Strache

Y Strache dijo no

StracheDe cómo un hombre se ha marchado y, paradójicamente, ha decidido que era la mejor manera de garantizar su vuelta (algún día).

17 de Junio.- La espera ha sido larga (aunque, como dijo aquel, más larga y dura es la del elefante) pero por fin, hoy, bien tempranito, después de haber deshojado tres toneladas de margaritas frescas (lo cojo, no lo cojo, lo cojo, no lo cojo…) Strache ha anunciado por Facebook que no va a aceptar el asiento al que hubiera tenido derecho en el Parlamento Europeo.

El hermetismo que ha rodeado la decisión de Strache ha sido total, y él mismo ha jugado al despiste en varias ocasiones a lo largo de las últimas semanas. El escaño de Strache ha sido su arma de negociación –la única, o casi, como luego veremos- al objeto de asegurar un poco su posición y, sobre todo, su futuro después del llamado Ibizagate.

Para empezar a hacer comprensible el camino que ha conducido a esta decisión, quizá habría que mencionar que, tras el famoso vídeo entre Strache, Gudenus y la « fementida » oligarca rusa, no solo saltó por los aires el orden político salido de las últimas elecciones (un imperio destinado a durar mil años, como el del otro) sino que también saltó por los aires –aunque ha tardado en saberse- la cúpula del FPÖ y una amistad que duraba décadas.

Hasta ese momento, Strache, Hofer y Kickl (quizá podríamos añadir a Vilimsky) eran una piña. Cuatro hombres y un solo objetivo : el poder.

Los repartos de responsabilidades estaban claros : Hofer era (es) el poli bueno, Kickl era (es, y lo que le queda) el poli malo y el estratega e ideólogo, Strache ponía la cara, el pico de oro y los ojos azules, y Vilimsky era nuestro (su) hombre en Europa. Strache no daba un solo paso sin consultarlo antes con Kickl y/o Vilimsky. Sin embargo, la « operación oligarca » debió de realizarse a espaldas de Kickl o contra su consejo. Resultado : según fuentes autorizadas, desde que estalló el escándalo Strache no se habla con ninguno de sus conmilitones. Conmilitones que, paradójicamente, necesitan tenerle todo lo bajo control que él se deje, para evitar por ejemplo dar la sensación de que el FPÖ tiene dos líderes. Uno de cara al público (Hofer) y otro entre bastidores.

Strache lo sabe bien, naturalmente. Y decidió utilizar la circunstancia a su favor.

Ni Hofer, ni Kickl ni Vilimsky querían que Strache aceptase su asiento en el Parlamento de Bruselas. Es más : si por ellos hubiera sido, a los diez minutos de haber dimitido de todos sus cargos (o aún antes) Strache hubiera debido hacer el equipaje, haber metido en una caja de cartón la foto de su santa y de su churumbel y haber partido hacia un monasterio muy muy muy lejano en algún punto inaccesible de la cordillera del Himalaya.

Naturalmente, Strache no estaba dispuesto. Porque Strache es un animal político y los animales políticos, como los viejos rockeros, nunca mueren. O sea, que él sueña con volver. Que es lo que los otros no quieren que haga. Por lo menos de momento.

Por otro lado, Strache es, en estos momentos, un hombre sin ingresos. Como diputado y miembro del Gobierno cobraba nuevemil euros al mes. Un sueldo muy confortable.

Y, además, otro escollo y no menor es la cuenta de Facebook de Strache. Casi un millón de seguidores y, hasta ahora, el boletín oficioso del FPÖ. No es arriesgado afirmar que esos fans son el núcleo duro de los votantes del FPÖ. Los receptores y las cadenas de transmisión incondicionales e infatigables de los mensajes de la propaganda del partido. Asimismo, son el medio de comunicación de Strache con su público (y el medio por el que a Strache le llega el amor de su público). Y Strache, en ese sentido, es como una folklórica. Sin el amor de su público no puede vivir.

Para abreviar el cuento : parece verosímil que las condiciones de Strache para no aceptar el escaño en el Parlamento europeo han sido tres : por un lado, asegurarse una fuente de ingresos estable. Bien como « asesor externo » a sueldo del partido o bien consiguiéndo la inclusión de su mujer (que proviene del ámbito político, trabajó en la comunicación del Team Stronach) en un puesto de las listas del FPÖ que le garantizase terminar de diputada en el Parlamento en las próximas elecciones.

La siguiente condición sería, siempre dependiendo de la evolución de cara a la opinión pública del Ibizagate, que a Strache le permitiesen presentarse a la alcaldía de Viena en las elecciones del 2020.

Por último (y no menor) que se considerase que la página de FB de Strache era suya y solo suya y no estuviese bajo el control del partido (da idea del concepto de los cargos públicos que tienen en aquella Santa Casa que el asunto de la página de Facebook haya sido por lo visto el escollo más duro).

De momento, es pronto para saber en qué medida las dos partes han cedido, pero pronto lo sabremos (por ejemplo, en cuanto se publiquen las listas de candidatos al Parlamento).


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