Ista ista ista (Burgenland es socialista)

A pesar de ciertas dificultades técnicas, Hans Peter Doskozil ha ganado por goleada. Aunque en la jornada de ayer hubo otras cosas de interés, claro.

27 de Enero.- Yo que Hans Peter Doskozil estaría bastante mosqueado. Resulta que va, gana las elecciones de Burgenland por mayoría absoluta (estando, además, bastante disminuido en un factor que es muy importante para un político, como es la voz) y, al día siguiente, de lo que todo el mundo habla no es de él, sino del espectáculo (bochornoso) que está dando (para variar) la ultraderecha (y que luego contaremos).

Pero bueno, lo primero, lo más importante: efectivamente, el bueno de Doskozil consguió ayer ser el político más exitoso de su partido, el SPÖ. No solo ganó las elecciones en Burgenland, sino que lo hizo por mayoría absoluta, en un país, por otra parte, en el que las mayorías hace tiempo que dejaron de ser parte del paisaje europeo más usual.

Las dos consecuencias fundamentales de esta victoria son, primero, que Doskozil podrá gobernar la región que forma el extremo este de Austria sin ayuda de otros socios (chau pescau, FPÖ) y por otro lado que Pamela Rendi-Wagner (la jefa nominal de Doskozil) debería empezar a pensar que se le está terminando el tiempo. Y que se le está terminando muy deprisa.

A pesar de hablar (el pobre) como Vito Corleone a ratos incluso como Ariel cuando empeñó sus cuerdas vocales en casa de la bruja Úrsula para conseguir un revolcón con el príncipe, a Doskozil le ha funcionado perfectamente la receta que ya habíamos apuntado aquí en otro post. O sea, ese ten con ten entre la progresía y esa cara de « no me venga usted con tonterías » que se le supone a la gente que está a su juego. Doskozil no se ha enfangado en una sola polémica estéril y, cuando el nuevo Ministro del Interior hizo el otro día amago de intentar meterle un gol diciendo que el nuevo Gobierno iba a poner centros para demandates de asilo y refugio cerca de las fronteras (o sea, en Burgenland) lo primero que Doskozil hizo fue llamar a un cámara de televisión y declarar que era la mayor gilipuertez que había escuchado en mucho tiempo y que en su Burgenland, no. Una cosa como Belén Esteban –por mi hija ma-to- pero en plan seriote.

Ayer se le veía triunfal, y no era para menos, porque, como sucedia en el Partido Popular preKurz, en la casa socialista hace mucho que las malas noticias se han convertido en una mala costumbre y empezaba a cundir la desmoralización (por no hablar, naturalmente, de que después del verano empieza la batalla por la joya de la corona roja, o sea la capital).

Naturalmente, el perdedor de esta historia ha sido el FPÖ. El hasta ahora colega de gobierno de Doskozil ha sufrido una derrota bastante amarga no solo en Burgenland, sino también en las otras elecciones que se celebraban ayer (las municipales de Baja Austria). Una derrota, esta de Burgenland que, para más recochineo, ha sido especialmente grave en Pinkafeld, patria chica del jefe de la ultraderecha, Norbert Hofer.

Strache, ese Lázaro de la política (levántate y twitea) no se ha cortado ni el pelo de un calvo, y ha empezado a cachondearse de los que, hasta antes de ayer por la tarde, eran sus amigos del alma (del amor al odio, ya se sabe). La burla ha sido especialmente cruel, porque daba en donde más dolía, o sea, en el « se os están acabando las excusas » o sea « ya no podéis decir que la causa del desastre soy yo porque yo ya no estoy ». Después ha acusado a Hofer, a Kickl y a tutti quanti de estar destrozando lo que él, Strache, había construido durante tantas décadas de esfuerzo.

Para disfrute del respetable (media Austria está haciendo ya palomitas), Hofer tampoco se ha cortado. Su respuesta en Twitter ha sido mucho más corta, pero no menos malvada. Bajo el epígrafe de muchísimas gracias ha publicado un fotograma del famoso video de Ibiza. Una imagen que muestra a Strache gordo, tripón, desastrado. Sin duda la imagen menos favorecedora. Virada al rojo. El color del enemigo.

Más que probablemente, Hofer se da cuenta de que, más allá de la agria disputa personal, y del divorcio, al FPÖ se le ha roto el cable que posibilitaba la comunicación entre el corazón del partido, poblado de gente com Kickl o como él mismo, ni especialmente atractiva ni especialmente simpática, y el público en general. Y ese cable, aunque gordo, hinchado, errático y convencido de su propia importancia, se llamaba (y se llama) Strache.


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