El reto de los diez años y otros peligros insospechados

Lo del reto de los diez años parece inocente, pero puede ser que no lo sea. Los selfis, señora, los carga el diablo.

20 de Enero.- Imagino que algunos de mis lectores, por juego, habrán abordado el reto de los diez años que, estos días, corre por los redes sociales.

Como siempre, no se tiene idea de cómo empezó la cosa, pero incluso se han buscado coartadas feministas al asunto (supuestamente es una muestra de empoderamiento femenino, mostrar sin complejos que en diez años todos y todas hemos cambiado).

El viernes, habían hecho ya el famoso reto tres millones y medio de personas. Lo que la mayoría de esas personas no sabían, tanto si lo hicieron por feminismo como si lo hicieron por la pura diversión de verse diez años más viejos y pellejos, era que probablemente estaban contribuyendo a un experimento gigante a escala global. Y que lo estaban haciendo completamente gratis. A estas horas, probablemente sus fotos están alimentando los softwares de varios cerebros artificiales concebidos para el reconocimiento facial.

Felicidades. Gracias Féisbul.

El reconocimiento facial será una de las tecnologías que más progresen en el futuro cercano. Todas las grandes compañías de móviles están trabajando ya en la posibilidad de que los aparatos se desbloqueen reconociendo nuestra cara. Sin embargo, de momento, tiene un punto débil: se puede programar una inteligencia artificial para que reconozca los rostros pero ¿Qué pasa cuando esos rostros envejecen y, por lo tanto, la triangulación en que se basa el reconocimiento facial cambia? (Cosa que nos pasa a todos menos a Nicole Kidman y a Julia Roberts, que venían ya „photoshopeadas“ de serie). Bingo: el reto de los diez años.

A partir de ahora, gracias a esto, un hipotético gobierno totalitario (¿El chino, por ejemplo?) podrá reconocernos a todos sin ningún tipo de problema y no perdernos el rastro cuando, por esas cosas de la vida, nos salgan arrugas o nos crezcan la nariz y las orejas.

Los móviles con cámara o, simplemente, las cámaras que están instaladas por las calles y en todos los lugares posibles, han traido a la humanidad grandes cosas -el selfi, por ejemplo-, pero también nuevos peligros, desconocidos hasta ahora.

Sin duda el ánimo de demostrarlo, incluso de sacrificarse por la causa sirviendo de ejemplo, ha sido lo que impulsó al vicecanciller, señor Strache, a denunciar al que él, al principio, tomó por un avieso difamador que quería empapelarle.

Hace algún tiempo, este señor, llamado Fussi, publicó en internet una foto del señor vicecanciller, señor Strache, en una compañía muy poco recomendable, la de uno de los líderes de los llamados identitarios.

Quizá algunos de mis lectores ya sepan quiénes son los llamados identitarios, pero por si acaso yo se lo recuerdo.

Si a mis lectores les parece que la pata ultraderechista que sostiene al Gobierno austriaco es el non plus ultra del ultraderechismo es que no conocen a los identitarios, una especie de grupúsculo que sostiene que la civilización cristiana occidental está en peligro (la identidad europea, famosa, sea eso lo que sea) y que esto se debe a que Europa está siendo invadida por personas de otras identidades que nos van a llevar, cual una segunda invasión bárbara, al abismo de Mad Max.

Los contactos entre el FPÖ y los famosos identitarios aunque negados furiosamente desde las filas del partido, han sido frecuentes (como, por otra parte, los contactos de miembros del FPÖ con organizaciones dudosas del mismo tipo). Naturalmente, el precio que el FPÖ ha pagado para convertirse en un partido más o menos mainstream ha sido el de tratar de hacer ver que sus coqueteos con el lado más extremo (incluso marginal) del espectro político eran cosa del pasado.

Como he empezado a contar antes, Fussi publicó una foto con uno de los llamados identitarios, acompañada de un texto irónico en el que resaltaba la buena sintonía que parecía haber entre Strache y su compañero de mesa (la foto se tomó en un restaurante). Dadas las condiciones que el Presidente de la República, señor VdB, puso para que el FPÖ pudiese entrar en el Gobierno -condiciones que pasaban por la evitación de cualquier extremismo antieuropeista, racista o xenófobo, así como determinados vetos a personas de ideario político especialmente virulento en este aspecto- Strache naturalmente se vio obligado a negar que el encuentro con el líder de los identitarios se hubiera producido en algún momento y, al objeto de darle credibilidad a sus protestas de inocencia, demandó al señor Fussi, por cierto, un conocido relaciones públicas, aduciendo que la foto era un montaje. O sea, que alguien había pegado su cara en el cuerpo de otra persona porque él no se acordaba de haber estado nunca en el local en donde la foto había sido hecha, ni tenía la más mínima idea de quién era el señor que estaba junto a él en la foto, ni nada de nada.

Strache es, como la mayoría de los que profesan ideologías parecidas a la suya, un hombre del siglo XX y no contaba con las infinitas posibilidades que ofrece la tecnología actual -entre ellas, por ejemplo, la cantidad de fotos que puede haber en estos momentos de cualquier acontecimiento en el que uno esté presente-.

Para probar que Strache mentía, Fussi le cedió al juez una serie de fotos que probaban que Strache no solo había estado en el local en cuestión, en compañía de quién salía en las fotos, sino también que la falsificación había sido poco menos que imposible.

Parece ser que impulsado por las otras fotografías, Strache empezó a recordar que sí, que definitivamente había estado en el lugar en cuestión. Sin embargo argumentó que eso no probaba nada, que cuando alguien viene a hacerse un selfi con él, no le pregunta lógicamente si está afiliado al FPÖ o al partido comunista. Como diciendo que un político en campaña se presta a lo que sea y en realidad es como una de las figuras de gente famosa que están en el museo de cera de Madame Tussaud.

Lo divertido de este asunto es que la defensa le ha llegado a Strache de un lugar inesperado y abiertamente contraproducente.

Un antiguo diputado ultraderechista ha publicado en el Boletín Oficial de Trump (Twitter) una foto, que probablemente se hizo durante la campaña presidencial de 2016, en la que se ve al Bundespresi, Sr. Van der Bellen, con el propio líder de los identitarios en persona. Fotografía que el propio Strache ha compartido en sus redes sociales, haciéndose eco del argumento del ex diputado. Esto es: si yo tengo problema porque aparezco en una foto con este „endivíduo“ por qué no se pide la dimisión del presidente de la República.

A lo mejor por aquello que decían de la mujer del César.


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