Burundanga

Los Soles del Sur vuelven a escena, esta vez con Burundanga, una comedia de Jordi Galcerán.

5 de Mayo.- Probablemente, una de nuestras ventajas evolutivas como especie sea el humor.

El ser humano es capaz de reirse de un amplio espectro de temas y un viejo axioma de las artes en general pero del teatro en particular es que la risa es, por lo general, el drama pasado de rosca.

En estos tiempos en los que los humoristas tienen (tenemos) que andarnos con cien ojos porque todo el mundo tiene la sensibilidad a flor de piel, el hecho de que se pueda hacer un chiste (o muchos chistes) a propósito de un tema que antes nos hubiera dado mucha cosa, indica que ese tema está felizmente superado por la sociedad y que ha entrado en esa franja luminosa de las cosas que merecen no ser tomadas en serio.

Esta reflexión viene a cuento porque el grupo de teatro Soles del Sur ha decidido abordar un texto que se cachondea (si bien sin meterse en demasiadas honduras) de un tema que durante muchos años fue absolutamente intocable: el terrorismo etarra. El texto se llama Burundanga y ha sido representado ya en España con notable (y merecido) éxito.

De cualquier forma, el hecho de que, a principios de esta década, Jordi Galceran, el autor de la obra, pusiera como telón de fondo de una farsa un tema como este, que aun representa lo intocable, el tabú más absoluto, para una cierta parte de la sociedad española, indica que para 2013, cuando se estrenó Burundanga, ETA estaba ya -afortunadísimamente- para poco y que el autor contaba con que solo se sentiría ofendida una fracción prácticamente insignificante del público.

Si bien se mira, quizá esto, lo de reirse de los etarras y del look abertzale y de la tontería esta nacionalista que tanta sangre inocente costó, sea la suprema venganza de las personas decentes contra la barbarie.

Viendo la obra, también me he acordado de un gag de una película austriaca, que escribió y dirigió Michael Niavarani -sin duda una de las personas más listas de este país- creo recordar que se llamaba Black Mamba, durante la cual había un desternillante gag sobre unos terroristas islamistas de lo más inepto.

Los Soles del Sur han puesto en escena Burundanga con una solvencia muy notable. Solvencia que se nota, sobre todo (aunque no solo) en lo estupendamente que el público se lo pasa viendo la obra. Si, en contados momentos, la representación decae un pelín, no se debe a los actores ni a la labor de dirección (excelentes ambos), sino a cierto pecado original del texto, a propósito del cual uno tiene la sensación de que, como se suele decir, hay mucho arroz para tan poco pollo. O sea, que Jordi Galceran estira demasiado algunos gags que quizá hubieran ganado en eficacia con un poco menos de duración.

Esto que digo de que los Soles del Sur han salido con mucho bien de este asunto se trata de algo muy meritorio, porque ya digo que la obra de Galceran no es tan fácil como podría parecer a primera vista y que, como la salsa de anchoas que tiene un cierto papel en la trama, se trata de un plato que requiere de un concinero con cierta experiencia porque al ser un texto que entra tan bien, siempre existe el peligro de pasarse de frenada y que la salsa se estropee.

Pasando a aspectos más técnicos, me ha gustado mucho la labor de composición de los personajes y también me ha parecido muy límpia y muy elegante la resolución de los movimientos de los actores en el espacio del escenario.

También me ha gustado mucho un detalle que quizá no haya notado mucha gente (y está bien si ha sido así, porque de otra manera se estropea uno de los resortes de la comedia) y es lo bien que está representado, lo creible que queda, el efecto de la Burundanga (la droga de la verdad) en los personajes que la toman particularmente en el caso del actor que interpreta el personaje de Manel. También me ha gustado mucho el juego que los actores han dado al segundo acto de la obra, momento en el que el texto se vuelve mucho más narrativo y en donde hubiera sido fácil caer en cierta confusión para gente menos experta.

En general, se pasa muy buen rato y las dos horas de la representación se van en un vuelo. Entre risas. Algo que, en estos tiempos que corren, es muy de agradecer.


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