Este fin de semana hubiera sido la Donauinselfest. Este año no va a poder ser, pero los archivos de Viena Directo están llenos de hermosas imágenes, para compensar.
3 de Julio.- Este fin de semana hubiera sido la Donauinselfest, o Fiesta de la Isla del Danubio, y probablemente, si este 2020 hubiera sido un año normal, yo estaría a estas horas delante del ordenador preparando un post con fotos. Pero este año no ha habido Donauinselfest -el evento al aire libre gratuito más grande de Europa- y, la verdad es que me invade la nostalgia.
Desde que la pisé por primera vez, la Donauinselfest y yo hemos tenido un amor apasionado. He estado en ella con todas mis cámaras. Con mi pequeña Ixus (una camarilla digital que hacía fotos peores que las que hace mi móvil hoy), con mi Canon, con mis Nikon y todos los años, esos tres días (siempre que no lloviera) me sabían a poco, a poquísimo. Porque la Donauinselfest es lo que uno sueña para más allá de su muerte. Un eterno verano de gente heterogénea, entre la perfección de los cuerpos gloriosos y ese ambiente de feria que no se acaba nunca y que a uno le lleva a la infancia, cuando unos churros ensartados en un junquillo verde o una berenjena de Almagro le hacían a uno feliz.
Y todos los años esa sensación de ser invisible a la que todos los fotógrafos somos adictos. Esa sensación de que el mundo se desarrolla delante de uno como un espectáculo hermoso y sugerente en el que uno aprende que, el que más y el que menos, no tiene ninguna razón para tener complejos.
Este post es un bucear en mis archivos de tantos años. Veinte fotos que apenas pueden ser un pálido reflejo de toda la felicidad que tuve haciéndolas. Espero que mis lectores también las disfruten como yo.
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