La emperatriz a caballo

Hoy se ha subastado en Viena un cuadro que, durante algún tiempo, permaneció perdido. Un puente entre dos épocas.

27 de Abril.- La irrupción, hace cosa de veinte años, de internet, abrió una brecha en la humanidad. Se puede datar a las personas por la relación que tienen con internet. Los supervivientes del viejo mundo, predigital, por ejemplo, reniegan de Facebook y no comprenden que, en el siglo XXI, el partido, todos los partidos, se juegan también en internet y que la red se ha convertido en una suerte de vida paralela que tiene el mismo peso que la vida que todos vivíamos hasta ahora (la que se puede tocar, podríamos decir).

En el siglo XIX, de alguna forma, nació la cultura de la imagen tal y como hoy la conocemos y se puede saber quién se quedó atrás, en el viejo mundo y quién dio un paso adelante por la manera que tuvieron de gestionar su propia imagen.

Así, Carl Theodor von Piloty, pintor muniqués, posa muy guapo y muy profesional en un daguerrotipo que se hizo sin duda para impresionar a sus amistades y clientes (ya entonces era un pintor de cierta fama). El anónimo fotógrafo era, sin duda, un profesional de gran calidad. No dejó nada al azar. Von Piloty posa, mirando a la cámara (proeza considerable, dados los tiempos de exposición que conllevaban hacer aquellos daguerrotipos) y está sentado, con un libro o un album de dibujos abierto sobre las rodillas, como si alguien le hubiera preguntado por algún pormenor de su arte. Cuando le hicieron la foto había cumplido treinta años (tenía once menos de los que yo tengo ahora) y, aunque no podía saberlo, estaba en la mitad exacta de su vida. Von Piloty murió en 1886, a los sesenta años, dejando tras de sí un rastro de discípulos que le respetaron mucho como profesor y como artista.

Su compañero en el trabajo que hoy nos interesa, el también pintor Franz Adam, murió exactamente en el mismo año que él, aunque bastante más mayor. Adam, también muniqués, fue un sólido pintor, hijo también de otro artista de los pinceles, cuya biografía delata a un hombre conservador. En el siglo XXI, es muy poco probable que hubiese tenido Facebook y tampoco que promocionase sus pinturas utilizando Instagram. Tampoco consideró necesario posar para el laborioso proceso que, en su época, conllevaba obtener una copia de su imagen fijada en una placa de cristal impregnada de nitrato de plata. Probablemente, incluso le tenía inquina al nuevo medio, porque igual temía (y con razón) que la pintura que él practicaba, exacta y precisa, dejase de ser valorada. Franz Adam estaba especializado en pintar caballos y por eso su clientela fueron, básicamente, militares.

Juntos, von Piloty y Adam, pintaron un cuadro que se ha vendido hoy por un millón y medio de euros. Y se comprende. Von Piloty, fue el responsable de la efigie de la retratada, la emperatriz Elisabeth de Austria, la cual tenía en el momento de ser capturada por los pinceles, quince años, y estaba a punto de casarse con su primo, el emperador Francisco José. Franz Adam pintó el caballo en que está montada la emperatriz, a mujeriegas. Un animal de pelaje brillante y cabeza algo desproporcionadamente pequeña. Sissi está retratada siguiendo las convenciones de la época y, por lo tanto, de una manera enormemente impersonal. Podría ser la emperatriz Elisabeth, pero también podría ser cualquier dama noble aficionada a la equitación.

El cuadro que, como digo, se ha subastado hoy en el Dorotheum de Viena (famosa casa de subastas) fue el regalo de navidad de Sissi, o Lisi, como la llamaban de verdad, a su prometido, el emperador Francisco José, en la navidad (lejana) de 1853. Durante toda la vida del destinatario del regalo, la pintura, de uno veinte por algo más de un metro, colgó sobre su cama. Luego, cuando Francisco José murió en 1916, la pintura pasó a ser propiedad de su hija Marie Valerie y, en las idas y venidas del siglo XX se perdió su rastro. Hoy en día, sobre el lecho del emperador muerto, en Schönbrunn, cuelga una copia que completa la imagen para que los turistas no se pierdan.

La emperatriz Elisabeth siguió montando a caballo casi durante toda su vida (era una de sus maneras favoritas de sufrir) y, de hecho, era una gran deportista. Quizá la única de su época. Ella, dio el paso adelante hacia el siglo XX. Su marido, en cambio, murió mentalmente en el siglo XIX.


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Comentarios

3 respuestas a «La emperatriz a caballo»

  1. Avatar de Luis
    Luis

    Muy interesante el enfoque ¿Se sabe quién ha sido el comprador del cuadro?

    1. Avatar de Paco Bernal
      Paco Bernal

      No, Luis. Ha sido una venta por teléfono, así que no se sabe 🙂

      1. Avatar de Luis
        Luis

        ¡Qué misterio!

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