Periodismo y poder. Episodios de una guerra interminable. Estos días se libra en Austria una batalla por un botín no pequeño: la misma ORF
12 de Febrero.- Como recordarán mis lectores, hace unas semanas estuve en la ONU hablando de lo que significa estar al frente de un medio de comunicación en español. Se suscitó allí un debate a propósito del periodismo que me ha dado mucho que pensar desde entonces. A pesar de que son material de trabajo para la cocina de este blog, publico el resultado de mis cavilaciones, porque creo que pueden ser de utilidad.
Desde mi punto de vista, la definición más concentrada de periodismo es esta: hacerle al lector inteligible lo que pasa. Soy consciente de que, según esta definición, muchas cosas que se venden como periodismo no lo son en realidad. Por ejemplo, la mera enumeración de sucesos, bajo mi punto de vista, no es periodismo. O es una calidad del periodismo muy menor. O sea: es lo mismo que decir que leer en voz alta la guía de teléfonos sirve para describir una ciudad.
En los últimos tiempos, sin embargo, pongamos desde hace Facebook para acá, se ha producido un desplazamiento, en mi opinión interesado, y el espacio que antes ocupaba el periodismo (o el espacio que antes ocupaba el periodismo para un determinado tipo de lector) ha pasado a ser ocupado por sucedáneos del periodismo. O sea, por la mera enumeración de sucesos. Como el cambio ha sido paulatino y sutil, hoy hay todavía mucha gente que cree que está informada pero que, en palabras de Rosa María Calaf, solamente está entretenida. Aunque sea citar un lugar común bastante pedestre, la sobreabundancia de información es en realidad una forma de enseñar el bosque para que no te dejen ver el árbol y no por muchas “breaking news” amanece más temprano.
Siguiendo el hilo de este razonamiento, cae por su peso que al poder, bueno, al Poder, no le interesa demasiado que exista el periodismo genuino –y el otro lo tolera, siempre que no se les den a los lectores demasiados puntos de enganche para atar cabos por su cuenta- y trata por todos los medios a) de reducir en lo posible su difusión, vía desprestigio, por ejemplo o b) de encogerlo hasta las meras relaciones públicas.
En estos días se libra en Austria un episodio muy interesante de esta guerra interminable. De antiguo son conocidas las malas relaciones que unen –más bien separan- al partido derécher y a la cadena pública austriaca. A lo largo de la historia reciente de Austria, las dos organizaciones han tenido encontronazos de todos los colores cuyo punto culminante fue, quizá, el registro que hizo la policía de la redacción de noticias de la ORF –hecho inédito en una democracia europea- en busca de los brutos de cámara de un reportaje en el que Strache –entonces aun una princesa del pop- departía con unos neonancis y de fondo se oía un “Sieg heil!”. El partido derécher sostenía que las imágenes habían sido manipuladas por la ORF para presentar a Strache bajo una luz desfavorable.
Antiguamente, naturalmente, el partido derécher sostenía que la ORF estaba infestada de peligrosos elementos bolcheviques cuyo designio era boicotear sus oportunidades de llegar al Gobierno y salvar así a Austria de la postración en la que se encontraba. Actualmente, como ya estamos siendo salvados de la postración, el partido derécher sostiene que los peligrosos elementos izquierdistas trabajan para boicotear la imprescindible labor reformadora que ha emprendido el Gobierno.
La sutil labor intoxicadora de la cadena pública austriaca pasaría, por ejemplo, por no mencionar a los ministros del partido derécher por su nombre, aunque hayan sido protagonistas de alguna noticia. Un poner: cuando se dio una información a propósito de unas negociaciones entre EPR y el país de Cruella de Merkel, el avieso reportero de la cadena pública austriaca mencionó por su nombre al ministro alemán, pero cuando Norbert Hofer esperaba oir su nombre, escuchó, sin dar crédito a sus pabellones auditivos algo como “del lado austriaco, el ministro competente…” (¡Sapristi! Debió de decir el no-aludido, mientras su mano se crispaba sobre la cabeza de su dóberman). Tampoco ha gustado mucho el tratamiento que la ORF ha dado a la noticia de la profunda remodelación que Hofer ha efectuado en una de las empresas públicas más poderosas de Austria: la ÖBB (los ferrocarriles austriacos). Tratamiento que incluyó imágenes de archivo en donde se veía a los recién nombrados en compañía de Jörg Haider (como cantaba el bolero: sombra de Rebeca, sombra de misterio, eres la cadena de mi cautiverio).
Así las cosas, este fin de semana, el vicecanciller Strache ha utilizado una de sus tribunas favoritas, el Österreich (gran periódico, pero sin duda mejor artículo de higiene íntima) para anunciar que quiere acabar con las cuotas obligatorias que se pagan a la ORF, el famoso GIS las cuales, según él, son un vestigio del pasado, una antigualla (y también, qué casualidad, una de las fuentes de financiación que permiten a la ORF ejercer la labor informativa que es una de las misiones que le otorga el férreo corsé legal que regula sus estatutos y funciones).
Hasta aquí, la mera enumeración de los hechos. Sin embargo, esta noticia y las anteriores, que han salido en los medios austriacos de manera más o menos destacada, cobran una luz nueva si, en la imagen, se introduce otro punto de comparación. Hace días, semanario vienés Falter, en el que sí que se hace periodismo de verdad la mayor parte del tiempo, sacó a la luz un interesante documento. Se trataba de la supuesta “lista de la compra” que Fellner (al que mis lectores conocen ya), el dueño del Österreich le habría pasado al Gobierno para cobrarse por los servicios prestados en forma, por ejemplo, de publirreportajes como la entrevista de este fin de semana a Strache. En la supuesta lista de la compra, Fellner (el cual no ha hecho periodismo de verdad en su vida, pero se trabaja muy bien los sucedáneos) pedía, por ejemplo, un encogimiento radical de la ORF, que pasaba incluso por la privatización del primer canal. La ORF, tanto en radio como en televisión, tiene en Austria una cuota de mercado mayoritaria (75%/25%) constituyendo así un serio obstáculo para los planes de expansión de Fellner en el de todas formas, sumamente reducido mercado austriaco.
Falter le preguntó a Fellner si el papel era auténtico y él, naturalmente, dijo que no. Pero que de todas formas, suscribía todos los puntos. Alguien, en algún despacho, debió de tomar nota.
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