Habla pueblo, habla

Las próximas elecciones del domingo 29 plantean un peligro que nuestro Superbundespresi se ha apresurado a intentar conjurar.

22 de Septiembre.- De aquí a una semana, los austriacos y las austriacas con derecho a voto, es decir, algo más de seis millones de personas, estarán llamados a las urnas para decidir cuál es el partido que piensan que defenderá mejor no solo sus intereses individuales como animales de dos piernas que cogen el metro y el autobús, sino también los intereses de Esta Pequeña República a la que le tenemos todos tanto cariño.

Un nutrido grupo de personas que padecemos o gozamos con las decisiones de los políticos (a veces padecemos y a veces gozamos) contemplaremos como espectadores (!No quiero mirar!) los resultados de esos comicios y, naturalmente, intentaremos en la medida de nuestras posibilidades ejercer el voto por delegación, intentando hacer entrar en razón a nuestros conciudadanos (santitos y santitas o compañeros de oficina) para que no voten a según qué candidaturas que nosotros tampoco votaríamos.

Son unas elecciones que no estaban programadas, o sea, que se celebrarán como todo el mundo sabe mucho antes de la fecha en que tendrían que haberse celebrado. Son unas elecciones que nacen de un escándalo que puso a prueba la robustez de la democracia austriaca (prueba que, en mi opinión, la democracia austriaca pasó con una muy buena nota).

Existe el problema, sin embargo, que este estado de cosas ha podido hacer que muchos ciudadanos hayan quedado desencantados (o sea, aún más) con los políticos que dicen representarles. Y puede ser que este desencanto les haga decidir que el día veintinueve no van a ir a votar. Una decisión desastrosa se mide por donde se mire, porque naturalmente, la abstención solo beneficia a las opciones más extremas y a nadie le gusta que le gobierne gente así.

Para intentar conjurar este peligro, el presidente Van der Bellen (probablemente, sus asesores) ha decidido salir a la palestra y ha puesto en circulación un vídeo en el que le pide a sus compatriotas que el día veintinueve muevan el „monimeiker“ y se acerquen a los colegios electorales. O sea, como cantaba aquel famoso gingle de la Transición „Habla pueblo, habla“.

El vídeo está hecho con ese buen gusto que se pone aquí para estas cosas cuando la ocasión lo merece e, indudablemente, al ver la elaboración y los contenidos, nos ha debido de salir a los contribuyentes por un pico. Está bien así. Como contribuyente, yo secundo con mucho gusto todo lo que haga mi Alexander Van der Bellen, que es más majo que las (antiguas) pesetas.

La verdad es que la película en cuestión merecería un análisis plano a plano, pero como sé que mis lectores no tienen tiempo (y probablemente tampoco tengan paciencia) les diré así por encima que, al principio del vídeo, sale el Bundespresi en su despacho del Hofburg, con la mesa hasta arriba de papeles y expedientes importantes para los asuntos de EPR. Su voz en off nos indica que en los últimos meses se han dado en Austria situaciones inéditas, pero que todos los pasos que se dieron para atajarlas estaban escritos en la Bundesconsti(tución), o sea, que no fueron ni inventos del profesor Bacterio ni nada parecido. Se nos recuerda que, como pasó lo que pasó, el Bundespresi nombró a una canciller y que bueno, que hay un Gobierno interino y eso, pero que el Gobierno interino no puede hacer según qué cosas y que se le está acumulando el trabajo. Que si defender el clima, que si pensar qué hacemos con los inmigrantes (o sea, también con nosotros, queridos y queridas lectores y lectoras de este blog y de esa bloga) y todas estas cosas.

Como nota curiosa, decir que el Bundespresi tiene en la oficina a su perro (un can muy majo, como el propio Bundespresi). Después de esto, sale la canciller Cervecilla y cuenta que cuando el Bundespresi le preguntó que si quería ser „cancilleresa“ ella lo vio como una gran responsabilidad (qué duda cabe que lo es) pero que no dudó que tenía que hacer aquello por su país, así que se empolvó la nariz, se echó rímel aquí y allí, luego fue a la peluquería, tras lo cual, maquillada, teñida y permanentada, se remangó las mangas del traje de chaqueta (de un diseñador austriaco, naturalmente) y se puso manos a la obra. Sobre esta historia, sale la canciller Cervecilla (que es, no solo inteligente, sino que debe de ser un encanto de señora) firmando papelotes -por cierto, se podría decir que en estos vídeos, la gente escribe como a mucha menos velocidad de lo normal-. Su despacho, blanco inmaculado, parece una sucursal del cielo de los Bienaventurados.

Luego se ve tanto al Bundespresi como a la Bundeskanzi por los pasillos del Hofburg, conversando amigablemente y luego cogen un tren (de la ÖBB naturalmente) ¿El tren del Futuro? No se sabe. Después se les ve conversando con personas de diferentes razas y edades (jóvenes) , en un entorno campestre y montañés que es la representación del paisaje austriaco típico (un primor de paisaje, naturalemente). Para que no todo sean jóvenes y jóvenas, también salen luego personas mayores vestidas con trajes típicos austriacos. Por último, discretamente (como todo en ella) desaparece la canciller Bierlein y se queda solo el Bundespresi, rodeado de la ciudadanía que espera (se supone que con impaciencia) el resultado de las elecciones.

Desde aquí pido yo también a los austriacos que me lean que hagan caso a nuestro presidente, que vayan a votar (a ser posible por una opción civilizada, y aquellos que lean este blog con asiduidad creo que ya sabrán a qué atenerse al respecto).

En fin, lo dicho: Habla pueblo, habla.


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