela a lo emocional y al estereotipo, y en el que se utiliza constantemente cualquier incidente nimio, como este, para convertirlo en una enmienda a la totalidad utilizada con fines propagandísticos.

Naturalmente, los simpatizantes más acérrimos del FPÖ tienen sus opiniones (pochas, caducadas, generales, no presididas por la sofisticación) pero ¿Y si no dan más de sí, los pobres? ¿Se puede integrar en la conversación normal a quien no quiere o no puede integrarse?


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