El Daños y el Rufián, unidos en la desgracia

A pesar del título, el artículo de hoy no pretende ofender a nadie. Pobre de mí, faltaría más.

31 de Julio.- Hay apellidos que son un drama para su propietario. Sobre los nombres risibles hay legislación. O sea, en la mayoría de los países están prohibidos los nombres que supongan una garantía segura de escarnio para el pobre niño o para el castigado adulto. Pero los apellidos !Amigo! Los apellidos son otro cantar.

Pensando en el artículo de hoy, protagonizado por un hombre (austriaco) de apellido que parece premonitorio y que dice mucho del valor que tuvo para lanzarse al ruedo de la cosa pública y hacerse político, me he acordado de otro pobre desgraciado, esta vez español (desgraciado no por nada, sino porque el pobrecito lleva un apellido que le habrá valido, desde niño, collejas escolares y chistes fáciles de novias, arrimadas y amigos en general).

Me estoy refiriendo al político español Gabriel Rufián. Rufián. Político. Amárrame esos pavos.

Por lo poco que tengo oido, este Rufián es de esas personas que, quizá por lo que la vida le ha castigado, cada vez que abre la boca sube el pan. Aunque, como sucede con todos los políticos, también habrá gente que le quiera con locura y le desee un porvenir en el palacio de la Moncloa.

Pues buscando el origen del apellido me he encontrado con que, según el diccionario de la Academia no se sabe bein de dónde viene la palabra Rufián que es, como todo el mundo sabe, un hombre de mal vivir, sin honor (sic), que vive entre prostitutas; pero según el infolio de los señores académicos que se reúnen todos los jueves en las cercanías del Museo de El Prado, Rufián podría venir del latín Rufus (rubio), por la costumbre que tenían las meretrices romanas de anunciar su oficio poniéndose pelucas de color platino. Cicciolina, pues, no inventó nada (aquellos de mis lectores que hayan nacido demasiado tarde para saber quién era „la chicholina“, busquen vídeos en el tutubo y sepan de lo que puede ser capaz el personal cuando se pone pajillero casposo).

Seguimos: el protagonista (austriaco) de nuestro artículo de hoy, el pobre, también lleva un apellido como el del pobre señor Rufián, de los que, por sí solos, son capaces de cargarse una carrera política incipiente.

Se trata de Schaden, que la lengua extraña de este país significa „Daños“. Sorprendentemente, y esto habla mucho del grado de civilización de este pueblo, no hay día sí y día también en la prensa chistes que combinen la gestión política del Sr. Schaden con su apellido. Sería facilón, oyes, quien lo niega, pero goloso. Pues no.

El señor Schaden es (aún, y lo será hasta septiembre) el alcalde del bonito parque temático hecho ciudad que es Salzburgo (decíamos gestern) y hoy ha anunciado, muy digno, que va a dimitir (pero en Septiembre, con tiempo para buscar un sustituto) porque ha sido condenado a tres años de prisión por un escándalo que se destapó en 2012.

En ese momento, se supo que el Land de Salzburgo había estado especulando con dinero público en los mercados internacionales y que, mucho peor, había perdido. El agujero se calculó entonces en 350 „minolles“ de Euros.

Como Schaden, son unos Schaden muy aparentes.

En aquel momento, se le echó la culpa, si no recuerdo mal, a una funcionaria, a la que se acusó de querer tapar todo el asunto, pero estaba muy claro que uno no puede pulirse 350 millones del erario público sin que nadie lo sepa. Dos es compañía, pero tres es una Gürtel, ya se sabe. Cuando los funcionarios de los altos tribunales austriacos se pusieron a investigar y a leerse muchos kilos de documentos escritos con letra muy pequeñita (presumiblemente) no solo toparon con la funcionaria en cuestión, sino que, como es obvio, se toparon también con las firmas de los jefes. En este caso, los políticos. Y el político que ocupaba el cargo de responsabilidad más alto en Salzburgo era Herr Schaden.

No solo se le ha condenado por esto, sino porque parece que, mediante negocios que, si no fueron fraudulentos sí que fueron bastante torpes, causó con transferencias entre fondos de inversión „pufosos“ entre la ciudad de Salzburgo y el land de Salzburgo un perjuicio de 4,5 „minolles“ de Euros.

(Más Schaden).

Probablemente, las únicas culpas del alcalde de Salzburgo, que ha dimitido muy dignamente y al que se le veía genuinamente tocado en lo personal, hayan sido las de meterse en corral ajeno (Manolete Schaden, si no sabes torear en los mercados financieros, pa´qué te metes, hombre) pero lo bueno es que ha dimitido. Igual antes de que la vida le dimitiera. Pero oye, algo es algo. No es una cosa que se vea todos los días.


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