El Gobierno de EPR se ha puesto con la libreta en la mano a echar cuentas y a ver en qué gasta dinero en este ejercicio. Las prioridades están claras.
16 de Marzo.- El (no tan) nuevo Gobierno de esta nación está bien asesorado. El grupo de expertos relaciones públicas que todos los días se entrega a la tarea de conseguir que el ciudadano medio crea que un hombre cuyo logro académico más alto es haber aprobado la prueba de acceso a la Universidad puede llegar a ser un experto en política migratoria, está ahora en la tarea de ir filtrando poco a poco la manera en la que el Estado austriaco se gastará los impuestos que le pagamos entre todos los que trabajamos aquí. No se trata, como con las series de televisión o las películas, de ir creando expectación. Al fin y al cabo, los presupuestos generales del Estado (del Estado que sea) son un tema árido sobre el cual los políticos rara vez condescienden a discutir con el ciudadano medio.
Se trata, más probablemente, de evitar que al ciudadano medio, a la señora Ingeborg que compra en el Penny Markt los huevos más baratos aunque no sean biológicos, o al señor Jürgen al que no le operan de un abceso porque no hay anestesistas (verídico) se vayan acostumbrando a la idea de que un Gobierno neoliberal y de ultraderecha tiene muy claras sus prioridades. Y que es muy probable que ni a la señora Ingeborg ni al señor Jürgen les haya tocado la lotería de figurar de los primeros en esa lista.
Pero vayamos por partes.
Quizá recuerde el curioso lector que cuando, hace unos meses, a finales de diciembre del año pasado, Austria se convirtió en el país gobernado por el cancilller más mozo de la Unión Europea (nuestra propia versión del simpatiquérrimo -aunque sosete- Justin Trudeau) el Gobierno que se formó lanzó las campanas al vuelo !Por fin! Austria abandonaba su letargo de bella durmiente, una nueva generación tomaba las riendas, un nuevo impulso reformista iba a dejar la administración pública como los chorros del oro, hecha un modelo de eficiencia. La ciudadanía, hasta entonces esclavizada por un modelo tributario concebido por burócratas que gravaban insensatamente a los pobres trabajadores, pagaría menos impuestos. Sobre Austria brillaría un sol radiante de justicia.
Recordará quizá el curioso lector cómo se empezaron a anunciar bajadas impositivas sobre las rentas del trabajo, con lo cual todos los currantes austriacos cobrarían mucho más y correrían todos a las tiendas a gastarse la pasta en cosas utilísimas sin las cuales antes habían tenido que aprender a vivir.
Naturalmente, el segundo movimiento de esta sinfonía reformista se mantuvo en un prudente silencio. El Estado es como las casas de cualquiera de nosotros. Y si en lo que suelen llamarse sus arcas (qué metáfora más añeja, Dios mío) entra menos dinero, es obvio que hay que apretarse el cinturón. O, mejor dicho, hay que elegir en donde se gasta y en donde se deja de gastar.
Y aquí es donde entran las prioridades. Y la señora Ingeborg. Y el señor Jürgen.
El Gobierno, instruido por su equipo de relaciones públicas, lleva toda la semana filtrando con cuentagotas las áreas del presupuesto en las que se va a concentrar el ahorro.
El detalle de los presupuestos se conocerá la semana que viene pero ya se pueden adelantar algunas cosas, ninguna de las cuales es inesperada, habiendo negociado los prespuestos quien los ha negociado.
El Gobierno va a gastar menos en el próximo ejercicio, pero sobre todo va a gastar menos en aquellas áreas que, por un lado, no le van a producir gran quebranto electoral porque los afectados por los recortes van a ser (vamos a ser) gente que no tenemos derecho a voto en Austria, con lo cual no vamos a poder protestar.
Y sin embargo la reducción de gastos se va a dar en áreas muy delicadas y uno diría que bastante importantes para la paz social austriaca. Por ejemplo, el Gobierno va a gastar menos en integración. Se va a recortar en programas de alfabetización, inserción laboral y aprendizaje de alemán para refugiados y para extranjeros en general. A nadie se le escapa que si toda esa gente que ahora puede tener un cierto futuro laboral y, con ello, dejar de ser una carga para el Estado, tendrá a partir de ahora que buscarse la vida de otras maneras. A la larga, es probable que le salgan más caros al Estado.
También se va a recortar, por ejemplo, en los programas para parados de larga duración. No se va a recortar en el Ejército, aunque los soldados que nos defienden no van a recibir todo lo que el partido derécher quería (nada más y nada menos que un 1% del total de fondos disponibles).
Las ayudas a la natalidad también favorecerán a las parejas que tengan medios económicos más saneados. Como digo, nada de extrañar. Desgraciadamente.
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