Desde Nigeria a Viena, pasando por Klagenfurt, hay un camino largo, pero creo que a él le ha merecido la pena. A ti, quizá, también.
23 de Septiembre.- El modelo que es protagonista de estas imágenes se llama Uyi, y ha hecho hoy un largo camino, desde Klagenfurt, al otro lado de Austria, para que yo le fotografiase.
Uyi es de Nigeria y lleva como yo bastante tiempo en Austria. Su pasión es el gimnasio, como por otra parte, es fácil deducir de las fotos. Está casado y tiene un niño muy salado, de dieciséis meses, que ha estado mirándonos durante toda la sesión. Es bastante dudoso que el niño haya entendido mucho de lo que estábamos haciendo. Si uno se pone a pensarlo, la verdad es que la situación de una sesión de fotos resulta bastante rara.
El modelo está delante de la cámara y el fotógrafo (o sea, yo) está esperando a que el modelo le proporcione motivos que fotografiar. Así ha sido siempre, sin embargo, desde que el primer hombre de las cavernas se dio cuenta de que había piedras que tiznaban las superficies y que, en ellas, podía dejar testimonio de la apariencia de sus semejantes.
El fotógrafo, a diferencia de sus compañeros de fatigas del neolítico, de los que pintaron los frescos de Pompeya o de los que se afanaron por plasmar sobre diferentes materiales la efímera belleza del cuerpo humano o de un paisaje, tiene la ventaja de que no se mancha, aunque la búsqueda de encuadres o los aspectos de la luz más favorecedores) no dejan de ser un deporte.
Yo, por ejemplo, durante la sesión de hoy, he sudado lo mío, encorvándome, subiendo, poniendo los fondos, bajando, moviendo la luz (a veces, solo un par de centímetros), corrigiendo el ángulo de este flash o del otro. Todo, para poder hacer la magia que están viendo mis lectores.
Pero se hace con gusto, porque uno ve el brillo en los ojos cuando enseña las fotografías a quien ha posado incluso cuando el material en bruto es solamente un pálido reflejo de lo que se puede hacer (aunque yo sea partidario solamente de los retoques estrictamente necesarios y, generalmente, de aquellos que corrigen aquellos aspectos en los que, en mi opinión, no he estado tan acertado.
En fin: si vives en Viena y quieres que haga magia contigo también, no tienes más que escribirme un mensaje. Es una magia al alcance de todos los bolsillos.
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