La apasionante vida de Lise Meitner (1)

arte-contemporaneoEchamos hoy un vistazo a la biografía de una vienesa menos célebre quizá de lo que merece. Quizá porque fue mujer en unos tiempos dificilísimos: la físico Lise Meitner.

Para Jaime Muñoz, en agradecimiento por su gentileza

28 de Octubre.- En España somos relativamente aficionados a cambiar el nombre de las calles de acuerdo con los vaivenes políticos o, simplemente, del gusto. No así en Austria, en donde puede más el sentido práctico y saben que, cambiar el nombre de una calle, resulta en una buena porción de inconvenientes enfadosos, ya que todos los habitantes de la calle y los negocios tienen que cambiar su dirección postal, sus razones sociales, etc.

La calle en donde empieza nuestra historia de hoy, ha tenido tres nombres en los últimos 150 años. En 1878, cuando empieza nuestro relato, se llamaba Kaiser-Franz-Josef-Strasse, más tarde, cuando nuestra protagonista hacía ya años que se había mudado, en 1919, la Viena republicana cambió el nombre a Heinestrasse, por el poeta alemán que pasa por ser uno de los últimos del romanticismo; así se llamó muchos años, hasta que los nazis, en 1938, se anexionaron Austria (sin gran esfuerzo, por cierto) y le cambiaron el nombre a la Heinestrasse por otro que les pareció más apropiado, el de Georg von Schönerer, uno de los profetas del pangermanismo y uno de los ídolos del joven Adolf Hitler (en detalles como estos se nota que el pelotilleo al jefazo es consustancial a los regímenes autoritarios; en España tenemos no pocos ejemplos, El Ferrol se llamó „del Caudillo“ hasta que llegó la democracia y Quintanilla se sigue llamando, si yo no me equivoco „de Onésimo“, por Onésimo Redondo, destacado falangista). Es probable que nuestra protagonista, sin embargo, no parase demasiada atención al vaivén de nombres de la calle en que nació, porque, habiendo visto la luz del mundo en una familia judía (aunque convertida más tarde al protestantismo) más ocupada estaría en sobrevivir que en estas cuestiones municipales. Por fin, terminada la guerra mundial, volvió la calle a ser de Heine pero ya nuestra protagonista no lo sabría, porque había dejado de vivir en Viena y era una respetabilísima científico de talla mundial.

Me estoy refiriendo a la físico nuclear Lise Meitner, la cual nació en Viena en 1878 y que, aparte de ser una físico eminente fue, además, una pionera de la igualdad entre hombres y mujeres, porque la señora Leitner fue la segunda mujer überhaupt en doctorarse en física por la Universidad de Viena.

Como decía más arriba, Lise Meitner nació en la entonces Kaiser-Franz-Josef-Strasse en 1878. Era la tercera hija de un abogado de ascendencia judía y procedencia checa, el cual tenía pueso bufete en esa calle (aunque luego, según fue prosperando, mudó el negocio a una dirección de más postín).

Como solía suceder en las familias judías de la época (y en todas las épocas, no hay más que ver, por ejemplo, la familia de Santa Teresa de Ávila), el señor Meitner estuvo siempre muy preocupado no solo de la propia formación sino también de las de sus hijas. Él mismo, por cierto, fue en su tiempo un reputado ajedrecista y ha quedado para los anales una partida que disputó en 1872 y que aún se estudia en el ajedrez clásico.

O sea, que los Meitner llevaban „en los genitales“ el tema de darle vueltas a la pelota para resolver misterios (de hecho, un sobrino de Lise Meitner, el hijo de su hermana mayor, Otto Robert Frisch, también fue un destacado físico).

Lise Meitner fue educada en la religión protestante, pero no se bautizó hasta 1908. Ya desde el principio de su formación se tuvo que enfrentar a las trabas que la sociedad le ponía a las mujeres. Como a las chicas les estaba vetado ir al Gymnasium y, por lo tanto, prepararse para la Matura, Lise Meitner se tuvo que conformar en principio con ir a una de las llamadas Bürgerschulen (equivalentes a las Handeslakademie actuales, por lo que me he estado informando). Cuando terminó, se sacó el título de profesora de francés. Aprobó, claro, pero mientras tanto se preparó por libre la Matura y se la sacó a la edad de 22 años, en 1901. A esa edad, algo tardía para los estándares actuales, Lise Meitner empezó también sus estudios en la Universidad de Viena (la augusta casa junto al Ring), estudios que fueron de Matemáticas, Física y Filosofía (entonces no había ninguna contradicción en esta constelación y hoy tampoco, ya que, de alguna forma, todas las ciencias son hijas de la filosofía en mayor o menor medida). Ya en estos años, Meitner empezó a estar intrigadísima con las quisicosas de los átomos y a interesarse por la radioactividad. Alumna ejemplar (de las que diríamos „a curso por año“) Meitner terminó la carrera en 1906 y se doctoró con un trabajo sobre „La circulación del calor en los cuerpos homogéneos“. Ya doctora, „echó un currículum“ en el laboratorio de Marie Curie pero, como se suele decir (en España) „no la cogieron“. Trabajo no le faltó, no se vayan a creer mis lectores, porque empezó pronto en el Instituto de Física Teórica de Viena.

Sin embargo, pronto se le quedó pequeño el puesto y, dispuesta a beberse el conocimiento de las mejores fuentes a su alcance, se marchó a Berlín para seguir con su formación: su objetivo, escuchar al mismísimo Dios Padre de la Física (cuántica, por lo menos) el alemán Max Planck.


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