Cosa de citas

En estos días se han dado a conocer las fechas para dos citas importantes de 2017. Una, próxima, la otra, alivio para nuestros males.

12 de Enero.- Ya hay fecha. El día 26 de este mes, en sesión solemne del Parlamento Austriaco, VdB será, por fin, investido Presidente de Austria.

Mujer guapaComo el nuevo Bundespresi no se dedica a hacer el mal, o sea, que no quiere levantar muros para separar países, ni deportar masivamente a nadie, ni es un tipo homófobo, ni machista, ni racista, ni borde con la prensa, ni nada así, es muy probable que el acto de investidura no levante mayor expectación, afortunadamente. Se le ponen a uno los pelos de gallina de lo que hubiera pasado si hubieran ganado los del lado oscuro. Pero no ha sido así. VdB salvó (de momento) a Austria de los malos y, con ello, Austria continúa, mientras dure, siendo una isla en estos tiempos de políticos que son como Aida Nizar, aquella loca que hablaba de sí misma en tercera persona, “Si a Putin le gusta Trump…” (en fin).

El gladiador del látexNo ha sido la única cita que se ha anunciado estos días.

Ayer se presentó, como ya es tradicional, la Biblia de Estilo del Life Ball, o del Baile por la Vida, que volverá a celebrarse, para alegría del gentío, espanto de la carcundia y provecho de la investigación contra el SIDA, este año, después de haberse tomado una pausa (“para redefinirse”, whatever that means) el año pasado.

En noviembre, en medio de gran secretismo, tuvo lugar la tradicional sesión de fotos (lujosa sesión de fotos) con cuya publicación comienza normalmente la promoción del Life Ball y a la que asistieron (entre otros) Conchita Wurst y Kelly Osborne.

El tema de este año son los años veinte y treinta del siglo pasado y el lema “Aprende a reconocer el peligro!”, el cual lema, naturalmente, se puede tomar de muchas maneras: en relación al SIDA, pues saber que, a pesar de que se haya avanzado mucho en el tratamiento de la enfermedad, hasta casi convertirla en una afección crónica, esa sensación de que “bah, del SIDA ya no se muere nadie” ha hecho que la gente se relaje y se entregue en muchos casos a prácticas de riesgo a calzón quitado (y nunca mejor dicho que en este caso).

Por otro lado, naturalmente, está el reconocer en nuestra época, muchísimos paralelismos con los años treinta. Particularmente el del populismo y lo que conlleva, ese querer volver atrás lo que ya es imparable.

Yo estoy seguro de que, en los treinta, como sucede ahora, tenía que haber personas (de hecho, lo pagaron caro después) que debían de echarse las manos a la cabeza cuando sus contemporáneos votaban a jamelgos como Hitler o Mussolini, indivíduos con las que, como sucede con Trump, ninguna persona sensata iría ni a comprar cien gramos de jamón de York.

Sin embargo, estas voces sensatas se vieron, como se ha visto más de la mitad de los americanos hoy en día, en la situación de ver cómo había muchos de sus compatriotas que, por diferentes razones (desde el voto de castigo a la estulticia pura y simple) no reconocían el peligro que patanes como el presidente electo de los Estados Unidos suponen para una convivencia pacífica o, simplemente, para que las naciones sean gobernadas con cierta sensatez (ver la rueda de prensa de Trump ayer, pone los pelos de gallina). Un mundo en el que, como decía el sociólogo Zygmunt Bauman, fallecido estos días pasados, nadie es ya de ningún sitio y todos los lugares se han convertido “en una colección de diásporas”. Es ese miedo el que impulsa a mucha gente a olvidarse de los riesgos, a no reconocer el peligro y, en el peor de los casos, a llevarnos a todos al desbarrancadero.

Menos mal que, mientras tanto, existe el Life Ball. Ya que se acaba el mundo, por lo menos que veamos cacha, señora.


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