La apasionante vida de Lise Meitner (2)

de-coloresLa ciencia ha sido y es un trabajo muy mal pagado. A Lise Meitner no la movía el dinero, sino una vocación a prueba de bombas (como se verá en este capítulo)

30 de Octubre.- Estamos en 1907, en ese año, Lise Meitner pisa por primera vez Berlín deseosa, ante todo, de aprender. La Alemania de finales de la Belle Epoque es un país ferozmente conservador y reaccionario, y las mujeres, según la concepción de esa sociedad, solo pueden tener dos cometidos: casarse para ser los ángeles del hogar o, siendo solteras, ser bonitos cebos para pescar un marido que las mantenga.

Lise Meitner, sospecho, no debía de encajar mucho en ese papel. Cuando llega a Berlín, empieza a frecuentar el Chemisches Institut y allí conoce al químico Otto Hahn, con el que colaborará durante los siguientes treinta años. Meitner trabaja con Hahn gratis (él tampoco cobra, por cierto) en lo que había sido un taller para trabajar de madera, en las instalaciones de la Universidad Friedrich-Wilhelm.

Como en esa época, está prohibido en todo el estado de Prusia que las mujeres estudien, Lise Meitner tiene que entrar en el edificio por la puerta trasera y no puede pisar ni las aulas en donde estudian sus compañeros varones ni participar en los experimentos con ellos. La prohibición y, por lo tanto, la necesidad de Lise Meitner de estudiar „de contrabando“ dura hasta 1909.

Entretanto, Hahn descubre un método mediante el cual descubren diferentes nucleidos (isótopos, isóbaros, isótonos e isómeros; probablemente a mis lectores les sonarán más los primeros si se han hecho alguna prueba de las llamadas „de contraste“; para obtener mayor „contraste“ en las imágenes radiológicas, se le inyecta al paciente un isótopo radioactivo hidrosoluble, generalmente de yodo o de bario porque son los que mejor tolera el organismo, para poder diferenciar en la imagen radiológica estructuras que de otro modo no se verían).

Debido a estos éxitos, Lise Meitner se va haciendo un nombre en el reducidísimo medio de los científicos que se interesan en las estructuras subatómicas, conoce a Albert Einstein y a Marie Curie personalmente y se convierte en la asistente (no oficial) de Planck.

A partir de 1912 las condiciones de trabajo de Lise Meitner mejoraron un poco. Le permitieron ser miembro del Instituto de Química en el que trabajaba, pero de pagarle, nada, ni un marco. Así continuó la cosa hasta el principio de la primera guerra mundial, la cual, como todos sabemos, iba a cambiar la historia del mundo para siempre.

Parece ser que, lo mismo que sus compañeros de trabajo, Lise Meitner se contagió de la euforia que desencadenó en Alemania el inicio de las hostilidades y parece que también, en Abril de 1915, observó personalmente los efectos del uso de las armas químicas en los soldados aliados. Era el primer ensayo y tuvo unas consecuencias trágicas: 5000 soldados aliados murieron en las trincheras de Ypres y otros 10.000 quedaron fuera de combate.

A pesar de esto, Lise Meitner no estuvo empleada durante la guerra mundial en la fabricación ni el desarrollo de armas químicas, sino que, entre 1915 y 1916 se formó como enfermera y trabajó (no podía ser de otra manera) de ayudante de radiología. En 1916, el mando común austro-alemán debió de decidir que Meitner y Hahn eran demasiado importantes para arriesgarse a perderlos y el alemán y la austriaca volvieron a trabjar juntos en Berlín.

Tuvo sin embargo que llegar el fin de la guerra en 1918 y la República de Weimar para que Lise Meitner tuviera, por fin, un sueldo como Dios mandaba. Los tiempos habían cambiado mucho desde que el Káiser Guillermo (un desequilibrado mental marcado por los complejos de tener un brazo inútil) regía los destinos de Alemania. La escasez de hombres había hecho que las mujeres conquistasen un espacio en la sociedad, y Lise Meitner no fue una excepción. En 1922 tuvo, por fin, derecho a la docencia y en 1926 se convirtió en la primera profesora de Física de una una universidad alemana.

Sin embargo, la racional profesora Meitner pronto tendría que enfrentarse a unos tiempos que no iban a tener nada de racionales. Siete años después de convertirse en la primera mujer autorizada a enseñar física en Alemania un paisano, Adolf Hitler, se convirtió en canciller de Alemania y empujó a su país adoptivo y, con él, al resto del mundo, a una espiral de sangre y barbarie a cuyas consecuencias Lise Meitner no iba a ser ajena.


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