La sociedad en su conjunto está perdiendo algo muy valioso. La capacidad de duda. Internet, en mi opinión, tiene la culpa.
17 de Septiembre.- En mis peores pesadillas hay una persona, de entre los miles que me leen o me han leido alguna vez, que se pone a rebuscar cosas que he escrito, a sacarlas de contexto (o, incluso, sin sacarlas) y me pone la cara colorada bien en directo o bien en ciberdiferido. Su voz susurrante resuena en mis oídos :
-Querido Paquito…¿Por qué escribiste tal o cual cosa ?
Y uno dice lo que Ignacio Escolar en su blog. Eso de «en aquel momento, parecía una buena idea ». Y el auditorio le abuchea o le condena al ostracismo público.
Internet está evolucionando de un modo muy preocupante y de entre todos los modos en que internet está resultando preocupante (el robo de datos, la necesidad de autoexhibición constante, la llamada « economía colaborativa » que solo es economía porque le chupa la sangre a los nuevos esclavos del siglo XX y es colaborativa porque nos hace a todos que colaboremos en su esclavitud) una de las perfidias a las que no se les presta atención es la eliminación de la capacidad de evolución, lo que se llama también « derecho al olvido ». O sea, derecho a que la red, esa inmensa memoria implacable, se olvide de una vez de algo que hicimos en el pasado y sobre lo que a nosotros nos gustaría que se corriera un tupido velo.
Cualquiera que haya leido Viena Directo más de dos veces y media, aunque solo sea en diagonal, puede estar en condiciones de saber cómo pienso de según qué cosas. Una de mis convicciones más arraigadas es que en cualquier medida positiva para el bien general es tolerable una cierta cantidad de daöo colateral. Por ejemplo, me parece que es asumible por el conjunto de la sociedad que, de entre los miles de desempleados que cobran una prestación del Estado haya un porcentaje pequeño de ellos que trabajen en negro. El que un cinco por ciento se beneficie dela prestación injustamente no es razón ninguna, bajo mi punto de vista, para quitarles la prestación al otro noventa y cinco por ciento que la disfruta sin ningún tipo de cargo de conciencia. Del mismo modo, es de buena educación asumir que si alguien escribió algo en internet hace una década, puede haber cambiado de opinión. Puede ser que, en la criba, se nos escape alguno que otro que no haya cambiado de opinión o evolucionado o llámalo X, pero eso no implica que todos los otros tengan que quedar marcados para siempre con algo que escribieron quizá en un calentón o porque lo pensaban en ese momento.
La evolución actual de internet, unida a la esclavitud que nos encadena a ciertas formas pérfidas de corrección política, está convirtiendo la conversación pública en un espacio cada vez más irrespirable, en donde cada vez es más difícil no ya expresarse en libertad (y la libertad consiste, sobre todo, en que las consecuencias de lo que uno dice y hace no sean trágicas) sino eso tan sano que consiste en decir tonterías de vez en cuando (quien esté libre de ese pecado, ya puede ir aprovisionándose de cantos).
Dicho esto : probablemente Hubert Keyl (partido derécher) no sea esa persona con la que yo me iría por ahí a tomarme unas cervezas. Por lo que se ha leido en la prensa autóctona, Keyl Es autor de una gesta difícilmente repetible. Sus coleguis de Burschenschaft (esas organizaciones en donde la gente dice que se cantan unas coplas que le pondrían los pelos de gallina al doctor Mengele) le echaron de la organización. A lo largo de su vida ha estado envuelto en asuntos oscuros (de los que implican apaleamientos) e incluso ha sido la mano derecha de personajes de esos que uno querría tener lejos de su vera por si las fuerzas (del orden).
Keyl debe de ser un caballero, ya digo, de esos difíciles. No solo con los que no son de su cuerda sino con los que lo son. O sea, que va por la vida haciendo amigos. Y aún yendo por la vida así, ha conseguido que le propusieran para un cargo, el de ser juez de lo contencioso administrativo. Herr Keyl ha tenido que retirar su candidatura –es uno de taaaantos casos aislados a los que nos tiene acostumbrado el partido derécher– porque alguien ha desenterrado una carta al director publicada en un semanario del entorno del FPÖ, que es una publicación de esas que habría que mantener lejos, muy lejos, pero que muy lejos, del alcance de los menores de edad. Podría utilizar expresiones gruesas para describir el papel en cuestión, pero no lo hago porque luego dice mi madre que me resta valor como escritor.
La tormenta en internet ha sido muy salvaje, con rebelación de datos personales no solo de esta persona, sino también de su familia.
Vale : estamos de acuerdo. Hay muchas posibilidades que este hombre sea lo que aparenta ser pero ¿Y si no lo es ?
¿Puede una persona (un político, pero una persona pública de cualquier especie igual) ser sometida a unos mecanismos de control medievales, solo porque sea un antipático (de merde) ? Y todavía, él mismo, tendría un pase, pero su familia?
En los recreos del colegio, los críos, como yo no quería (ni sabía) jugar al fútbol, me dejaban siempre solo. Quizá por eso soy muy sensible, desde chico, al poder insano de la multitud sin ojos. Internet ha multiplicado al monstruo. Y cualquier día de estos, con razón o no, cualquiera de vosotros, yo mismo, podemos ser la siguiente víctima.
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