Cuando parecía que la carrera de Conchita Wurst languidecía, ha recibido un empujoncito de la zona más inesperada.
7 de Agosto.- Normalmente, participar en el festival de Eurovisión, aunque ganen, significa para muchos cantantes el engrosar la lista de los STHVNMA, o sea, Si te he visto, no me acuerdo. Sobre todo, sino hay nada detrás, un talento determinado, una personalidad que justifique el haber conseguido más « dus puáns » que nadie. Como máximo, el ir de invitado una vez al año a esos programas en los que ellos cuentan su experiencia. Debe de ser triste eso de verse eternamente joven en imágenes retrospectivas y comprobar cada día cómo la ancianidad se va acercando sin que uno tenga más medios de vida que vender una exclusivilla o cantar en fiestas de pueblo refritos de los viejos éxitos.
Naturalmente, también ha habido casos que no han llegado al patetismo : Julio Iglesias, por ejemplo, escapó del gafe y convirtió la necesidad urgente de un logopeda en un negocio millonario que dura hasta hoy; y Salvador Sobral parece que también lo hará, porque sin duda Eurovisión fue en su carrera una anécdota. A priori, uno no debería estar demasiado seguro de que el fenómeno Conchita Wurst fuera a prolongarse demasiado en el tiempo. Al fin y al cabo, lo que resulta sorprendente del personaje no parece algo sobre lo que se pueda sustentar una carrera. Y sin embargo, a pesar de los pesares, Conchita Wurst sigue ahí, porque sin duda ocupa un nicho : el de ser todo lo progresista que Austria puede permitirse. Ya se sabe : cría fama y échate a dormir.
Sin embargo, sería un error decir que lo de resistir lo hace Conchita por sí misma, sino que hay gente que viene en su ayuda generosamente. El último en hacerlo ha sido el baranda de la radiotelevisión pública turca, el cual se conoce que no ve mucho el festival de Eurovisión, porque ha utilizado a Conchi como argumento para explicar el por qué Turquía no participa en el certamen.
El caballero ha apelado a la responsabilidad con los turcos que tiene por mor de su cargo. Preguntado por los periodistas, ha dicho que Turquía no vuelve a Eurovisión porque en el festival de la canción hay una gran confusión en los valores, parece ser que ha dicho que reina un « caos mental » y que él, a las nueve de la noche, cuando los tiernos infantes turcos están viendo la televisión, no puede poner un programa en el que se corre el riesgo de que, de pronto, sin previo aviso, aparezca en la pantalla una cosa tan espantosa como un hombre con barba y vestido de mujer, un hombre que no es ni hombre ni mujer, que dice que es las dos cosas a la vez.
Los angelitos turcos, naturalmente, podrían hacerse preguntas, se podrían plantear en sus pequeöas cabecitas peligrosos dilemas de los que, en todo caso, conviene mantener alejados a los niños, a fin de que no se contagien de ideas disolventes y estrafalarias, como que en esta vida hay que ser tolerantes con modos de vida distintos a los de uno, siempre que, como pasa con Conchita, no le hagan daño a nadie. O es que Conchi le hace daño a alguien y solo los turcos se han dado cuenta ?
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