Romy Schneider: la mujer más triste del mundo (3)

Como si Europa hubiera estado esperándola desde siempre, ella hizo su aparición en la pantalla vestida de princesa y la enamoró.

1 de Octubre.- Hace ya tiempo, Joaquín Sabina cantaba una canción cuya letra decía que „las niñas ya no quieren ser princesas“.

Hubo un momento, sin embargo, en que la mayoría de las niöas de Europa querían ser herederas de un trono : y ese trono era el austro-húngaro.

Y ser Sissi, y tener un marido más bien sosillo, como era el emperador Francisco José.

Las películas de Sissi fueron un bombazo y lo fueron por muchos motivos. Primero y principal porque hacía una década justa que Europa había estado abierta en canal a causa de una guerra terrible de la que aún se veían las ruinas. La gente tenía ganas de créer que un mundo más bonito era posible. Después,porque no olvidemos que Austria llevaba ocupada por los aliados también una década y que, poco antes de que empezara el rodaje de la primera película de Sissi, los aliados se marcharon y empezó la operación « construcción del patriotismo austriaco » (patriotismo que, no hace falta decirlo, solo existía hasta ese momento en núcleos aislados). Todo el mundo sabe que cualquier sentimiento patriótico necesita un mito fundacional y, para muchos austriacos, la última fase del imperio, el kaiser paternal, barbudo y pacífico había alcanzado la categoría de mito. Por último, no hay que olvidar que las películas de Sissi casaban a la perfección con los valores imperantes de la época. Eran, de hecho, un manual en clave de lo que podía esperar cualquier muchacha jovencita que se casara en los cincuenta. La madre lejana, la madrastra, el marido que se embarcaba en el imposible de tener contenta a la esposa y a la madre. Los dramas minúsculos de la vida conyugal.

Ernst Marischka el cual, como ya decíamos en el capítulo anterior de esta historia, sabía más que Lepe, Lepijo y su hijo, se tomó algunas licencias con la Historia a la hora de contar la historia de la penúltima emperatriz de los austriacos (empezando por el nombre, porque lo que poca gente sabe es que a la emperatriz Isabel sus familiares la llamaban Lisi –mucho más lógico- un nombre que, por cierto, odiaba ; cuando Marischka, en los treinta, escribió la primera versión para teatro de la misma historia, no pudo utilizar Sisi, porque ya estaba registrado y es por eso que patentó la marca Sissi).

En fin : el primer golpe de claqueta de las películas que harían de Romy Schneider una estrella mundial se dio en agosto de 1955. Estuvo arropada por algunos de los mejores actores de teatro de su época y, naturalmente, por su madre, que también hizo esta vez de su madre en la ficción. El uniforme se lo enfundó Karl Heinz Böhm.

La película se estrenó coincidiendo con la temporada de navidad de 1955. Fue, como queda dicho, un éxito instantáneo que convirtió a Romy Schneider en una estrella internacional. De hecho, hay una anécdota muy divertida.

Para el estreno en Madrid de la segunda parte, Sissi emperatriz, coincidieron en el mismo avión de la Lufthansa dos personas a las que la ficción había unido :el pretendiente al trono de Austria y Hungría, Otto von Habsburg –entonces en muy buenas relaciones con la dictadura franquista, lo mismo que su madre, Zita – y Romy Schneider. Cuando el avión llegó a Barajas, D. Otto quedó agradablemente sorprendido de la multitud concentrada a pie de pista para recibirle.

Dios mío, debió de decirse, aquí me reconocen como lo que soy, un rey. Sin trono, pero rey al fin y al cabo. Cuando el avión aterrizó, recogió su equipaje de mano, preparó la mejor de sus sonrisas y, calvorotilla, insignificante, con esa pinta de chupatintas que Dios le dio, se plantó en la escalerilla del aeroplano. La multitud permaneció inerte y él quedó mohíno, como es natural. Sin embargo, un segundo más tarde, empezaron los vítores. Otto von Habsburg se volvió y se dio cuenta de lo que había sucedido : Romy Schneider, aquella muchacha a la que él casi no había prestado atención, había aparecido detrás de él.

Fue en este tiempo cuando el segundo marido de Magda Schneider se convirtió en el representante de Romy Schneider. Su madre y su padrastro se convirtieron en sus cancerberos. No la dejaban salir sola. Controlaban con quién se veía, con quién hablaba, lo que se ponía o dejaba de poner y, al ser todavía menor, le administraban los ingresos. También parece que el padrastro de Romy Schneider abusó de ella sexualmente. De puertas para afuera, todo era idilio familiar, pero cuando las puertas se cerraban, los demonios estaban esperando a Romy. Fue en esta época cuando empezó su pulso interminable con la tristeza y la desesperación. Un pulso que, pese a sus esfuerzos, terminó perdiendo treinta años más tarde.

¿Has tenido tiempo de hincarle el diente a nuestra nueva sección? Hoy te dejo que te rías de mí: con las tomas falsas.


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