Espérame en Cracovia, vida mía (4)

CAPÍTULO 4

SCHINDLER SIGUE HACIENDO SU LISTA Y POLANSKI NO SE DECIDE A HACER SU PELÍCULA

Hoy en día, ochenta años después de la fábrica original de Schindler sólo queda la puerta. Después de la guerra, los comunistas los cuales, lógicamente, pasaban mucho de Schindler y lo veían como a un capitalista corrupto, nacionalizaron la fábrica y la reutilizaron para otras cosas. Posteriormente, cuando el Estado polaco se dio cuenta de que el turismo era un gran invento, compró el área que había ocupado la fábrica, transformó los edificios de la antigua Deutsche Emailwaren Fabrik en un museo que conmemora (entre otras cosas) la gesta salvadora de Schindler y en el resto del recinto levantó el anémico Museo de Arte Contemporáneo de Cracovia, el cual se ve en dos patadas (y media).

Arte Contemporaneo-10

El guía dejó el cochecito eléctrico aparcado delante de la puerta de la fábrica y nos abrió paso entre una manada de adolescentes con acné (Polonia debe de ser un gran mercado para Clearasil). Dentro, nos consiguió las entradas, nos las entregó y nos citó una hora y media más tarde, tras anunciarnos que nos recogería un colega suyo (también un pieza, como Schindler, pero no adelantemos acontecimientos).

Mientras paseaba por entre los cachivaches, algo baqueteados por hordas de adolescentes que nos habían precedido, medio por pensar en la opinión que hubieran tenido tanto Schindler como sus infortunados trabajadores si hubieran podido mirar por un agujerito y ver en qué iban a convertirse aquellos espacios que debieron de ser antiguamente inhóspitas naves industriales.

La exposición empieza en una habitación que figura ser la sala de espera del estudio de un fotógrafo (nota off topic: por cierto, hoy en día, hay aún en Cracovia un gran número de estudios fotográficos, lo cual no deja de ser admirable en estos tiempos de hegemonía del selfi). Sigamos: es el último día de las vacaciones del verano de 1939. Soplan vientos de guerra (los mismos vientos o parecidos han dejado España hecha un solar hace poco). El Gobierno polaco, viendo la que se avecina, no ve otra solución que decretar movilización general.

Fabrica Schindler-1-2

De poco les sirve, a los pobres. Hitler y Stalin se reparten Polonia en un par de semanas y en la parte que le toca al Reich, y en la que también está Cracovia, empieza el reinado del terror.

Estos lamentables acontecimientos están simbolizados en la exposición por la presencia de un tanque y por una fila de banderas nazis que, como cortinas, tapan la siguiente sala de la exposición, dedicada a contar el calvario que empezaron a sufrir los judíos nada más empezar los del Reich a hacer de las suyas.

Yo llego a la habitación del tanque compungido, pensando en lo que debió de ser aquello y sorprendo in fraganti a dos „adolescentas“ de dieciséis o diecisiete años haciéndose fotos en el tanque („venga tía, tú, no, tú, y luego yo“).

Por suerte, conservan un poco de vergüenza (tampoco mucha) y, cuando me ven aparecer se recomponen y dejan de hacerse fotos en el carro blindado (un sitio, se mire por donde se mire, bastante raro para ponerse sexi). A los pocos minutos, de reojo, las observo haciéndose fotos con las esvásticas en plan Kardashian (o sea, sacando el culillo y poniendo morritos). La verdad, dudo si llamarles la atención, pero al final desisto. Sospecho que, lo mismo que no sirvieron de nada las advertencias con sus abuelas, las cuales probablemente encontraban sumamente atractivos a los soldados alemanes, tampoco serviría de nada con ellas. Es lo que tiene la idiotez, que atraviesa las generaciones.

Esvásticas

No sé si para bien o para mal la exposición, de puro didáctica, consigue que el horror se quede encapsulado en lugares muy aislados y siempre en relación con situaciones que, por contraste, resultan insoportables. En una vitrina hay un álbum de fotos que solo pudo pertenecer a un soldado austriaco (el propietario tuvo el detalle de pegar una pilosa flor de Edelweiss entre las hojas).

album soldados nazis

Miro las imágenes. Un soldado con los brazos en jarras posa junto a los restos de un caballo despanzurrado por una bomba, con la misma cara de fastidio que si, estando en Innsbruck o en Graz, hubiera tenido un pinchazo con la bici.

Una cosa como „Joé, vaya papeleta, y ahora ¿Cómo llego yo a tiempo para tomar Kaffe und Kuchen con mi tía Liselotte?“.

En otra foto, un tipo despechugado, las tetillas fofas, las patas abiertas, conversa con otro con la guerrera del uniforme desabrochada.

Uno se imagina un diálogo perverso, del tipo:

-Joder Hans, cuándo trabajo da esto de la solución final. Pásame el porrón del Spritzer anda, salao.

En una vitrina, una pitillera hecha de piel humana comparte espacio, de forma algo incongruente, con algunos objetos religiosos como un rosario fabricado con miga de pan y otro de cordeles. El tributo a la incansable resistencia polaca contra el invasor (uno sospecha de todas fromas que los alemanes masacraron a los polacos y que muchos polacos, aprovechando el río revuelto, aprovecharon también para cobrarse algunas deudas seculares que tenían con los hebreos y con otros compatriotas).

Estando en Cracovia no podía faltar un pesapcio para Karol Wojtila, el que fue más tarde papa con el nombre artístico de Juan Pablo II.

A principios de los cuarenta estaba la cabra muy ajena de que Wojtila se calzaría algún día las sandalias del pescador.

Se nos dice que, in illo tempore, era Wojtila un joven alto y guapetón que hacía sus pinitos en el teatro amateur. La nota explicativa del museo, sin embargo, trasmina la admiración que siempre produce lo sobrenatural y, si bien se nos informa de que el futuro papa se llevaba a las muchachas de calle, también se nos dice que ya daba muestras de la predilección con la que, más tarde, le distinguió el Espíritu Santo.

Durante la dominación nazi los asuntos religiosos los llevaba un obispo sin duda también muy competente pero que no debía de tener ni la mitad de chispa que Wojtila, porque no ha llegado a santo (que se sepa). Y ya es difícil, porque fue el papa polaco el que, considerando que el procedimiento tradicional era un engorro, lo simplificó cepillándose los requisitos más laborioso, de manera que desde entonces la grey cristiana ha visto con asombro cómo el santoral se poblaba todos los años de varios cientos de caras nuevas.

La última parte de la visita versa sobre el gheto de Cracovia. La guía nos explica la historia de uno de los supervivientes más famosos, el cineasta Roman Polanski, el cual escapó de la muerte por un agujero en los muros del gheto, por el cual le coló su padre. La guía explica que al director, famoso fuera de polonia, además de por sus películas, por su predilección por las muchachas apenas púberes, le ofrecieron medios para que hiciera una película sobre su experiencia en el gheto, pero que rechazó la oportunidad porque el tema le parecía „demasiado personal“.

Enigmática, sin embargo, se hace eco de unos rumores sin confirmar, de acuerdo a los cuales Polanski estaría pensando volver a su patria para filmar una película sobre su experiencia.

Niño judío ortodoxo


Publicado

en

por

Etiquetas:

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.