Romy Schneider: la mujer más triste del mundo

El domingo pasado, Romy Schneider hubiera cumplido ochenta años. Empezamos un repaso a su apasionante y triste vida.

26 de Septiembre.- En 1974, la actriz alemana Rosa Albach Retty, hija, madre y, sobre todo, abuela de actores, alcanzó el siglo de vida. Cuando murió, en 1980, tenía ciento cinco años. Poca gente se acordaría de ella hoy en día, fuera de los eruditos, si no fuera porque una de sus nietas alcanzó la fama mundial en el mismo oficio en el que ella había triunfado durante la Belle Epoque. Con ocasión de su centenario, o quizá un poco después, fueron muchos los periodistas que se interesaron por sus opiniones. En particular, se interesaron por lo que ella opinaba de su nieta más famosa. Para su sorpresa, Rosa Albach Retty no demostró hacia ella más que desprecio.

No es una auténtica actriz -dijo- solo ha hecho cine.

La nieta de Rosa Albach Retty era Romy Schneider, una de las mujeres más bellas, más inteligentes y, probablemente, más desgraciadas de su época.

El domingo pasado, día 23 de Septiembre, hubiera cumplido ochenta años.

Aunque hoy la famosa sea ella (le sobrevivió una hija que también es actriz en Francia y que continúa con la dinastía que hunde sus raíces en el polvoriento teatro del siglo XIX), Romy Schneider fue la hija de dos actores muy famosos. Su padre, Wolf Albach Retty, fue un galán muy famoso en el periodo de entreguerras y, al mismo tiempo, nunca ocultó sus simpatías nazis que le unían a su madre, a la que ya mencionábamos más arriba, Rosa Albach Retty. La madre de Romy Schneider fue Magda Schneider. Con su aspecto pizpireto, Schneider vivió su mayor periodo de esplendor precisamente entre 1930 y el nacimiento de su hija Romy. Durante ese periodo, Magda Schneider hizo todas las secretarias y las telefonistas del cine alemán, en películas de evasión en donde siempre interpretaba más o menos el mismo personaje, el que después haría en las películas que consagraron a su hija, esta vez vestida con las crinolinas del periodo de Francisco José. El de muchacha (luego señora) conservadora y gorjeante.

A partir de 1938, después de dar a luz a su hija Romy, Magda empezó a espaciar sus apariciones cinematográficas pero, como le pasaba a su marido, Wolf Albach Retty, fue una convencida activista nazi y visitó a Hitler en numerosas ocasiones en su retiro cerca de Salzburgo.

Romy Schneider vino al mundo en Septiembre de 1938 en una clínica situada en Döbling, un barrio relativamente distinguido de la capital de Austria. A las cuatro semanas de su nacimiento, Romy Schneider fue llevada a casa de sus abuelos, en Baviera, para que se criara junto a su hermano Wolf. Sus padres no podían hacerse cargo de ellos, debido a sus numerosos compromisos profesionales. Durante todo su primer año de vida, Romy Schneider estuvo al cargo de una institutriz.

En 1944 fue a la escuela de la aldea de sus abuelos pero a partir del 49, ya terminada la guerra y tras la separación de sus padres, fue internada en un prestigioso colegio religioso para señoritas, en las cercanías de Salzburgo, en donde no fue especialmente buena estudiante y en lo único que destacó fue en la pasión que siempre demostró por el teatro. En el verano de 1953, Romy Schneider dejó el internado para señoritas, habiendo apenas completado una parte del bachillerato. La intención era que después de las vacaciones entrara en una escuela de arte, porque durante su etapa del internado había mostrado cierta capacidad para el dibujo.

Entretanto, su madre, Magda Schneider había rehecho su vida con un personaje que sería transcendental en la vida de Romy Schneider. Para mal y…Sobre todo, para mal. Se trataba del empresario Hans Herbert Blatzheim. Probablemente fue él el principal responsable de que, después de las vacaciones de verano, Romy Schneider no fuera nunca más al colegio. Blatzheim supo ver quizá en Romy Schneider la frescura, el talento y la inocencia que, más tarde, convenientemente refinados, enamoraron a los públicos del mundo.

Romy Schneider, pues, no volvió al colegio. Abandonó su educación y aceptó su primer papel en el cine.

Tenía apenas quince años y, aunque no lo sabía, tres décadas de carrera por delante.


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