Como el macho moreno no hay nada

En estos días se ha elegido al más guapo de los Carintios, pero parece que no a todo el mundo le ha gustado la elección. Vaya por Dios.

22 de Agosto.- Antes de empezar con el tema de hoy me gustría aclarar que soy sumamente excéptico en lo tocante a los concursos de belleza.

No me parece casualidad que empezaran a ser populares en el periodo de entreguerras, cuando estaban tan en boga las teorías de la eugenesia y la mejora de la raza humana mediante el escogimiento y apareamiento posterior de los mejores ejemplares, como si los seres humanos fueran huskies.

Además, mi experiencia de fotógrafo me dice que muchas personas guapas raramente son expresivas (mayormente porque la „guapeza“ en cada época es convencional porque se basa en una idea de la perfección que varía como el largo de las faldas). Por lo tanto, a los diez minutos de contemplar a una persona simplemente guapa lo que uno quiere es echarse a los ojos (formal, que es uno) gente que le proporcione un recreo más duradero.

Dicho esto: sin ser Austria una potencia en este aspecto como pueda serlo, por ejemplo, Venezuela (primera productora del mundo en traseros pizpiretos y pectorales férreos) Austria, como en el fútbol, hace lo que puede.

Siguiendo con la comparación balompédica, en estos días se están jugando las ligas regionales de los místeres austriacos. Cada Land elige al más pintiparado de sus mancebos con destino al certamen de Mister Austria, cuyo ganador (y sus „caballeros de honor“ a lo mejor también) concursarán en Mister Mundo, concurso en el que sin duda se verán en la tesitura de desear que reine la paz en el mundo y que los niños dejen de pasar hambre, a la par que exhiben sus encantos ataviados con bañadores que les permitan mostrar lo que a su madre le han cundido los schnitzeles.

Naturalmente, en esto de elegir al más castigador de los galanes pasa como en todas las cosas; o sea: inevitablemente se establece un debate sobre gustos.

Para tratar de que la competición se desarrolle dentro de un marco lo más objetivo posible, la esforzada labor del jugardo tradicional se complementa ultimamente con la escucha atenta de la voz del pueblo, el cual evalúa las carnes morenas de los candidatos y, democráticamente, enuncia su veredicto vía internet.

Así ha sido estos días en la lección de Mister Carintia.

La foto de los tres ganadores (o sea, el Míster y sus dos chevaliers servants) muestra a un moreno y a un rubio (o sea, a los chevaliers) siendo el rubio muy como de ópera de Wagner, por cierto y, en el medio, en versión algo más recortadita, al flamante ganador del certamen, el cual lleva el sonoro nombre de Parsa Djawadiraad (el pobre, cada vez que tenga que renovarse cualquier cosa).

La elección del señor Djawadiraad (que en Irán debe de ser algo así como Gutiérrez) no le ha gustado a todo el mundo (vaya por Dior) y la primera que se ha quejado ha sido la señora Natascha Kummertz presidenta, jefa o lo que sea de las juventudes…Eso, de las juventudes del FPÖ.

De sus declaraciones, esperables, por otra parte, dado su fondo de armario mental, se colige que a la Frau Kummertz le gustan los hombres de pura raza aria, o sea, los que según su parecer son los que abundan más en Carintia.

Natascha, haciendo gala de gran perspicacia, no ha dicho „este no me gusta por iraní, por moreno y por retaco“ sino que ha lanzado la cuestión indirectamente, preguntándose „en sus redes sociales“ si „Carintia desea en realidad que el señor Djawaridaad la represente en el certamen nacional“ y, más aún, muy en la tradición de feria de ganado que hay en el fondo de estas cosas (lo de escoger la mejor vaca y el mejor toro para que saquen el mejor ternero) se ha preguntado si (atención) el bueno de Parsa „con su apariencia y sus raices iraníes representa a Carintia y a Austria“.

El flamante Mister Carintia podría haber mandado a la político a freir espárragos o haberle contestado lo que un amigo mío (gay y austriaco, aunque de Baja Austria) dice siempre que ve a un tiarrón español de esos que, como el que esto escribe, revientan las costuras de las camisas por los bíceps. O sea que „como el macho moreno no hay nada“ (y lo dice en un español perfecto, que hace más gracia).

En vez de esto Djawadiraad, comedido, ha comentado que lleva viviendo en Austria ya diez años, que paga sus impuestos como cualquiera y que quiere devolverle a este pequeño gran país parte de lo que este peqeño gran país le ha dado. Y que si hay que representar a Austria en lo más alto del „Misterío“, pues se la representa y se demuestra que los candidatos, aunque sean canijos y de procedencia iraní no necesitan relleno en el bañador marcapack. Vamos hombre. Todo sea por la belleza y por el arte.


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