¿Para qué sirve un “Bundespresi”?

fischerEn la facultad de Derecho de la Uni Wien un grupo de expertos se ha hecho una pregunta con miga ¿Necesita Austria un presidente?

13 de Noviembre.- En estos días se ha celebrado en Viena una curiosa charla coloquio. En la facultad de derecho de la Universidad de Viena se ha sentado un grupo de expertos legales y se ha hecho la siguiente pregunta ¿Hace falta un Bundespresi en Austria?

La pregunta tiene miga y no es tan tonta como pudiera parecer a primera vista. El día 8 de Julio, Heinz Fischer, el último Bundespresi de EPR abandonó su cargo, después de los dos periodos a los que la ley austriaca le autorizaba. Y, desde entonces, por las razones de todos conocidas, Austria no tiene jefe de Estado. Bueno, sí que tiene (un trío de ases, que son los presidentes del parlamento, uno de ellos, a su vez, candidato a la presidencia) pero sus funciones están tasadísimas por la ley y solo hacen, como todos los interinos, lo estrictamente necesario.

A pesar de esto, dicen algunos, el país sigue funcionando a la perfección. No ha habido ningún cataclismo grave en la vida administrativa de la República Austriaca, los tranvías siguen rodando por la Ringstrasse, los japoneses siguen parándose delante de la casa de las Mayólicas, en el Naschmarkt, y siguen haciendo fotos que, de mejor calidad, podrían encontrar en cualquier otro libro o en internet; los políticos de la ultraderecha siguen con su racismo de baja intensidad (o de alta intensidad, según tengan el día), los políticos verdes siguen dedicándose a lo que debería ser y no a lo que es, la coalición que gobierna el país sigue queriéndose y odiándose como en los buenos tiempos del dúo pimpinela y los Neos…Bueno, los Neos no hacen más que tirar penaltis sin conseguir nunca colar en la portería un balón a derechas.

Bueno, eso es verdad, pero eso no es del todo verdad, dicen los expertos.

Naturalmente, el presidente de Esta Pequeña (pero saladísima) República, tiene unas funciones que, si el cargo no existiera, alguien tendría que realizar (de la misma manera que el Rey, nuestro Señor, Don Felipe uve palito, tiene unas funciones que, si España fuera una República, alguien tendría que hacer).

Por un lado, en política exterior, es el presidente el que, por ejemplo, firma los tratados de todo tipo concertados entre Austria y otras naciones; es él, por ejemplo, el que declara la guerra (Dios no quiera que lo tenga que hacer), representa a Austria en aquellos actos en los que el país tiene que estar representado (muchos de ellos protocolarios, pero que son necesarios para que Austria siga teniendo presencia a nivel internacional); el presidente encabeza también delegaciones diplomáticas y comerciales austriacas en el exterior (por ejemplo, una de las últimas misiones de Fischer fue una delegación comercial para abrir mercados a la economía austriaca); también están a su cargo horas y horas de lo que podríamos llamar „diplomacia paralela“ o sea, que él, como Jefe del Estado puede entenderse de igual a igual con otros jefes de estado . Vale, dicen los expertos, podríamos cancelar el cargo pero esas funciones que el Presidente de la República hace (lo mismo, repito, que el rey Felipe uve Palito) las tendría que hacer alguien.

¿Sería una solución que, como sucede en este momento, esas funciones recayesen en los tres presidentes del Parlamento? Pues parece que no. Por dos razones: en primer lugar, porque esas personas ya tienen cargos que, de por sí, implican unas funciones y, por otro, porque, naturalmente, las decisiones, ciertas decisiones, como por ejemplo los nombramientos, son mucho más fáciles de tomar si dependen solo de una persona que si tres personas (cada una de su partido y cada una de su padre y de su madre) tienen que ponerse de acuerdo. Por no hablar de que la Constitución Austriaca le da al „Bundespresi“ muchas potestades que, aunque no se han usado, o se han usado poco, pueden tener una enorme importancia en la vida política del país. Verbigracia: el Presidente de la República puede mandar al Gobierno a su casa y pedir que se forme uno nuevo si no le gusta lo que el Gobierno hace.

Por otro lado, en tanto que la jurisprudencia y la tradición han ido consolidando al Presidente del Gobierno como una especie de instancia moral, en la medida en que los Presidentes, hasta ahora, han hecho poco uso de prerrogativas que podríamos llamar „fuertes“, el cargo actúa como una especie de contrapeso para la figura del canciller, que sin un límite por arriba, quizá tuviera tentaciones de ejercer un poder demasiado incontrolable y demasiado invasivo en las otras instituciones del Estado.

Alguno de los tertuliantes respondió que, hasta ahora, los presidentes, han sido, de cara al exterior seres bastante morigerados y aburridos. A lo cual uno de los ponentes contestó que, en un mundo como el que vivimos, generar un poco de aburrimiento y de tranquilidad a lo mejor no está tan mal.

Si el presidente es un somnifero, quizá esté bien que así sea: los somníferos también tienen su función“.


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