La rasmia

Según el Gobierno austriaco, desde hoy todos somos un poco más libres. Quizá no hubieramos querido llegar a serlo.

Rasmia: aragonesismo f. Ar. Empuje y tesón para acometer y continuar una empresa. (DRAE)

5 de Julio.- Pues parece que no sirvió de nada manifestarse. Hoy, en el Parlamento de la Ringstrasse (bueno, no : en el Hofburg, que el Parlamento está en obras) se ha aprobado la ley que « flexibiliza » las doce horas de trabajo.

Según quienes lo han visto, el debate ha sido bastante accidentado y no exento de esas quisicosas con las que los políticos tratan de atraernos en el prime time.

Las posiciones al respecto de este asunto no se han movido ni un milímetro. Bueno, sí : a peor. Porque lo de las 12 horas será efectivo desde septiembre.

La oposición, o sea, los socialistas, han dicho que se trata del empeoramiento más peor (valga la rebuznancia) de las condiciones de trabajo de los austriacos en los últimos treinta años. Entre otras cosas.

La defensa, desde el Gobierno ha sido directamente tragicómica. Si no fuera porque es verdad, cabría pensar que todo el asunto estaba escrito por un guionista no especialmente talentoso de comedia de situación.

La Ministra de Asuntos Sociales –la cual, por cierto sufrió una pitada espantosa hace un par de semanas cuando intetó reunirse con los sindicatos para convencerles de las bondades de la reforma- ha terminado su discurso con una cita de Karl Marx. Amárrame esos pavos. Dicha cita is the following : « La libertad es un lujo que no todo el mundo puede permitirse » para luego aöadir que, gracias a la bonita ley que hoy el Gobierno austriaco ha aprobado, la libertad será un lujo al alcance de las clases trabajadoras.

(Aclaración : la Ministra de Asuntos Sociales austriaca da por hecho que los trabajadores austriacos se mueren de ganas de trabajar muchas más horas de las que ya trabajan y sostiene que antes no podían hacerlo, porque había una ley castradora que se interponía entre dichos trabajadores y las jornadas maratonianas ; ahora, podrán de manera que estarán en condiciones de distribuir más sus descansos –se les pagará en tiempo libre o en dinero, según la ley, la cual, de todas formas, es un tanto nebulosa).

Este punto, el de la voluntariedad, es el que no se le cae de la boca al Gobierno austriaco, en vista de que la ley es difícilmente defendible desde otros puntos de vista. Y todo a pesar de que la voluntariedad, en cuanto hay un contrato y un convenio colectivo de por medio, resulte más que discutible. Para dar una muestra de lo voluntarias que son las relaciones laborales, hace unos días, al hilo de esta ley, el presidente de la patronal dijo que todos los que están (estamos) protestando por el tema de las doce horas, lo que somos en realidad es unos vagos que no queremos trabajar. El sagaz periodista le preguntó si las personas que trabajan diez horas (el límite legal hasta hoy) son vagas. El presidente de la patronal dijo que no, claro, pero que, atención « nadie se había muerto por estar doce horas en una oficina ». Si uno busca voluntariedad, probablemente convenga ir a buscarla a casa del presidente de la patrona austriaca. Dadas sus declaraciones es presumible de que disponga de un manantial del que brota la voluntariedad más pura. En fin.

El portavoz del grupo parlamentario derécher, Sr. Rosenkranz (no es pariente, aclaramos, de Barbara Rosenkranz, ha acusado a la oposición de estar compuesta por un hatajo de mentirosos y de (esto si, textual) « sindicalistas rabiosos » (glubs). También ha afirmado que él personalmente ha recogido muestras de afecto y apoyo de trabajadores que « se froyan » por la nueva ley. No ha dicho si ha habido niöos que le hayan pedido trabajar en las minas de carbón o si ha habido también trabajadores que, poseidos por la rasmia (he aprendido hoy la palabra y estaba deseando usarla) le han pedido que, además de las doce horas, el Gobierno desentierre otros incentivos laborales como el látigo de siete colas o el potro.

La anécdota la han puesto las pancartas. Como ya la política se hace para los telediarios, sus senorias los diputados austriacos iban equipados con pancartas (es lo que se llama asegurarse un total). Los del lado de Mordor con eslóganes en los que decían que las ocho horas eran la norma y que esto que se ha aprobado hoy es la excepción. Los « sindicalistas rabiosos » con pancartas en las que decían que los de Mordor eran unos troleros.

Los presidentes de la cámara austriaca les han tenido que recordar a sus señorías que no se pasasen con el tema del pancarteo y, muy austriacos, les han indicado que el uso en estos casos es mantener la pancarta alzada treinta segundos.


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