Generalmente, cuando se habla de modelos, se habla de chicas. En este campo, los hombres estamos muy discriminados. Y se tiene que acabar.
17 de Noviembre.- Ahora, con las navidades, los fotógrafos del mundo tenemos un pico de trabajo, porque siempre surgen personas que, para sí mismos o para sus seres queridos, nos encargan retratos (de ellos mismos o de las personas que ocupan un lugar de privilegio en sus vísceras cardíacas). Por cierto, yo todavía tengo algunos huecos en la agenda, así que si aún no has decidido con qué vas a sorprender a tu familia o amistades en estas fechas navideñas, ya sabes: ponte en contacto conmigo y hablamos. Una sesión de fotos de calidad es un lujo a tu alcance.
Cuando uno se pone a hacer fotos, naturalmente se pone a mirar a “la competencia” y hay algunas cosas que llaman la atención.
A poco que se pare uno a examinar el tema se da cuenta de que la competencia suele agruparse en foros o grupos de Facebook en donde se buscan modelos o los modelos buscan fotógrafos, o se publican las fotos de las que uno está más orgulloso (yo lo hago poco, por cierto, porque me gusta respetar la privacidad de la gente que se pone delante de mi cámara y, qué caray, para esto también tengo un blog tan hermoso).
Mirando estos grupos llenos de brillantes talentos, uno se acuerda de una anécdota que le sucedió en Cuba. Estaba yo en La Habana con una buena amiga y esta amiga se encaprichó de un cuadro (fue en una tienda cerca de la Plaza de La Catedral, no se me olvidará). El cuadro representaba un desnudo femenino muy artístico, iluminado casi a contraluz. Mi amiga se acercó al dependiente, un señor de mediana edad (si consideramos que la vida humana puede extenderse hasta los 120 años, claro) y le preguntó si no tenía un cuadro que representase un desnudo masculino para hacer una pareja. El señor, con un habano en la boca (más tópico imposible) se echó a reír con una carcajada asmática y le dijo en pocas palabras que, para hombre (si bien algo baqueteado por la vida y las fatigas de la revolución) ya estaba él para lo que ella quisiera mandar (los cubanos son unos flirteadores incorregibles); acto seguido, le dio a entender que en Cuba lo único que podía ser oficialmente hermoso era la hembra de la especie humana (tremenda mulata) y que, por lo tanto, los varones que no fueran el Che, Fidel o Compay Segundo no se merecían por lo general ser perpetuados sobre un lienzo (a pesar de que, sobra decirlo, y algunas folklóricas españolas así lo han demostrado, hay hombres cubanos que dejan en muy buen lugar a nuestra especie).
Así, si un extraterrestre mirase los grupos de fotógrafos más corrientes en Austria podría sospechar que solo las mujeres están autorizadas a ser hermosas y, por lo tanto, objeto de la atención de los profesionales del objetivo (aunque en algunos casos uno piensa que mejor que no hubieran sido objeto de tales atenciones, dado el tratamiento, próximo al calendario de Samantha Fox que no podía faltar en ningún taller mecánico, que tienen algunas imágenes).
Lo cierto es que, en Austria o en el mundo en general, hay pocos fotógrafos “de caballero” (quizá también porque vivimos en una sociedad machista que es tan machista como la sociedad cubana). Yo encuentro, sin embargo, y sin que ninguna chica se me ofenda, que es muy cómodo trabajar con hombres y que nosotros, los chicos, estamos generalmente muy desatendidos. En las bodas, por ejemplo, la protagonista suele ser la novia, y todo está orientado a que ella luzca hermosa (y los fotógrafos, naturalmente, tenemos el deber de documentar la perfección de la industria textil y cosmética ha alcanzado en el ramo nupcial). Es solo una de las situaciones corrientes en las que los chicos nos vemos ignorados.
Como fotógrafo, he aquí algunas ventajas que se me ocurren a la hora de fotografiar a sujetos del sexo masculino: en primer lugar, como no están tan sujetos al bombardeo constante de los medios, no llevan desde los doce años practicando poses delante del espejo. Esto quiere decir que son, por lo general, más naturales que las chicas (una vez les quitas, claro, la manía de poner el pulgar arriba, en plan emperador romano o el de poner los dedos en tijera, gesto que es, a los chicos, como el de poner los labios en trompita a las chon…Digo a las modelos femeninas).
Otra ventaja es que no tienen ideas preconcebidas sobre su apariencia (aunque esto, debido al soplo de aire fresco que ha traído la liberación gay, está cambiando mucho y muy rápidamente). O sea, que son más libres y se dejan llevar más, te dan más confianza como fotógrafo y ponen menos oposición. Todo es más fluido. Sí que es cierto que, dado que los chicos empezamos a ser también objeto de los abordajes de la industria cosmética y que ha cundido una epidemia cuyos síntomas son parecerse a Cristiano Ronaldo (ese ser, Dios mío, esas cejas depiladas, ese no respirar para marcar abdominales) hay un sector del público masculino que ya se está estropeando y están adquiriendo ciertos tics absurdos que, antiguamente, asociábamos a los chuloplayas que vigilaban los coches de choque en las ferias.
Sin embargo, por suerte, no todo el mundo es así, como el modelo que ha tenido la bondad de posar para mí en las fotos que ilustran este artículo: Álvaro, un auténtico chico Viena Directo.
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