Uno que habla nuestro idioma

Si usted quiere enterarse de qué fue primero, si el huevo o la gallina, quizá al final de este artículo pueda hacerse una idea.

28 de Agosto.- Cada vez que los partidos, sean de aquí o de allí, ponen toda la carne en el asador para intentar captar la atención de los votantes, yo siempre pienso, como profesional del disparador, que gracias a Dios no me toca fotografiar a ninguno de los contendientes. Y es que, lo tengo dicho, fotografiar a una persona humana es decir cosas de esa persona humana, y generalmente, los políticos suelen ser personas de las que decir cosas, a favor o en contra, suele ser bastante problemático.

En estos días se ha presentado el primer juego de carteles con el que Sebastian Kurz, el artista antes conocido como canciller de EPR, va a intentar que los austriacos y las austriacas le voten en masa. Ya que hay ciertos pormenores anatómicos de Sebastian Kurz que son imposibles de disimular (naturalmente, me estoy refiriendo a los brazos, que los tiene un poco desproporcionados para lo que es su cuerpo) los que han concebido la campaña, se han esforzado en mostrarle en escenas que forman parte de la vida de cualquier ciudadano de EPR –ala conservadora, naturalmente-.

Resulta llamativo, por cierto, que sobre todo se le haya fotografiado en situaciones diseñadas para provocar la simpatía de las votantes. En uno de los carteles se le haciendo senderismo y departiendo con una señora que podría ser su madre (supongo que no tenemos necesidad de comentar el target) y en otro, todavía más evidente, jugando con un niño que podría ser su hijo (como todos los hombres de treinta para arriba saben, nada hay que propicie más el acercamiento de las féminas que el que te vean con un crío de menos de cinco primaveras).

Sin embargo, lo que más ha llamado la atención de esta cartelería ha sido el eslogan. No porque sea especialmente ocurrente –solo hay una publicidad más coñazo que la electoral, y es la de detergentes para lavadoras- sino porque hace una semana la ultraderecha, en sus redes sociales, ya lo había utilizado para ensalzar la figura de un político que, como diría Jose Luis Moreno, no necesita presentación : Herbert Kickl.

El eslogan en cuestión es « Uno que habla nuestro idioma » (se conoce que se quiere significar que Kurz habla el de las señoras que hacen senderismo y el de los críos en la guardería y que Kickl pertenece a la comunidad aria de los que hablan alemán sin acento).

Las acusaciones de plagio son, claro está, mutuas. Los de Kurz explican la coincidencia diciedo que en Viena solo hay una imprenta que se dedique a producir carteles de ese formato tan grande y que alguien, afín a la ultraderecha, debió de olerse la tostada y, con un gesto tan simple como tirar del telefonino, hizo una foto y la mandó a la central, de manera que el FPÖ pudiera utilizar el lema.

La ultraderecha dice que semejante suposición es una desvergüenza y una canallada y que el Partido Popular austriaco, no contento con copiar los contenidos (racistas, xenófobos y…bueno, eso los contenidos) de la ultraderecha, también, como decía un jefe muy bestia que yo tuve, « se ha tirado al aborígen » y se ha puesto a copiar también los eslóganes.

El que está en cuestión, como decíamos más arriba, no es que sea especialmente ocurrente. Ya a finales del siglo pasado, el mismo Kickl inventó varios muy parecidos para Jörg Haider (« Uno, cuyas palabras cuentan », « Uno que sabe escuchar », « Uno cuyo apretón de manos es firme »). Para Strache también se hicieron trajes parecidos de palabras « El único que habla nuestro idioma » (2015) para Hofer, por cierto, también se está usando en esta campaña « Uno que vive todavía nuestros valores » (shit yorself, little parrot).

Y esto es solo el principio. Me temo que esta campaña va a ser de lo más dura (aunque, como es sabido, más larga y dura es la del elefante).


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