Ese hombre (que tú ves ahí)

Si pudieran, se librarían de él, pero no pueden. Habrá que trabajar con estos mimbres, parecen haber dicho.

8 de Septiembre.- En Austria, el verano se ha terminado, pero aún sale algún día bueno que otro. Hoy, por ejemplo. Así pues, me he entregado a un pasatiempo muy dominguero y que intenta compensar el sedentarismo del resto de mi jornada laboral. Me he subido a la bicicleta y me he puesto a pedalear por el parque nacional del lago Neusiedl. De un pueblito a otro, casi no se nota, pero al final del camino uno hace una buena cantidad de kilómetros.

A la ida, creo que a la entrada de Weiden, había un cartel electoral de la ultraderecha en el que salía retratado Herbert Kickl. El Sr. Kickl no es lo que se dice un Adonis, pero los fotógrafos de su partido han conseguido casi lo que parecía imposible, o sea, sacarle no sólo como es él de antipático de por sí, sino también con cara de padecer un molesto proceso hemorroidal agudo que le impidiera cualquier tipo de sonrisa o de amabilidad. Alguien ha debido de pensar que haciéndole absolutamente antipático quizá movilizarían el voto sadomaso (oye: es un sector de votantes tan bueno como el que más).

En fin: a lo que yo iba. A la vuelta, el cartel electoral estaba por los suelos y alguien le había pintado a la foto de Kickl un bigote de Hitler (por cierto, por si alguien tiene tentaciones de hacer lo mismo o parecido con las fotos de los candidatos que no le gustan, que sepa que, si le pillan, le puede comer el tigre, porque la destrucción de propaganda electoral es un delito).

Me ha parecido muy metafórico.

En fin: Kickl, ese gran problema (y no el único).

Si el partido tuvo que pararle a Strache los pies en su momento, debido al uso que hacía de su cuenta de Féisbul en los momentos más inhóspitos, el caso de Kickl no es menos delicado.

Probablemente, si pudieran, los directores de campaña del FPÖ hace tiempo que le hubieran guardado en ese baúl profundo e inquietante en el que los ventrílocuos guardan los muñecos que ya no usan. Kickl es, sin duda, y de lejos, una de las personas que, hoy por hoy, tiene peor reputación en Austria. No hay día en que no salgan a la luz detalles escabrosos a propósito de su gestión al frente del Ministerio del Interior austriaco (y, los que no salen, es porque afectan a los servicios secretos, en donde entró como un elefante en una cacharrería). Últimamente, incluso se han descubierto planes para crear lo que, en la práctica, hubiera sido una red de vigilancia paralela que hubiera sobrepasado los límites de la constitución austriaca y hubiera comprometido muy seriamente los límites del Estado de derecho.

Por otro lado, representa un caso único en la Historia austriaca. Ha sido el único ministro hasta la fecha que ha sido despedido por el Presidente de la República.

El problema que tienen los directores de campaña del FPÖ es que retirar a Kickl de la primera fila supondría abandonar la versión oficial que hasta ahora sostiene la ultraderecha y es, básicamente, que Kickl fue expulsado de su puesto debido a una conspiración tramada por la „perversa“ izquierda contra un hombre inocente cuyo único delito es el de querer lo mejor para este país tan hermoso.

Por otro lado, el propio Kickl es todavía un hombre de muchísimo peso en el FPÖ. De hecho, es probable que siga siendo su cerebro. Un cerebro frío perteneciente a una persona con la que nadie, en su sano juicio, iría ni a comprar cien gramos de Leberkäse, pero el cerebro del FPÖ al fin y al cabo y, probablemente, un hombre que se habrá asegurado de tener los cajones llenos de informaciones comprometidas para aquellos que pudieran tener la tentación de apartarle de sus funciones.

(Al final va a resultar que las fotos no mienten).

Sin embargo, empieza a notarse un ligero cambio en la comunicación del FPÖ. Hasta ahora, si alguien le preguntaba a Hofer (alias „la sonrisa del régimen“) si tenía una condición sine qua non para formar coalición con el Partido Popular (sería la segunda) Hofer siempre respondía que esta era que Kickl fuera ministro del interior. En una entrevista concedida a Profil, Hofer ha admitido por primera vez que una eventual nueva coalición dependería de un programa de gobierno y no de que „alguien sea ministro o no“. Hay declaraciones que ponen los pelos de gallina.


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