Chau pescau

Un personaje austriaco muy conocido ha dicho, de manera sorprendente, que se marcha. Y lo más sorprendente es que se va él y no le echan.

7 de Mayo.- Nuestra civilización, nuestra cultura, es esencialmente optimista. Aunque pueda parecer lo contrario el mundo occidental, sin optimismo, no hubiera llegado a ser lo que es. Una de las bases del capitalismo es el crédito, o sea, las deudas, pagar los gastos de hoy con lo que uno piensa que va a ganar mañana. Y naturalmente, si uno no piensa que va a ganar mañana más que hoy, pues arreglados estamos.

Este mito fundacional, el del crecimiento contínuo, es algo que desafía cualquier noción lógica. En la naturaleza nada crece ni progresa indefinidamente. Ya lo decía el anuncio de Cucal. Las cucarachas nacen, crecen y con Cucal (pausa) mueren y desaparecen. Los seres humanos nacemos, crecemos y nos ponemos como motos, pero llegado un momento, empezamos a ponernos chuchurríos, empezamos a tener achaques y, finalmente, le dejamos el sitio en la residencia al siguiente viejecito.

Resulta paradójico cómo esta noción completamente artificial y absolutamente fuera de toda lógica, la del optimismo contínuo, la del orgasmo eternamente aplazado pero siempre inminente, sea el motor de nuestra civilización y que haya sido la zanahoria atada a un palo que nos ha hecho progresar y cambiar el ábaco por el ordenador en un espacio de tiempo que se podría cubrir con siete u ocho ancianos cogidos de la mano.

Este optimismo a prueba de bombas es, sin duda, lo que más distingue al (todavía) jefe de los Neos. Matthias Strolz es una de esas personas a las que uno se imagina en una entrevista de trabajo intentando demostrar que lo único que le hace falta para comerse el mundo es que le den un cuchillo (aunque no corte mucho) y un tenedor aunque no tenga púas. Tiende además a hablar demasiado alto y uno no tiene más remedio que imaginárselo como una especie de profesor de gimnasia que se viera en la necesidad de fingir constantemente que está dándolo todo para que los alumnos no dejen de hacer flexiones.

Hoy, Strolz ha anunciado que se retira de la jefatura de los Neos aunque lo hará de forma paulatina (más que nada para que el personal se desacostumbre a él y dejarle sitio a su sucesor o sucesora). Lo ha hecho sin previo aviso, convocando a las diez una rueda de prensa que era a las doce. Con su tono habitual, como de estarse preparando para correr una maratón, ha dicho que se va porque se lo pide el corazón, pero que al ser su deseo proveniente de su víscera cardiaca que no se hará con prisas. Sino despacito. Que deprisa solo crecen las malas hierbas (sic). En general, creo que los austriacos han considerado la retirada de Strolz como una pérdida más que otra cosa.

A pesar de que tenía sus momentos « cuñaos », se puede decir que Strolz era, junto con Kern, de lo más salvable dentro del panorama político austriaco. Un hombre que ha conseguido posicionar a los Neos en un segmento muy difícil, el de los que andan por los cuarenta, viven en ciudades y tienen un nivel educativo profesional medio-alto. Era un segmento que antiguamente se trabajaban los verdes, pero Strolz y los suyos vieron que había un mercado para los progresistas de derechas. O sea, esos que en lo económico son liberales pero que son de izquierdas en las costumbres. Gente leída, que ha trabajado y no se puede tomar en serio a una persona como Sebastian Kurz, que todo lo que dice sobre el mundo real lo dice de oidas.

Strolz ha sido el puente tendido entre eso que parece, así dicho, un Bósforo ideológico, pero que tiene mucha lógica en un país como Austria, en donde lo de nadar y guardar la ropa ha sido una cosa que se ha estilado siempre. Ahora se abre el difícil y arriesgado camino de la sucesión. Veremos si quien venga puede hacer suya la que ha sido la pauta de Strolz, o sea, reformemos, racionalicemos, pero no seamos demasiado originales. Picassos ya hay muchos, y no todos buenos, conformémonos con ser Sorolla. Amén.


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