Idiomas partidos por la mitad. Unos por un océano, los otros por los Alpes. Dígame usted qué hacemos.
18 de Enero.- Todos los días, desde hace ya mucho tiempo, Viena Directo llega a los ordenadores y a los teléfonos de un cierto número de lectores.
Según dice Facebook, el blog les gusta por lo menos a 1012 personas, algunas de las cuales –me consta- lo llevan leyendo prácticamente desde su principio, en aquellos tiempos mágicos, inocentes, de la internet de mediados de la década pasada.
Son lectores de muy diversas procedencias y nacidos en muchos lugares de este lado de la mar océana –que hubiera dicho Colón- y, naturalmente muchos más, del otro lado del oceano Atlántico.
Cuando escribo, sin perder « el acento » de la península, trato de tener cuidado con los castellanismos, más que nada porque lo que cualquier escritor o periodista quiere es que se entienda lo que dice (si no, pa qué, que dijo aquel) ; de manera que trato de utilizar palabras que se usen por todas partes. Asumo sin embargo que el castellano es tan plástico, y tan sólido, y las diferencias a un lado y a otro del océano son en lo esencial tan mínimas, que si yo digo gafas, como ayer me pasó, pero mi interlocutor dice espejuelos, al ver mi gesto o al leer la frase entenderá perfectamente qué es lo que quiero decir y a qué objeto me estoy refiriendo. Como a mí me pasa cuando leo las hilarantes aportaciones de un grupo argentino de Facebook que se llama « la gente anda diciendo » y que recoge comentarios oidos al pasar por la calle. Comentarios que demuestran sin duda que Argentina, y Buenos Aires en particular, es uno de los sitios en donde hay más arte por kilómetro cuadrado.
En estos días, ha rodado por esas páginas de internet la noticia de que la plataforma de películas para reproducción en internet Netflix había optado por subtitular la película mexicana Roma, de Alfonso Cuarón. Además de en las partes en que la protagonista se expresa en su idioma nativo, en aquellas en que lo hace en español. Yo fui un niño que vio los dibujos animados americanos doblados en el llamado español neutro (que es básicamente, si no me equivoco, el de Puerto Rico, mezclado con un poco de mexicano) y la verdad es que los críos seguíamos sin problema aquellas historias en donde los chiquillos eran « chamaquitos » y cuando les perseguían los malos, decían que les « estaban corretiando ». En las telenovelas venezolanas nos hacía mucha gracia cuando a una de las aperreadas heroinas de Delia Fiallo su madrastra « la botaba » de su casa, por ejemplo o a los pobres –las telenovelas son muy clasistas- los llamaban « mugrosos ».
Quizá Netflix hubiera hoy en día subtitulado « Los ricos también lloran » (Verónica Castro, entonces una chica joven y bellísima, hace hoy de madre operadísima en La Casa de las Flores) o Rubí o Cristal, y probablemente el espaöol medio hubiera pensado, como en el caso de los subtítulos de Roma, que le tomaban por retrasado mental.
Probablemente, si llegara el caso de que una película española se subtitulara para ser exhibida en Latinoamérica, algún que otro español pondría el grito en el cielo, porque en esto del lenguaje todos nos pensamos (porque está grabado así en nuestro cerebro desde antes de que tuviéramos conciencia) que nuestra variante es la buena, la que todo el mundo debería hablar, y que si la gente no la habla es porque le falta un hervor.
Nosotros, los hispanohablantes, damos por supuesto todo lo anterior de manera más o menos implícita, pero se estarán preguntando mis lectores qué es lo que pasa con estos conciudadanos aborígenes nuestros ¿Se llevan igual de bien un hablante de Zurich y otro, por ejemplo, de Stinkenbrunn, que uno de Caracas y otro de Alcantarilla (bella localidad, marco incomparable de belleza sin igual, sita en Murcia) ? Pues regulín regulán, para qué vamos a mentir. En esto siempre hay piques. Por ejemplo, hace unos años, la cadena franco-alemana ARTE puso una serie austriaca de estas de toda la vida, Die Arbeitersaga y, para escándalo de este pueblo cariñoso que nos acoge, los alemanes, los muy malandrines de ellos, decidieron subtitularla, particularmente aquellas partes –que eran casi todas- habladas por personajes de origen popular en dialecto.
Los austriacos se tiraban de los pelos (del pecho) ¿Qué pasa, que no habéis oido nunca hablar en alemán ? A mí me pasa también que el acento alemán artificial (alemán de Alemania de Merkel) en el que están dobladas las películas me pone enfermo del hígado. En esto, todo el mundo tiene sus manías. Para mí el acento que no necesita subtitulado es el de la ORF, que me parece el más neutro, pero sin duda necesitaría subtítulos para entender un programa informativo en el dialecto de Suiza o en el de Baviera, y no hablemos de la Alemania del Este, que eso ya sí que no hay quien lo entienda.
En algunos casos, sobre todo en la tele Alemana, nos hacen ese favor.
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