Sommerloch

Una exclusiva de cinco años de antigüedad presentada como algo nuevo. Un asunto de sentido común. Y la BBC, claro.

20 de Junio.- A veces pienso que, si alguien se dedicara a leer todos los posts de Viena Directo y a agruparlos por temas (ímproba tarea, porque ya hay varios miles de ellos) el resultado sería una especie de huella de mí mismo, como esos retratos en blanco y negro en donde la imagen se forma por manchas de oscuridad sobre una superficie blanca. Por supuesto, ese hipotético (y paciente) lector, podría hacerse una idea bastante aproximada de cómo soy yo (de hecho, más de un lector me ha dicho que lo que más aprecia de estos artículos que escribo es que se nota claramente que son de verdad y que están escritos sin doblez) pero, al mismo tiempo, y como es lógico, también se encontraría con zonas de sombra, o sea, cosas de mi vida personal de las que no hablo en estas páginas. Primero, porque creo que son aburridísimas, y segundo porque creo que ni es sano ni educado hablar de ellas.

Lo mismo que vale para el blog vale también para las redes sociales. O sea, para Facebook.

Yo no soy, como otros muchos amigos míos, antifacebook, ni la verdad, me obsesiono con la privacidad. Es más: estoy convencido de que las famosas cancelas que Facebook ha puesto para separar amigos de enemigos dentro del panel de amistades de uno, son en realidad más una manera de autoengaño que otra cosa. Uno navega, y comenta, y publica, y todo, sabiendo que alguien, en algún lugar (un robot, probablemente) ya lo estará leyendo, y compilando ese rastro de bits que, como la baba de los caracoles, vamos dejando por nuestros paseos cibernéticos. Reconozcámoslo: con el nacimiento del siglo equis equis palito, murió la vida privada. Por lo menos, la vida privada tal como la concebíamos los que nacimos en el siglo pasado.

Precisamente como ciudadano de ese mundo que se ha muerto definitivamente, estoy en condiciones de saber la regla de oro para manejarse en internet: si no quieres que se sepa, si no quieres que quede, no lo escribas, ni lo publicas, ni lo pongas por ahí. Es más: lo que no harías en el mundo „real“ (aunque internet es ya, para muchas cosas, más real que la realidad) no lo hagas en internet. Por poner un ejemplo ¿Te pondrías en mitad de una calle transitada y, a gritos, contarías que tu novio tiene una disfunción eréctil? Pues eso mismo en Facebook.

En esta época del año, en Austria, empieza el llamado Sommerloch, que no es ningún fenómeno meteorológico, sino sequía de hechos noticiosos que trae el hecho de que todos los protagonistas de la actualidad se vayan a remojarse un poco la barriga. Quizá por eso el „Joite“ periódico gratuito de esta capital, ha publicado en „exclusiva“ (una exclusiva un poco cutre) las reglas que la televisión pública austriaca da a sus empleados para que se comporten en las redes sociales.

Naturalmente, como el „Joite“ escribe para personas de capital educativo tirando a escaso, ha presentado estas reglas como si fuesen horrendos corsés censores cuando en realidad, lo que son son un dechado de sentido común, y más tratándose de una empresa, como lo es la cadena pública austriaca, cuyo capital es la credibilidad que ofrezca a los telespectadores.

Como ejemplo de las „draconianas“ medidas con las que la ORF, presuntamente, estaría coartando la libertad de los profesionales que cobran su nómina de su departamento de tesorería estaría, por ejemplo, el consejo de „ser educado“ en el trato con otros usuarios, o el no contribuir a la difusión de bulos sin antes contrastarlos, el no comprometer la reputación de la ORF como empresa (la cosa más natural del mundo, en mi opinión) y tener cuidado con su adhesión a iniciativas políticas o en la elección de amistades que pudieran poner en entredicho la neutralidad que, según la ley que le sirve de guía, debe distinguir a una empresa informativa que pagamos todos los que trabajamos en este país por la vía de nuestros impuestos.

El Kronen Zeitung, una empresa privada y que, por lo tanto, no se encuentra atada por la obligación ni de ser neutral ni, por supuesto, de contar la verdad con un mínimo de delicadeza, ha recogido la información del „Joite“ y ha puesto un fotomontaje con la cara de Armin Wolf y la boca tapada con una señal de Stop.

Representantes de la ORF y el mismo Wolf han explicado que la exclusiva del „Joite“ es añeja, porque las famosas reglas de comportamiento datan de 2012 y no son más que un trasunto de las que la BBC les da a sus periodistas, sobre todo en épocas delicadas, de campañas electorales.


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