¿Nos estamos volviendo psicópatas? ¿Qué consecuencias tiene el acceso casi inmediato a la información? ¿Qué consecuencias tiene que no nos den tiempo a reflexionar sobre lo que vemos?
20 de Diciembre.- el otro día hablaba yo con mi amigo, el Sr. Utrilla (entre los diseñadores de producción, la octava maravilla) que internet ha cambiado nuestra manera de consumir la realidad y su relato hasta forzar la cosa al límite de lo humanamente posible.
El modo en el que las noticias saltan a las redes hace que, inevitablemente, confundamos el ritmo de difusión con el ritmo en el que se producen los acontecimientos. Tuvimos otra muestra ayer a raíz del atentado terrorista en el mercadillo de navidad de Berlín. Nada más publicar yo el artículo de ayer, leí las primeras noticias en Facebook, que seguían a las del cruel asesinato del embajador ruso en Ankara.
El ritmo de la demanda de información (lógico, por otra parte, dado lo impactante del asunto) hizo que, al detenerse a una persona en las inmediaciones del lugar de los hechos, las piezas encajaran para esa masa de ojos ávidos de la que todos formamos ya parte y que fuera acusado del crimen alguien que después ha sido declarado inocente. Afgano, más refugiado más atentado y… ¡Voilá! No solo tenemos un culpable, sino que, además, la noticia ha sido aprovechada por Alternative für Deutschland y el no menos dudoso Nigel Farage (entre otros) para un politiqueo que desprende a kilómetros el tufo de un regodeo racista, impío y asqueroso.
La velocidad a la que los acontecimientos se difunden tiene, además, otra desventaja. Para las personas de estos principios del siglo XXI todo sucede como si nos sucediera a nosotros (“en primera persona” que dicen las Marilós Monteros) y nos pasara delante de la puerta de casa. La consecuencia más directa de todo esto es que vivimos acosados por una sensación de peligro constante e inminente que es ABSOLUTA y ROTUNDAMENTE FALSA pero que crea un ambiente de miedo y de ansiedad que los malos, los lobos esteparios que andan sueltos, aprovechan para sus fines. Yo conocí a una persona, una vez, de la que todos decíamos que, si los demás vivíamos en una comedia de Tom Hanks, esta persona vivía en una ópera de Wagner. La Humanidad, en esta parte del mundo, se ha convertido en algo parecido, en un manojo de pasiones incontrolables, intensísimas, pero que le duran tres minutos. Lo que tardan en ser sustituidas por otras sensaciones.
Nos hemos encallecido tanto que saltan a los medios (especialmente en España) cosas que antaño el más elemental respeto, el decoro, o simplemente la Humanidad, vetaban. La sociedad se ha vuelto cada vez más psicópatica.Y esto viene a cuento por el tratamiento que los medios han dado a la otra noticia de ayer: la del asesinato del embajador ruso en Ankara y que me ha recordado a otra: la del hallazgo de los pobres desplazados muertos en el camión frigorífico, coincidiendo con el inicio de la crisis de los desplazados de Siria.
Ningún medio austriaco, menos el Kronen Zeitung (lo cual da la medida de lo que es el Kronen Zeitung) publicó fotos del interior del camión ni de los cadáveres. La historia ha vuelto a repetirse. Como no podía ser de otra manera, el Kronen Zeitung ha sido el único medio austriaco que ha publicado el vídeo del asesinato del embajador. Absolutamente redundante, innecesario y que no aportaba nada a la noticia más que satisfacer las pasiones más bajas de un cierto tipo de espectador. Por no hablar de que olvidamos con frecuencia que los niños pueden acceder libremente también a ese tipo de material. Por supuesto, los medios españoles han publicado el video sin excepción. En la página de Facebook de ABC, de los cientos de comentarios que ha tenido la noticia solo unos pocos nos hemos quejado de que el público hubiera salido a la luz. La mayoría eran locas conspiranoicas de signos diferentes que trataban de sacar conclusiones más o menos políticas de algo que es un asesinato, un acto injustificable, desde ningún punto de vista.
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