El día en que aquí pase algo

El día en que aquí pase algo, que como sigamos así terminará pasando, haremos bien si no nos olvidamos de algo importantísimo.

23 de Mayo.- Ayer por la tarde, cuando llegué a casa, me quedé delante de la valla del jardín. Miré la casa. Había silencio. Se oía el piar de los pájaros. En la calle habían abierto una zanja que no estaba por la mañana. La zanja estaba protegida, convenientemente iluminada, no fuera a ser que algún despistado se cayese dentro (a mí, podría haberme pasado, soy especialista en accidentes tontos).

En la casa, en mi casa, había luz en una ventana. Era el reflejo de la tele, que estaba puesta dentro. Como siempre que hago alguna cosa que sospecho que puede resultar rara –uno es un caballero de una cierta edad, tampoco es cosa de dar ningún espectáculo, y menos gratis– miré a mi alrededor en busca de otros transeúntes y, al no encontrarlos, me quedé un ratito delante de mi casa, con una media sonrisa en los labios. Locus amoenus, en cariñoso desorden. Miré la isleta de plantas en el frontal del jardincillo las piedras que colocaré formando un camino durante el fin de semana. Las macetas, que mi abuela llamaba cintas, formando una fila en la escalera del porche, como coristas del Folies Bergere esperando la aparición de la vedette.

Luego, entré . Cené una tostada con un aguacate mientras, de fondo, oía la tele que alguien estaba viendo. Una peli de miedo, que yo no quise ver, porque tengo luego sueños malos. Después, me senté, escribí el artículo diario del blog. Más tarde, retoqué un par de fotos y finalmente, rendido, me fui a la cama. A las diez (madrugo). Tardé en dormirme porque, a pesar de las mosquiteras, un trompetero campaba a sus anchas por el dormitorio. Bzzzzzzzzzzz. Pausa. Otra vez Bzzzzzzzzz. En la cabeza, rememoré la conversación que había tenido por la tarde, delante de un café y una limonada, con un lector muy majo con el que había quedado (la historia es graciosa y, si la amistad prospera, como pienso que prosperará, quizá la cuente en algún momento).

Pensando en una cosa muy sabia que dijo, y apuntándola en esa reserva mental en donde guardo los temas para futuros posts, me quedé dormido. Por cierto, el diálogo fue así. Dijo él:

-El cosmopolitismo está muy bien, pero extenderlo…Extenderlo a la mayor cantidad de personas posible cuesta mucho dinero.

Yo, más viejo, y más pesimista, repuse:

-No, el problema con el cosmopolitismo, es que no todo el mundo da de sí para ser cosmopolita. Aunque inviertas pasta, no todo el mundo puede hablar muchos idiomas o leer. Siempre quedará un reducto de mastuerzos –como, por otra parte, queda demostrado en las elecciones austriacas cada cierto tiempo.

Esta mañana, ha sonado la alarma del móvil a las seis, ya había amanecido. Como desde hace miles de mañanas, a tientas, lo primero que he hecho ha sido buscar las gafas y ponérmelas. Me he prometido limpiarlas (aún no lo he hecho, lo haré cuando publique este post) y luego he mirado el móvil. He visto la noticia del atentado de Manchester y he pensado en mi primo Mariano, que vive allí . Y he pensado si estaría bien. No le veía yo en un concierto de Ariana Grande, aunque yo también he estado en conciertos de Andreas Gabalier, así que eso no se puede asegurar. Pero el corazón me decía que estaba bien (está bien) y a mí el corazón me falla pocas veces.

Mi siguiente pensamiento ha sido “el día que aquí pase algo…”. Ecuación cuyos términos pueden traducirse así aquí=Viena, algo=una bomba mal puesta (¿Hay alguna bien puesta?), un atentado (suicida u “otricida”)…En fin. Algo. Y me he acordado de una frase que leí el otro día. Decía así más o menos: “el terrorismo es el recurso de los débiles; es el arma de quien se sabe en inferioridad de condiciones; el terrorismo es puro show” y seguía diciendo que hay que tener más miedo de las bebidas azucaradas y del cáncer, de los ataques al corazón, que de los terroristas. Por una mera cuestión de probabilidad, por una mera cuestión estadística. Porque los terroristas, los islamistas, pero los otros también, son los representantes de un mundo que se muere y que se debate por no desaparecer. Son el último reducto mastuerzo de ese cosmopolitismo que se impondrá, porque la evolución está hecha así. Los que tienen inteligencia para adaptarse a las nuevas circunstancias, sobreviven. A los que no, se los lleva la trampa. Y el mundo del futuro será cosmopolita, multicultural e hiperconectado y todas las gilipolleces estas de la Patria (las Patrias, grandes fábricas de carne humana picada), el fanatismo religioso (entendido como excusa para la identidad y la intolerancia) y las Fronteras van a cambiar de significado. Es más: ya han cambiado de significado. Ninguna desconexión entre territorios podrá ser completa ya como lo era en el pasado. Vamos, que no es completa ya ni en Pion Yang, y eso que Corea la mala debe de tener los gobernantes más mastuerzos del mundo, seguidos a muy corta distancia por Trump.

O sea, queridos lectores: que el día en que aquí pase algo (que terminará pasando, desgraciadamente) en realidad no pasará nada porque nosotros somos más fuertes que ellos y al día siguiente la vida seguirá, porque la vida sabe a dónde va y no se permite pausas. Nunca.


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Comentarios

Una respuesta a «El día en que aquí pase algo»

  1. Avatar de Mabel Ramón
    Mabel Ramón

    “¡Tus palabras en las orejas de Dios!”, como se dice en alemán. No tanto por lo de que “…terminará pasando, sino por lo de que “…en realidad no pasará nada”. Esperemos que de verdad seamos más fuertes que ellos y al día siguiente la vida siga sin pausas.
    Gracias por tus artículos. Es un placer leerlos y un consuelo para mí, que soy venezolana residente en Austria y a veces me olvido de lo privilegiada que soy de vivir en este hermoso y pacífico país.

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