Elecciones 2017: Sebastian Kurz y los Derechers

No era nada lo del ojo, y lo llevaba colgando. El Partido Popular austriaco ha sido la fuerza más votada. Nadie tiene razones, ni Sebastian Kurz, para estar contento.

15 de Octubre.- El titular de hoy podría ser: nada ha cambiado, pero ya nada volverá a ser igual. La ORF, cadena pública de radiotelevisión austriaca, da los datos con la proyección de los votos por correo. Al noventa y muchos por ciento del escrutinio, se dibuja un panorama que ya vaticinaban las encuestas. Primero, los datos desnudos: Partido Popular Austriaco: 31,7% de los votos. Empate técnico entre el Partido Socialista y el FPÖ, con una ligerísima ventaja, medio punto, a favor de los socialistas (la ORF les da exactamente el mismo resultado que en las últimas elecciones). Los verdes se quedarían a una décima de entrar en el parlamento austriaco (3,9 % de los sufragios) en tanto que los Neos se mantienen estables con un 5,1% y la lista Pilz, entra en el parlamento también por muy poco, y un 4,3%.

A pesar de lo que puedan decir los responsables de los diferentes partidos hoy por la tarde, son unos resultados que no son para que nadie esté contento. O por lo menos totalmente contento (en este momento, Sebastian Kurz, en la mejor tradición de las mises de todo el mundo, declara en la ORF que nunca pudo soñar con unos resultados como los obtenidos) ¿Por qué nadie puede estar demasiado contento? Pues las razones son variadas. El Partido Popular, y su candidato Kurz no tiene razones para estar contento porque no ha obtenido una mayoría suficientemente contundente para poder gobernar sin coaligarse con nadie. El Partido socialista, naturalmente, no tiene razones para estar contento, porque ha perdido la cancillería (aunque, dada la campaña electoral que han pasado, la verdad es que podría haber sido muchísimo peor). La ultraderecha, a pesar de que los resultados provisionales le dan una subida de un cinco por ciento (quizá un poco más) tampoco tiene razones para una alegría desmedida. Puede que sea por muy poco, menos de un punto, pero siguen siendo los terceros en discordia. Y los terceros en discordia muy, pero muy lejos, de los picos de treinta y cinco y treinta y seis por ciento de los sufragios que les han dado algunas encuestas insistentemente durante la última legislatura.

Ninguna de las tres principales fuerzas del arco parlamentario austriaco tiene mayoría suficiente para poder gobernar en solitario. Se anuncia una negociación muy dura (que, según algunas voces, ya habría empezado durante la misma campaña electoral, para muñir un pacto, que se anuncia muy posible, entre la derecha de Sebastian Kurz y los „derechers“ del FPÖ).

Entre los pequeños, los cambios han sido todavía más espectaculares. El más gordo: Ulrike Lunacek se ha quedado a las puertas del parlamento. Si esto se confirma, será la primera vez en mucho tiempo, treinta y un años, en que Los Verdes no se sienten en la sede del poder legislativo austriaco, y se dará la curiosa situación de que el presidente de la República, Van der Bellen, será un señor que venga de un partido que, a la luz de los votos, tiene un respaldo muy minoritario en Austria.

Por cierto, que él es uno de los pocos que puede estar contento hoy: si todo sigue como va, Van der Bellen no tendrá que tragarse el sapo de encargarle a Strache la formación de un nuevo Gobierno (durante la campaña electoral a las elecciones presidenciales fue, immer wieder, un tema de conversación).

Los Neos son la formación más estable, como decíamos. Lo cual, naturalmente, está muy mal para los Neos que lo que querían era crecer y que incluso habían fichado a Irmgard Griss para intentar aprovechar el tirón de quien, hasta hace muy poco (!Qué poco duran estas cosas en política!) parecía incluso dispuesta a fundar su propia formación política.

La novedad en el próximo parlamento austriaco (una novedad solo de nombre) será la lista de Peter Pilz.

Pilz se ha llevado con él (resulta obvio para cualquier observador imparcial) a aquellos votantes de izquierda que votaban a los verdes para „castigar“ al poder. Sin apenas presupuesto, sin apenas presencia mediática (la ley austriaca solo da espacio electoral gratuito en la cadena pública y presencia en los debates a los partidos que ya están en el parlamento) Peter Pilz ha demostrado que lo que él vende no es tanto contenido -que nadie sabe muy bien cuál es- sino, sobre todo, un estilo de hacer política.

A partir de aquí, todo son incógnitas. Algunas, se irán despejando en los próximos días, por ejemplo, si Los Verdes se han dado el guantazo de verdad o todo se queda en un susto (en un susto que les dejaría sumamente encogidos), o qué pasará con el hasta ahora canciller Kern ¿Se lo tragará la vorágine del fracaso de su partido? ¿Continuará poniendo la cara para que se la partan? Otras incógnitas tardarán algo más en desvelarse ¿Darán un concierto de cinco años, como se anuncia, „Sebastian Kurz y los derechers“? ¿Cómo de estable será ese gobierno, si se forma, con un canciller, Kurz, que estará sometido al inevitable desgaste del poder y un vicecanciller -Kern- obligado a demostrar que ya no es una princesa del pop, sino una gran dama de la canción política? ¿Le aguarda a Austria una „orbanización“, como auguran los más pesimistas? ¿O bien, en un golpe de teatro, se formará una coalición igual de inestable que la que hemos dejado atrás entre un Partido Socialista tocado y unos „Derechers“ dispuestos a comérselo? De una cosa sí que podrán estar seguros los lectores de Viena Directo: de que, si Dios quiere, podrán enterarse de todo, cada día, post a post.

Para eso estamos.


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