La ley del deseo

Las fábulas nos enseñan que expresar un deseo es aceptar también, al mismo tiempo, una responsabilidad grande o pequeña.

7 de Octubre.- Desde que el mundo es mundo, un momento fundamental de todas las fábulas es ese en el que el héroe (o la heroina) se toman una pausa y, mediante una fórmula, expresan sus deseos. Esta escena está grabada en nuestro ADN de especie contadora de cuentos y nos es familiar a todos porque es el ábrete sésamo (otra fórmula) de nuestra fantasía.

La moraleja es, naturalmente, que si el héroe no ha alcanzado el grado de madurez suficiente, no se le dará acceso a la fórmula que le permite pasar al siguiente nivel (lo cual puede significar también, por supuesto, cerrar el cuento y dejar atrás con ello una etapa de su vida). La fórmula puede ser una contraseña (como por ejemplo «ábrete sésamo ») o puede ser también acceder a un conocimiento (« la belleza está en el interior ») o puede ser un ritual (Dorothy, al final de El Mago de Oz, junta los talones tres veces para volver a casa). En esta escena, presente en la mayoría de los cuentos (y de las películas de jolivú) también se hace presente la importancia que tiene desear cosas, porque todos los deseos conllevan una responsabilidad para quien los formula, como aprendía dolorosamente el aprendiz de brujo al decir, a tontas y a locas, lo de « arre escoba barre ».

No sabemos si el señor Bundespresi de EPR, el agradable Sr. VdB, estaba pensando en el aprediz de brujo esta mañana, cuando le ha dado al ganador de las elecciones, Sebastian Kurz (no volveremos a llamarle « canciller cortico » hasta que lo sea con todas las de la ley) el mandato de formar gobierno.

El Bundespresi, que es un hombre muy majo, ha expresado además publicamente su deseo de que el nuevo ejecutivo austriaco sea paritario porque el ejecutivo saliente (el cual, no lo olvidemos, fue producto de un nombramiento digital de VdB y por lo tanto fruto de sus intenciones) está compuesto por un cincuenta por ciento de señoras y un cincuenta de señores, también ha dicho que espera (y desea) que el Gobierno que ha dado el mandato de formar tenga como una de sus prioridades la preservación y protección del clima. Quizá ha querido con esto favorecer la formación de una coalición entre el partido al que Kurz representa y los Verdes que, teoricamente, podrían ayudarle a formar un Gobierno estable. « A piori » como dijo aquel, no parece que Kurz y el dinero que le sostiene sea muy partidario de hacer algo para que los polos no se derritan, pero « a lo mejori » este mandato del Sr. Bundespresi hace un poco por desbloquear la situación. De momento, este mandato del Jefe del Estado parece un empujoncito para que Verdes y Populares empiecen a ver si se pueden poner de acuerdo (tarea que, de momento, parece más complicada que la vida familiar de Isabel Pantoja, que ya lo es mucho).

El otro foco de la atención política estaba hoy en la sede del partido ultraderechista, el FPÖ, sede de la cual se hubiera podido decir esto que decía Sabina en una de sus canciones más bonitas, Peor para El Sol, o sea lo de « Acertó quien El Templo del Morbo le puso a este bar ». Y es que, a pesar de que el asunto ni quitaba ni ponía rey, todo el mundo estaba pendiente del destino laboral de Philippa Strache. Quizá recuerden mis lectores que, después de la aventura ibicenca del marido, el Fpö maniobró pretendiendo compensar al marido dándole a la mujer un destino político. El plan era que Philippa Strache entrase en el parlamento, sobre todo para dotar al apellido de algo de la respetabilidad perdida y, andando el tiempo, o sea, el año que viene, cuando el eco de Ibiza se hubiera apagado un poco, Heinz Christian Strache se hubiera presentado a alcade de Viena y todos hubieran sido felices y comido perdices. Todo parecía atado y bien atado peeeeeeeeeeeeeeeero, una semana antes de las elecciones, estalló un nuevo escándalo. Según las nuevas revelaciones, el matrimonio Strache había vivido tirando la ventana por la casa. Los periódicos (cuanto « más peores », más) eran un chorreo constante de bolsos de Chanel, de sueld(az)os cobrados por cargos honoríficos y tal y cual.

Pero claro, el Fpö tenía un problema, y era que, en mitad del barullo electoral, no podían reaccionar haciendo lo que el cuerpo les pedía, o sea, diciéndole a Phlippa Strache que bueno, que gracias, pero que ya si eso otro día. Pasaron las elecciones y el FPÖ hubiera tenido posibilidad de que Philippa Strache obtuviera su escaño. La incógnica se ha arrastrado, angustiosamente (sobre todo para la « señá Felipa »), hasta hoy. El FPÖ ha anunciado hace pocos minutos que Philippa era una diputada no deseada y que su puesto lo ocuparía el siguiente de la lista electoral de la ultraderecha, un caballero llamado Harald Stefan.

Había lenguas de doble filo que sostenían que la dirección del FPÖ no se atrevería a quitarle a Philippa Strache su nuevo juguete, por miedo a que su señor marido pudiera tirar de la manta de todo lo que sabe de otros miembros del partido, ahora que ya los velos han caido y las cañas que fueron se han vuelto lanzas. Otros miedos han prevalecido. Hay una austriaca parada más. Hombre, siempre va a poder empeñar los bolsos de marca en el Dorotheum. Como Fonseca empeñaba los libros en el Monte de Piedad.

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