Una horita corta

La gran mayoría de los austriacos están en contra de un ritual anual. Ya se sabe: si hay que ir se va, pero ir pa ná…

30 de Agosto.- Mis queridos paisanos, los austriacos no son famosos exactamente por innovadores. Es uno de los factores de la gran calidad de vida de este país. Aquí, uno coge la posturita, y hale. Cuando surge la posibilidad de efectuar un cambio en cualquier ámbito, mis queridos austriacos son como mis gatos. Abren un ojillo, se hacen a la idea del esfuerzo que costaría moverse y dicen que si hay que ir se va, pero ir pa ná, es tontería.

Esto fue lo que quiso decir Gustav Mahler cuando dijo que quería que el fin de los tiempos le pillase en Austria, porque aquí todo pasaba cinco décadas más tarde.

Por esta lógica, hay una cosa de la Unión Europea que a los austriacos les pone del hígado, y es el cambio de hora. Tiene las dos cosas que a los austriacos les molestan más. Por un lado, es un cambio de una costumbre. O sea, que se cambia la hora (en invierno y en verano) y cuando uno se está acostumbrando, seis meses más tarde –mis austriacos son de digestiones lentas- hale, otra vez a cambiarla. Una extorsión.

Luego, naturalmente, que mis austriacos de mi alma piensan que esto de cambiar la hora es una imposición estalinista de la Unión Europea y que dicha imposición, los burócratas de Bruselas la acometen nada más que para chinchar al personal.

Así pues, cuando dicha Unión ha efectuado una encuesta onláin par averiguar lo que los europeos piensan del cambio de hora, mis convecinos se ha lanzado cual buitres sobre los teclados, a decir « de que no » furiosamente. Yo pienso que más que nada por protestar, que es algo que el homo austriacus hace con mucho gusto, sobre todo, como queda dicho, cuando le sacan de la posturita.

De cualquier posturita.

Personalmente, a mí el cambio de la hora ni fú ni fá. O sea, que me da igual. Incluso lo encuentro una costumbre entrañable. También hay que pensar en la cantidad de periodistas que van a quedarse sin sus dos piezas anuales –hay periodistas a los que la imaginación no les da para más-. Aquello de « hoy vamos a dormir una hora menos » o « hoy vamos a dormir una hora más » o lo de (con esto ya serían tres piezas) « los efectos en el cuerpo humano del cambio de hora ». Una juerga.

Hay que decir también que en la Unión Europea son de digestiones lentillas también. El cambio de hora lleva haciéndose desde los setenta del siglo pasado y ahora, casi cinco décadas después, les da por pensar que bueno, que a lo mejor no, y que oye, que igual no se ahorra energía después de todo y que tal y que cual.

Es bonito que Austria, siendo un país tan cuqui, tenga una influencia tan grande en la manera de ser de todo un continente.


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