Lo dijo Christa y sus predicciones fueron correctísimas. Así que ayer, hice una cosa que hacía mucho que no hacía.
22 de Septiembre.- Una de las cosas que más me gusta de vivir en Austria son las personas que dan la información meteorológica. Hay una señora que se llama Christa, en la ORF, que a uno le da la sensación de que es pitonisa o algo. Hace unos días, Christa, que es tan amable, tan maternal, pero firme como una profesora de química de instituto de secundaria, dijo:
-Señores, el verano se ha terminado. Tal día -por ayer- será el último de calor que tendremos en 2018.
Como Christa no se equivoca casi nunca, ayer salí con la cámara y me puse a fotografiar el último día del verano, sabiendo que no habría mañana (un mañana caluroso, se entiende). Fue un placer, porque, haciéndolo, me di cuenta de que, como estoy muy ocupado con fotos como esta
ya me había olvidado de lo que se siente al hacer fotos por la calle, simplemente, componiendo las fotos según la realidad va sugiriendo, sin calentarse mucho la cabeza.
Disfruté mucho de esa libertad, como se disfruta no teniendo responsabilidad y, al mismo tiempo, dejándose fluir.
Dejo aquí a mis lectores los resultados (fundamentalmente, para los que me leen desde el extranjero) para que sepan que, en Viena, una vez, hubo verano, pero que ya ha hecho chimpún.
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