Encuentros

Si ayer hablábamos de dieciocho personas, hoy hablamos también (coincidencias) de otras dieciocho, que luchan por romper un tabú muy cruel.

11 de Junio.- Una de las conductas más consistentes a lo largo de la Historia de la Humanidad es la que lleva a las personas a actuar como si las cosas que le dan miedo no existieran. Y entre nuestros miedos, el que quizá ocupa un lugar de honor es el sexo. Por muchas razones, pero quizá, en mi opinión, la fundamental es que el sexo nos impone que seamos nosotros mismos más que ninguna otra cosa. No solo estamos desnudos de cuerpo, sino que también estamos obligados a decir „yo deseo esto“ o „esto no me gusta“, y eso resulta dificilísimo cuando, como sucede con todos nosotros, hemos sido educados desde niños en lo que podríamos llamar „la hipocresía con fines sociales“ hasta el punto de que esa educación, desde edad tan temprana, mata la espontaneidad. A todos nos enseñan que ser demasiado nosotros mismos en sociedad es una cosa, como poco, peligrosa.

Como adultos, nos dan miedo las preguntas sexuales de los niños o de los adolescentes, porque equivalen a reconocer la inquietante evidencia de que tanto los niños como los adolescentes, de alguna manera, se relacionan con una realidad que nos resulta extremadamente desasosegante. No digamos con las personas mayores, empezando por nuestros padres, sobre todo en una sociedad en la que parece que, con perdón, solo puede follar la gente que tiene entre dieciocho y veintiocho años y un cuerpo macizorro machacado a golpe de mancuerna; y entre los tabúes, el mayor de todos, quizá sea el sexo, la necesidad de sexo, de afecto físico, de las personas de edad avanzada o con alguna limitación física o intelectual. Como nos da miedo aceptar que, en algún momento, podemos ser así y, perder el control de nuestra contención y nos horroriza pensar que podemos ser, por ejemplo, viejos, y perder la noción de quiénes somos y sucumbir a algo que nos resulta vergonzante, tendemos a hacer como si las necesidades sexuales de las personas que pertenecen a estos grupos fueran inexistentes. O peor, a ridiculizarlas de manera a veces cruel (los españoles tenemos el estereotipo del „viejo verde“ que puebla las páginas más goyescas -por las pinturas negras- de nuestra literatura).

Si ayer hablábamos de dieciocho personas que ejercen una profesión muy minoritaria, hoy vamos a hablar (coincidencias) de otras dieciocho. Pertenecen a una asociación llamada Alpha Nova, que se dedica a proporcionar „encuentros“ de naturaleza sexual a personas mayores de edad que por su situación en la vida (edad, discapacidad física o intelecual) tienen difícil el acceso a una necesidad que es tan perentoria como el hambre pero que es mil veces peor en muchos casos porque no puede ser demostrada abiertamente.

Los dieciocho trabajadores de Alpha Nova son 14 mujeres y 4 hombres que trabajan con personas a lo largo y ancho de toda Austria desde el año 2009 (unos mil „encuentros“ al año). Ellos describen lo que hacen como „encuentros“ porque son personas que no ejercen la prostitución. De hecho no hay relaciones sexuales, tampoco sexo oral y tampoco hay besos. Naturalmente, la sexualidad es mucho más, como por ejemplo, hablar de sexo, comunicarse con otra persona a un nivel íntimo a propósito del tema.

Por ejemplo, el otro día hablaba yo con una amiga mía que es médico y me contaba (naturalmente, sin violar ningún tipo de sigilo profesional) el caso de una paciente que, a una edad avanzada (setenta) había comprado un juguete sexual y se lo estaba pasando mejor que nunca antes en su vida y que se sentía culpable y no sabía si aquello que le estaba pasando era normal; o contaba por ejemplo, el miedo que muchos hombres tienen a practicar sexo después de un infarto.

Sea como fuera, los trabajadores de Alpha Nova no ejercen por amor al arte (de amar) sino que cobran dinero (entre ochenta y cien euros por servicio) y, como cobran, pues tienen que pasar, según la ley austriaca, por las revisiones médicas (cada seis semanas) por las que tienen que pasar las personas que ejercen trabajos sexuales más al uso. Una trabajadora de Alpha Nova ha declarado que lo más importante es la comunicacion previa, o sea, fijar el marco de la relación y que, en muchas ocasiones, los „encuentros“ se basan en cosas muy sencillas como las caricias o el mero contacto físico.


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