Felicidades : si estás leyendo esto probablemente te encuentres en un lugar privilegiado para entender el siglo XXI.
28 de Agosto.- Ayer, aprovechando una circunstancia favorable, estuve cenando con un amigo.
A mí me gusta mucho encontrarme con mis amigos –últimamente menos de lo que yo quisiera, por cosas de la vida- porque junto a ellos tengo la agradable sensación de estar siempre al lado de gente más lista que yo.
Me reconozco bastante normalito pero creo que una de mis cualidades es procurar siempre estar rodeado de gente extraordinaria. Quizá por si se me pega algo.
Este amigo mío de ayer, aparte de listo, es muy moderno. En el buen sentido.
Mientras paseabamos ayer por las calles de esta metrópoli, nos contábamos nuestras aventuras, y nos echábamos unas risas, yo trataba de pensar por qué este amigo mío es tan moderno dado que en él la modernidad es algo observable. Una cosa que le sale natural. Es más, me puse a pensar en qué cosa sea ser moderno.
La palabra viene de una voz latina (modernus, cómo no) que significa reciente y esta, a su vez de una locución que significa « modo en el que se hacen las cosas hoy en día ».
Después de dejar a mi amigo en su tranvía y yo coger el mío, rodeado de viajeros que iban pensando en cosas mucho menos complicadas me puse a reflexionar sobre el tema y concluí que muchas de las cosas en las que yo resumiría ser moderno coinciden con muchas de las características que, espontáneamente, salen en las personas que son migrantes. En ese sentido, creo que la vida nos ha colocado a los migrantes en un lugar que aporta un punto de vista privilegiado sobre lo que significa ser moderno hoy. Hacer las cosas de acuerdo con los tiempos que corren. Ser una persona del siglo XXI.
Definir lo que significa ser moderno, en mi opinión, es vital para entender otras cosas.
Por ejemplo, el porqué de la resistencia a la modernidad que ha llevado a grandes capas de la población a ser rebelarse contra esa modernidad que se les viene encima sin que lo puedan evitar y votar a partidos (por ejemplo los que forman el Gobierno austriaco actual) que precisamente les prometen lo contrario a la modernidad. O sea, que la vida va a seguir igual (¿Igual que cómo ? No se sabe. En la receta del anestésico no lo pone).
Tomando como ejemplo a mi amigo, diría que ser moderno es, aunque uno viva en el país en el que ha nacido, darse cuenta de que las antiguas fronteras nacionales tienen cada vez menos sentido y que, por tanto, los estados-nación son cada vez una cosa que se aleja más de la experiencia cotidiana de la gente.
Para muchos de los « resistentes » este es el hueso más duro de roer de la modernidad porque la modernidad excluye rasgos de identidad tan fuertes, tan « duros » podríamos decir, como los que inevitablemente acarrea el nacionalismo como se entendía antiguamente. O sea, para mi ser español empieza a significar poco más que el sitio en donde he nacido y una cierta porción de cosas que, en ningún caso, supondrían una diferencia irreconciliable con nadie nacido, por ejemplo, en Francia (saber quién fue Rocío Jurado, cierto sentido del humor, el amor por el aceite de oliva, esas cosas).
De estas nuevas identidades por supuesto quedan excluidas cosas de tan mala educación como la de morir por la patria (Cae por su peso : ¿Por qué patria ? ¿Por el sitio en donde he nacido ? ¿Por el lugar en el que llevo viviendo media vida? Puede que no sea mi caso, pero si dentro de cinco años voy a vivir en otro sitio que me va a gustar igual que este ¿Será ese nuevo sitio la patria por la que morir ?)
Esto implica necesariamente construir otro modelo de identidad, enfrentarse a las preguntas tradicionales del qué soy, quién soy y a dónde pertenezco de otra manera. Tener que pensarse a uno mismo de manera más flexible : algo que no todo el mundo está ni dispuesto ni, lo que es peor, capacitado para hacer.
No es casualidad que, ante este aparente vacío dejado por los viejos modelos de identidad, vivamos un boom de las identidades. Si algo define el siglo XXI –para mal- es un boom de los lobbys, del sentimiento de pertenencia.
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