Empleos relámpago y jornadas de doce horas

En España, este mes de Junio, batimos el récord de ministro más breve. El de Austria, en comparación, estuvo largo tiempo en el cargo. Maldita primavera, dijo él.

27 de Diciembre.- Llegamos en nuestro repaso de 2018 al verano. Muy al principio del mes se produjo en España un vuelco político. Los casos de corrupción acorralaron al anterior partido en el Gobierno. Se produjo una moción de censura y se formó una nueva mayoría parlamentaria -bastante precaria- que convirtió a Pedro Sánchez en Presidente del Gobierno. La controversia fue mayúscula. Mujeres progresistas de todo el planeta (y, por lo menos, un diez por ciento de los hombres) estuvieron a punto de tirarse los trastos a la cabeza ¿Quién era el premier más „cosificable“ del planeta? ¿Pedro Sánchez o Justin -calcetines- Trudeau?

Los peritos y las peritas no se ponían de acuerdo. Entretanto, Sánchez prometió su cargo, ante su superior, el rey don Felipe uve palito, que viene a ser un poco el director general de esa empresa que se llama España. Causó cierta sorpresa que Sánchez prometiese su cargo -no lo juró- y lo hiciese sin que hubiera ningún símbolo religioso en las cercanías de donde se desarrolló la promesa.

Esto nos dio la posibilidad de explicar cómo es en la República austriaca que nos acoge. En Austria, los Bundespesis si son conservadores suelen jurar su cargo sobre la Biblia, aquellos progresistas sin libro.

En junio, otro mandatario que mandata, además, desde hace mucho tiempo y, por las trazas, no tiene ganas de dejar de mandatar, se dio su primer garbeo por Austria -vino después de boda, como recordarán mis lectores-. Nos estamos refiriendo, por supuesto, al putín de Vladimir Putin, que decidió esperar al „desjielo“ para visitar la capital de los valses. Antes de hacerlo, sin embargo, concedió una entrevista a la cadena pública austriaca, que se grabó en el Kremlin de Moscú. A pesar de que habla perfectamente alemán de sus tiempos de espía, Putin se expresó en ruso e hizo como que necesitaba un traductor. Aquí nos hicimos eco del lenguaje corporal de los dos hombres. Putin, „escarranchao“ en la silla y Wolf algo cohibido, con las piernas cruzadas. Ni que decir tiene que Armin Wolf no renunció a su conocida afición a repreguntar.

El día 13 de Junio, el Ministro Relámpago, Maxim Huerta, que lo fue de cultura solamente durante seis días, se vio obligado a dimitir de su cargo, lo cual nos dio la oportunidad de recordar el caso austriaco más parecido, el de un señor que se llamaba Krüger y que fue ministro durante la primera incursión de la ultraderecha en la pesada responsabilidad de dirigir los destinos de la nación. Krüger estuvo en el cargo veinticinco días -una eternidad, comparado con Huerta- pero la verdad es que sus motivos para dimitir fueron mucho más jevis, las cosas como son.

Tres días después, Viena Directo estuvo, como es tradición, en el desfile del Orgullo, lo cual, por cierto, nos da motivo para mencionar que en 2019 se producirá en Viena una cita destacada. Aquellos de mis lectores del resto de Europa que así lo deseen y también los que vivan aquí, podrán cantar a sus anchas I will Survive y deleitarse con el Europride, que este año que viene tendrá a Viena como marco incomparable. Probablemente se celebrará también que a partir del próximo primero de enero en Austria será legal el matrimonio igualitario. Ole con ole y olá.

En junio se aprobó también una de las medidas más esperadas del Gobierno nuevo. Esperada, naturalmente, por los empresarios, que vieron con lágrimas en los ojos cómo el Gobierno „flexibilizaba“ la jornada laboral hasta hacer legales las doce horas de curro. Los empresarios, sobre todo los de determinados sectores, como la hostelería, trataban sin éxito de contener las carcajadas cuando Strache y Kurz, muy serios, intentaban explicar la „voluntariedad“ de la medida.

El día 30 de Junio las fuerzas de izquierda convocaron una manifestación para en Viena para contarle al Gobierno lo que les parecía la cuestión. El Gobierno, como era esperable, tomó nota y pasó olímpicamente, no sin antes insistir en que no había peligro de abusos por parte de los empresarios (aquí, algunos de ellos ya no pudieron contener ni las carcajadas ni el llanto provocado por las mismas).

Bastaron pocas semanas para que empezaran a surgir contratos con cláusulas sospechosas en las que los empleados tenían que afirmar que aceptaban trabajar „voluntariamente“ durante doce horas.

Pero eso quizá lo contaremos más adelante. Hoy ya está bien de repaso.


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