Pierre Nodoyuna contra el Profesor Siesta

Y mientras tanto, en Viena…Hace unos días que teníamos abandonadas a las altas esferas. Ha llegado la hora de subsanar el error.

18 de Julio.- Algo se mueve dentro de la ultraderecha austriaca. Es una intranquilidad que brota de que, desde que Strache está en el Gobierno, ya no es el que era (ya no puede ser el que era, entre otras cosas porque hay un equipo de esforzados relaciones públicas que no le dejan ser el que era). O, mejor dicho, quizá lo que suceda es que dos equipos de relaciones públicas han entrado en conflicto. O sea, los de antes y los de ahora.

Si retrocedemos un poco, nos daremos cuenta de que, desde la agarrada que Strache tuvo con el presentador de la ORF Armin Wolf, agarrada que le costó un acuerdo extrajudicial que evitó que el vicecanciller de la República austriaca se sentara en el banquillo de los acusados, sus palabras y sus actos no se apartan un punto de los de Sebastian Kurz. Entre los dos, reina el acuerdo de que, de puertas para afuera o sea, en la Unión, es Kurz el que se bate el cobre (o sea, los que le escriben los discursos a Kurz). De puertas para adentro, en el frente doméstico, es Strache el que da la cara. De momento, el acuerdo ha dado unos resultados espléndidos. Cautivo y desarmado el ejército rojo (por el de Kern, que ha desaprovechado bolas como las que le ponían a Fernando VII) la consigna es salirse lo menos posible del «wording» preparado por el equipo de asesores del que hablábamos arriba, el cual carga con la difícil misión de conseguir que un protésico dental y un bachiller con más talento escénico que otra cosa tengan un aspecto aceptable de estadistas.

Esto, sin embargo, tiene un problema para el partido que soporta a Strache en el Gobierno. El público objetivo de la propaganda del FPÖ han sido siempre los estratos más bajos de la escala laboral, eso tan vago que en España la izquierda populista describe con esa enigmática expresión de «la gente» y antiguamente se llamaba «el hombre de la calle». La cajera del Billa que ve amenazado su trabajo por la robotización, el que hace agujeros en las calles, el camarero que piensa que el único extranjero bueno es el de la patera que se hunde y que las mujeres ya tienen todo lo que les hace falta para ser felices si poseen una cocina pasablemente equipada. Por esa acera, todo seguido.

Ese núcleo de personas, respetable, como todos, pero de reacciones algo más lentas que las del resto de la población, está llevándose la desagradable sorpresa de que el Gobierno, su gobiernito de su alma, está aprobando leyes que pretenden hacer más rico al rico y más pobre al pobre. Por otra parte, era previsible. Jornada de doce horas, «reestructuraciones» en la sanidad, cosas así. El FPÖ sabe que si pierde al hombre de la calle pierde su sostén más fuerte y, por lo mismo, trata de vez en cuando de fortalecer la retórica del «nosotros, la gente» contra «ellos, la casta, el stablishment», que tan buenos resultados le daba cuando era la eterna oposición, Strache era una princesa del pop que estaba deseando convertirse en una gran dama de la canción y de vez en cuando saltaban a los medios casos (naturalmente, aislados) de gente que cantaba canciones de cuando la guerra, que no eran las de Zarah Leander, precisamente. Es una retórica que solamente es una variación del «nosotros, los austriacos» contra «ellos, los extranjeros». El mismo esquema binario. La misma planicie neuronal.

En este marco hay que entender el rifirrafe que Harald Vilimsky, el que pasa por ser la eminencia gris detrás de Strache y al que yo llamo mentalmente Pierre Nodoyuna, como el personaje este de los dibujos animados que siempre estaba tramando algo, está teniendo con el presidente de EPR , Sr. VdB, a quien sus enemigos acusan constantemente de estar imitando al profesor siesta.

Vilimsky atacó hace unos días furibundamente a Jean Paul Juncker, debido a un video en el que el hombre avanzaba con paso vacilante durante la última cumbre de la OTAN. Vilimsky llamó borrachuzo al que pasa por ser la bestia negra del extremismo europeo y pidió su dimisión (parece ser que, el que fuera ministro de finanzas de Luxemburgo tiene en realidad un problema de cadera secuela de un antiguo accidente de coche, que le produce dolores incontrolables). VdB le llamó la atención (a Vilimsky) en una entrevista y a partir de ahí le han llovido críticas al presidente desde el FPÖ acusándole de parcial y de verde (por el partido, no porque a VdB le gusten a su edad las señoras más de la cuenta). No hace falta ser muy listo para darse cuenta de que la máquina de propaganda del FPÖ funcionaba mejor cuando tenía delante un enemigo reconocible, por ejemplo, los verdes. Ahora que no los hay, lo mismo que no hay oposición digna de ese nombre, el entusiasmo de la famélica legión corre el peligro de desinflarse y hay que buscar estratagemas.


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