Las elecciones en España han levantado -y levantarán todavía- mucha expectación en los medios austriacos.
28 de Abril.- En el momento de escribir estas líneas, se publican los primeros sondeos a pie de urna de la jornada electoral en España.
Naturalmente, la noticia es la entrada (y no pequeña, precisamente) de la extrema derecha en el parlamento.
Por primera vez desde el franquismo.
Si los resultados de los sondeos se parecen a los definitivos (cosa que es bastante dudosa en estos momentos) se certificaría la repetición en España de un proceso parecido al que sucedió en Austria hace algunos años: el hundimiento de la derecha tradicional, de raíz católica/demócrata cristiana y la escisión de dos bloques, uno de derecha más o menos moderada (Ciudadanos, en Austria serían aproximadamente los Neos) y luego esa espuma flotante que en los setenta coincidía con lo que se dio en llamar „franquismo sociológico“ y que, con las lógicas salvedades, es fácil de equiparar con la derecha populista, nacionalista, del FPÖ o del Front Nationale.
Siguiendo con los paralelismos con la situación que se vivía en Austria hace unos años, las encuestas daban a este bloque de ultraderecha un número menor de escaños que el que probablemente sea el definitivo.
En Austria, tradicionalmente, sucedía igual. Tratándose de estas opciones extremas resulta siempre peligroso aventurar previsiones, porque tienen mucho voto oculto asociado (votar a la ultraderecha no es prestigioso, lo mismo que no es peligroso ver Sálvame -aunque le pirre a mucha gente- o alimentarse de comida basura) y, dejando aparte al votante convencido, que busca con sus manifestaciones el proselitismo, el votante que utiliza estas opciones como „castigo“ a lo que él considera el poder establecido, no suele pregonarlo (ni tampoco atender a razones).
Por lo demás, no parece en estos momentos que vaya a cambiar mucho la situación en relación a lo ya visto en estos últimos meses.
(Otra mala noticia, porque es probable que el debate político se encone aún más, si es que eso es posible, y que la ultraderecha continúe con su agresiva estrategia de comunicación bajo la consigna „cuanto peor, mejor“).
Es más que probable que mañana por la mañana, los políticos españoles se levanten y el dinosaurio siga allí. O sea, que tengan que hacer de tripas corazón y buscar un pacto que se presenta difícil (más que nada porque, al contrario de lo que sucede en tiempos de más sosiego, todos, sin excepción, son perdedores y no hay mayorías claras que permitan una estabilidad mínima).
De cualquier manera, en lo que se refiere al ámbito temático de este blog, lo que pueda suceder en Madrid entra dentro de la política internacional. Afortunadamente, porque no es cosa de meterse en camisas de once varas.
Por lo que a nosotros nos toca, es cierto que en los medios austriacos, particularmente en la corporación pública, las elecciones españolas han despertado la expectación que siempre acompaña en lo que sucede en Celtiberia.
Una expectación que se ha manifestado incluso fuera de sus espacios habituales, o sea, los informativos.
El corresponsal de la ORF en España, el siempre sufrido Josef Manola, incluso ha hilvanado una pieza con destino al programa religioso de la cadena pública, que se llama Orientierung (Orientación) en la que ha hecho un comentario, en su estilo flemático habitual, a propósito de las noticias que han salpicado esta campaña electoral, la más enconada y, sin duda, la de más morbo desde los tiempos de la transición. Yo estaba comiendo y, mientras hacía zapping, casi me da un soponcio al cambiar de canal y ver la siniestra Basílica del Valle de los Caídos en la pantalla de la televisión.
También los periódicos se han ocupado (y se ocupan, y se ocuparán) de las aventuras del llamado „Pedro el Hermoso“ (por el apolíneo presidente del Gobierno en funciones) y, naturalmente, de la irrupción de una extrema derecha que, como sucede siempre, a los austriacos les produce una curiosidad (algo morbosilla, las cosas como son) que no les produce la ultraderecha propia, quizá porque quien más quien menos ha tenido que aguantar cenas de navidad con el típico cuñado ayuno de estudios, lector del Kronen Zeitung, que dice que los refugiados, por su cara bonita, ganan tresmil euros al mes y que los inmigrantes le quitamos el trabajo al sufrido ciudadano aborigen.
Nada nuevo bajo el sol, vaya.
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