El efecto Axe

Los austriacos y los desodorantes. Los austriacos y las sustancias de cuidado de higiene personal. Un tema apasionante y polémico, every year.

31 de Mayo.- Los vieneses tenemos la suerte de contar con unos transportes públicos que son gloria bendita. Sin exagerar. Son límpios, seguros, puntuales y baratos (sobre todo para los residentes en la ciudad, que tienen/tenemos abonos largos, tarjetas mensuales y demás); de vez en cuando incluso los renuevan y los ponen más bonitos y ecológicos. Vamos: que se puede decir sin temor a incurrir en ningún disparate que los transportes públicos  son uno de los fundamentos de la calidad de vida que gozamos (y en este caso, el gozo no es retórico).

¿Hay un pero? Pues sí, señora, haílo. Y se presenta sobre todo en estas fechas, cuando hace la calor, cuando los trigos encañan y están los prados en flor.

Cuando la primavera va tirando hacia el verano se hace presente una diferencia fundamental entre los austriacos y las personas que mamamos la leche materna más al sur y es que, señora, los mediterráneos -aunque, como yo, seamos de Castilla- tenemos la pituitaria más sensible -o menos resignada, o menos acostumbrada a las agresiones- que estos recios y rocosos ciudadanos del centro de la Europa nostra.

Ellos, nuestros convecinos, nos someten a dos torturas antagónicas, pero sin duda igual de malandrinas y perversas: o bien nos hacen ver que, para ellos, el llamado Efecto Axe es una filfa inventada por Procter and Gamble al objeto de tomar el cuerpo de la mujer como objeto y perpetuar así los roles caducos del heteropatriarcado y que, por lo mismo, ellos renuncian al desodorante o bien, variante número dos de la tortura, deciden que el olor corporal (el bueno también, o sea, el olor agradable y sano y santísimo de la piel límpia) debe ser eliminado cueste lo que cueste y por eso se echan unos perfumes apestosos que, en muchos casos, combinados con el cante de alerón que van echando hace que los mediterráneos tengamos que recurrir como Michael Jackson (que en paz descanse) a mascarillas y otras defensas.

Nosotros nos quejamos todos los años -por este blog, también, de manera repetida- pero ellos terne que terne, con el olor a cebolleta o el olor a cualquier cosa que salga de un pulverizador. Batalla perdida, señora, que solo atajará la bajada de las temperaturas máximas.

A pesar de todo lo anterior, informan los medios locales que el sector de la cosmética (decorativa y de la higiene „presonal“) vive una edad de oro en estas tierras -algunos usuarios del transporte público vienés dirán que es el indicio de que han llegado más inmigrantes-; fuentes del sector calculan que de aquí a un par de años, crecerá este mercado exponencialmente y es que los austriacos han descubierto (¿No la conocían ya?) la importancia de acicalarse.

Un cuarenta y dos por ciento de las aborígenes se maquillan todos los días, según datos que manejan los que entienden de esto. Y un 32 por ciento de una a seis veces por semana. Dos tercios de las austriacas afirman sin rubores que antes se quitarían del cocholate que tanto alivia sus molestias mensuales que de ponerse rímel y un cuarto de las féminas conocen también a varones que se echan corrector de ojeras y (!!!) brillo de labios.

Y es que aquello de que el hombre, como el plantígrado, cuanto más feo más hermoso, ha pasado a la historia.

Entroncando con la primera parte de este artículo que podríamos llamar „de costumbres“ diré que una parte del informe a la que cuesta dar credibilidad. Y es que, según dicen los papeles, un ochenta y tres por ciento de la población local utiliza desodorante una o, atención, varias veces al día.

Si uno viaja en transporte público en hora punta se da cuenta de que, una de dos, o que la cifra está más hinchada que el coeficiente intelectual de Donald Trump -que es más bien tirando a justito, como se demuestra cada día- o bien, en su fantasía, los fabricantes de perfumes y desodorizantes han decidido ampliar la gama de aromas a fin de granjearse mercados aún vírgenes, como los ogros (Shrek) o los orcos.

Así, cualquiera hace que el mercado crezca ¿Verdad?


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Comentarios

2 respuestas a «El efecto Axe»

  1. Avatar de Imma
    Imma

    Has dado en el clavo, amigo.
    Una cosa que no dice la encuesta es si nuestros convecinos utilizan el desodorante diariamente después de la ducha… o como alternativa. ¿Tal vez se trate de una medida para ahorrar en la factura del agua y la luz? En cualquier caso, una duchita diaria y eliminar del vestuario la ropa sintética hace en muchos casos que el uso del desodorante sea innecesario ya que el agua corriente y el jabón arrastran las bacterias culpables del mal olor y la ropa de tejidos naturales permiten la buena ventilación de la zona axilar. En fin, nos dedicaremos a dar largos paseos este verano.

  2. Avatar de Elede
    Elede

    Amén , hermano

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