¿Será el 7 de Enero?

La política austriaca es una cosa de colores. Con una gama un poco extraña, eso sí. Se puede pasar del negro al verde y luego terminar en el turquesa.

28 de Diciembre.- La política austriaca es una cuestión de colores. Cada partido tiene el suyo. Siguiendo esta regla, se puede decir que el día 15 de Octubre de 2017, domingo, fue un día muy negro en casa de los Verdes austriacos.

Debido a un conjunto de razones, por ejemplo que la mayoría de los otros partidos habían hecho suyas en todo o en parte las reivindicaciones ecologistas que son la razón de ser de este partido, y el espectáculo un poco oyoyoyoyoy que proagonizó Peter Pilz, al abandonar el grupo y emprender una carrera en solitario (carrera que, por cierto, ha terminado con más aburrimiento que gloria) los Verdes, que habían sido una presencia fija en el Parlamento, fueron expulsados por el electorado de la sede de la soberanía popular. Un cuatro por ciento de los votos, obtuvieron. Nada.

Sin duda para otro partido la debacle hubiera sido espantosa (para los Verdes, ya lo fue). Perdieron no solo el valioso altavoz que implica la presencia constante en los medios de comunicación durante los debates parlamentarios, sino también un confortable flujo financiero en forma de subvenciones, que se reparten por el porcentaje de escaños obtenidos.

En aquellos momentos, despues de la partida de Ulrike Lunacek y la llegada de Kogler, nadie daba un duro por los Verdes austriacos y la mayoría les predecía una disolución. Según parecía, su tiempo había pasado. Se decía que nada podían hacer contra el Zeitgeist de una revolución conservadora-ultraconservadora que amenazaba (y casi lo consigue) con volver el país del revés como un calcetín.

Los Verdes, sin embargo protagonizaron un regreso tan espectacular como había sido su marcha.

Un regreso que tenía una serie de razones: la primera y principal, una imagen de honradez sólida. Hasta el momento, ningún cargo de los Verdes ha sido tocado por el mal endémico de nuestra época: la corrupción. Era una honradez que contrastaba (!Y cómo!) con el bochornoso espectáculo de Strache y Gudenus vendiendo el país por un plato de lentejas (rusas). Por otro lado, los votantes de un Peter Pilz bastante neutralizado por haber sido objeto de acusaciones de acoso a compañeras de partido, volvieron a la casilla de salida. Por último, y no despreciable, la inmensa (y justificadísima) preocupación de los austriacos a propósito de las consecuencias del cambio climático.

Con el FPÖ fuera de combate y el Partido Socialista luchando también por recuperar un sitio en el alma de los austriacos, toda vez que las clases trabajadoras se han pasado en gran parte a la ultraderecha nacionalista, el momento de los Verdes parecía haber llegado.

Pasada la primera ronda de consultas (lo que yo llamo el „speed dating“) los Verdes de Kogler y los democristianos de Kurz anunciaron su intención de sentarse a negociar. Nadie podía imaginarse dos compañeros de cama más distintos y, por supuesto, nadie daba un duro por el resultado positivo de la negociación. Los mal pensados (entre los que yo me encontraba, por cierto) pensaban que todo era un paripé. Kurz y Kogler negociarían hasta que uno de los dos tirase la toalla (preferentemente, Kogler) y declarara que aquello era un imposible. Llegado ese momento, Kurz se echaría en brazos de la ultraderecha y volveríamos a tener Ministras de Sanidad que defendiesen la libertad de los ciudadanos para ensuciarse los pulmones a base de tabacazo.

De hecho, durante este mes y medio de negociación, la ultraderecha se ha ofrecido múltiples veces a formar Gobierno con Kurz, al objeto de que desoyese los cantos de sirena de unos Verdes a los que poco menos que pintaban como bolcheviques furibundos (en el amor y en la guerra todo vale, ya se sabe).

Ayer se ha sabido que, si todo va bien, no va a ser así, y la canciller Cervecilla puede estar contenta porque va a empezar el año pudiéndose tomar unas merecidas vacaciones después de haber dirigido los destinos del país durante algunos meses.

Según parece, el acuerdo de Gobierno entre los Verdes y los Conservadores estaría ya listo para que lo aprueben las bases de los Verdes, 270 delegados que tienen la última palabra. Después, se presentará a los medios, junto con la lista de ministros y ministras y, por último, se producirá la investidura, acto para el cual se baraja la fecha del 7 de Enero.

Por suerte, el anuncio se hizo ayer. Si no, Kurz hubiera podido escudarse en que todo se había tratado de una inocentada.


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