Cosas que pasan en la “Repúlica” austriaca

Los españoles tendemos a pensar que somos los reyes de la chapuza. Hoy aprenderá el lector que los aborígenes no están muy lejos de nosotros.

18 de Febrero.- Dice el refrán, que unos crían la fama y otros cardan la lana y, como sucede con todos los refranes, con este es fácil encontrar de vez en cuando su fondo de verdad.

Los españoles somos, en el imaginario popular (por lo menos en el imaginario popular español) los reyes de la chapuza, del tente mientras cobro, de lo que dura cincuenta años siendo provisional, etcétera. Digo en el imaginario español, porque si hablas con un italiano, es probable que, después de alabar los tortellini, los fetuccini, y los spaghetini, se ponga a echar pestes de su patria. El otro día, me comentaba mi amigo Iván Darias que una coletilla que se utiliza en Cuba es „si este fuera un país normal“ (no hace falta decir que los españoles, sobre todo con la que está cayendo, utilizamos mucho la misma frase, pero no quise decírselo porque me dio un poco de apuro).

Pese a todo lo anterior, nuestros amigos, los aborígenes austriacos, tampoco se quedan mancos.

Uno de los pilares de la sociedad austriaca que parece aquejado por este tipo de aluminosis, la de la chapuza, es el Ministerio del Interior. Sin importar a qué partido pertenezca el titular de la cartera, parece que está perseguido por el gafe.

Siendo „menistro“ Sobotka, un socialista, las elecciones presidenciales de 2016 tuvieron que repetirse, debido a que los sobres en donde debían estar las papeletas no pegaban y no se podía garantizar el secreto del voto (no pudo demostrarse otra mala fe).

Más recientemente, los ciudadanos que habían acudido a la web del Ministerio a sacar certificados „onláin“ se dieron cuenta de que, primero, las máquinas se negaban a expedirlos y, después, cuando parecía que la avería se había arreglado, las máquinas los expedían a nombre de la „Repúlica“ de Austria (o sea la „Repulik“ Österreich) y, durante las horas que duró el fallo (que ha servido abundantemente de cachondeo en las redes sociales) era imposible obtener de otra manera un certificado que no tuviese faltas de ortografía.

Desde Enero de 2018, en Austria, son válidas las firmas necesarias para las iniciativas legislativas populares, lo mismo si el firmante moja la punta del boli con la punta de la lengua que si firma de manera electrónica ¿Y quién recoge las firmas? Pues claro: el Ministerio del Interior.

Coincidiendo con el principio del año, las mujeres del Partido Socialista han convocado una recogida de firmas para llevar al Parlamento una iniciativa legislativa popular que busca que se consagren en el ordenamiento jurídico austriaco una serie de derechos que deberían ser ya cosa de uso común en el siglo XXI. O sea, por ejemplo que esté prohibida terminantemente la brecha salarial entre hombres y mujeres.

Las mujeres que militan en partidos conservadores, lo cuento aunque sea aquí, de paso, están totalmente en desacuerdo con la iniciativa de sus hermanas socialistas. Particularmente, las señoras del partido derécher no ven que sea necesaria una cosa semejante (¿Brecha salarial? ¿Qué es eso? En fin)

Pues bien: cuando empezó la recogida de firmas onláin, cataplás: aquellos ciudadanos y ciudadanas que quisieron firmar la petición en internet, al objeto de que sus señorías se preocupasen de una cosa tan importante, se encontraron con que el servidor estaba caido. Las convocantes se tiraban de los pelos, claro, porque no podían convencerse de que la avería no fuera un avieso complot para que su petición no pudiese llevarse a cabo.

-!Quién sabe cuántos votantes vamos a perder con esto! -decían.

Preguntado el Ministerio, lógicamente, se lo tomaron todo con muchísima más calma (como cuando los sobres no pegaban). Despues de recordarles a las señoras convocantes, con pachorra que uno no puede calificar sino de típicamente funcionarial, que quien quisiera podía firmar también en papel, la respuesta oficial fue que se trataba de errores debidos a que el sistema estaba todavía „empezando“. En todas partes cuecen habas, vaya.


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