Contagiarse de coronavirus: más fácil en el campo que en la ciudad

Los confinamientos tienen poca o ninguna influencia en agravar  la caída de la economía – las relaciones entre Tirol y Alemania se complican por momentos – contagiarse de coronavirus: más fácil en el campo que en la ciudad

13 de Febrero.- Uno de los argumentos de los que piensan que las muertes de personas son un precio aceptable a pagar por un supuesto salvamento de la economía es que los confinamientos traen, automáticamente, la ruina y que aquellos países que no han aplicado medidas estrictas para evitar la expansión del coronavirus están en una situación económica mejor que aquellos que sí las han aplicado.

Lamentablemente para ellos y lamentablemente para todos, parece que no es verdad.

Según informa el periódico austriaco Kurier, el Ifo Institut de Munich ha publicado un estudio en el que ha comparado las situaciones económicas de países que han aplicado medidas estrictas de confinamiento (por ejemplo Dinamarca) y países cuya estrategia ha sido „que se muera gente, mientras podamos tener abiertos los sex shops“ (los Estados Unidos o, el caso más famoso en Europa y supuesto paraíso negacionista, Suecia).

El estudio aquí

Mientras en Suecia la economía cayó un ocho por ciento en dosmil veinte los daneses salieron algo mejor parados y „solo“ (!Solo!) sufrieron una caida del siete por ciento, según Eurostat.

Los economistas del Ifo se explican la cuestión apelando a diferentes factores: el primero, la inseguridad. En tiempos de pandemia, la incertidumbre hace que las empresas se retraigan de invertir o de contratar a nuevas personas; también los consumidores se retraen de gastar, lo cual incluye hacer uso de la oferta de ocio (restaurantes, etc) incluso cuando la ley permita hacerlo.

Por otro lado, los países que evitan los confinamientos pagan las consecuencias de la pandemia más tarde, pero con la misma seguridad (en Suecia, ha sido así). El aumento descontrolado de los casos obliga más tarde o más temprano a tomar medidas.

Asimismo no hay que descartar la ruptura abrupta que supuso la pandemia en las cadenas de abastecimiento, por interrupción del tráfico aéreo y marítimo.

En Austria, la Cámara de Comercio calcula que cada semana de confinamiento „nos cuesta“ entre mil millones y mil setecientos millones de Euros. En Alemania, varían las opiniones (estos cáclulos suelen ser un poco a ojo de buen cubero). Nuestros vecinos del norte calculan que cada semana de confinamiento les cuesta entre 1500 millones de euros y 5 millones (uno supone que depende de qué piense el economista de turno de la importancia de que estén abiertos los sex shops).

Otros institutos alemanes, como el DIW de Berlín ven las conclusiones del Ifo con cautela pero en lo que sí que coinciden es en una cosa: hasta que la vacuna no devuelva seguridad y confianza tanto a los inversores como a los consumidores, no empezara la recuperación económica.

LAS RELACIONES ENTRE ALEMANIA Y TIROL SE COMPLICAN POR MOMENTOS

Alemania. Ese gran país.

La relación de los austriacos con Alemania es, por lo menos desde 1918, un poquito complicada. Por un lado, los austriacos saben que son muy parecidos a los alemanes (el hecho de que Baviera, por ejemplo, se haya quedado del otro lado de la frontera es una circunstancia que científicos de todo el mundo estudian todavía) por otro lado, se quieren distinguir.

En muchos aspectos, los austriacos son como este tipo bajito pero con más moral que el alcoyano que saca todo el rato pecho y le entra por sistema a las chicas más vistosas de la discoteca, no sé si me explico.

De cuando en cuando, hay roces entre los dos países esos roces hacen que los complejines terminen saltando.

Así está siendo en estos momentos debido al coronavirus.

Como saben los lectores de Viena Directo, la relación de Tirol con el resto de Centroeuropa se ha ido complicando con el paso de los días. Primero, el Gobierno de Viena promulgó una advertencia de viaje (no vayan ustedes a Tirol que pueden tener un disgusto); después, ese confinamiento que entró en vigor ayer (como decían en Indiana Jones y la Última Cruzada: „solo el penitente pasará“; o sea, solo aquel que tenga un test negativo) y, por si esto fuera poco, el orgullo tirolés ha sufrido hoy otro golpe: el Estado de Baviera ha anunciado que a partir del lunes, y con muy pocas excepciones, cerrará la frontera con Tirol a piedra y lodo.

Con muy poquito tacto para el gusto de los Tiroleses, el Presidente de Baviera, Sr. Söder, ha justificado el cierre de fronteras aludiendo a la explosión de la pandemia en Centroeuropa en marzo pasado, en la ciudad de Ischgl, como ya saben mis lectores.

-Once and no more, Saint Thomas.

O sea: „Una vez y nada más, Santo Tomás“ ha venido a decir.

El Presidente de Tirol, al escuchar esto, estaba que fumaba en pipa, naturalmente. La Comisión Europea ha entrado a intentar limar asperezas y en estos momentos se negocia a un ritmo frenético para que Alemania abra un poco la mano.

Conforme pasan las horas también la relación entre Tirol y sus vecinos italianos se complica.

Las autoridades italianas, también por miedo a la expansión descontrolada de la variante sudafricana del coronavirus, han anunciado que los viajeros que vengan desde Austria tendrán que hacerse un test y guardar cuarentena. Ya la semana pasada Irlanda incluyó a Austria en una „lista roja“ debido a las variantes británica y sudafricana.

Por cierto: entre nuestros conciudadanos de menos poder neuronal ha causado también cierto escándalo que Austria hubiera dado una advertencia de viaje a sus ciudadanos relacionada con una región determinada (Tirol, en este caso). En Italia, en estos momentos y hasta por lo menos el veinticinco de febrero, están en vigor diferentes advertencias y de viaje regionales.

CONTAGIARSE EN EL CAMPO MÁS FÁCIL QUE EN LA CIUDAD

Terminamos hoy con otro estudio, esta vez de la Facultad de Medicina de la Universidad de Viena.

Este trabajo, encargado por el Land de Alta Austria, ha estudiado los factores que, en distintas fases, han llevado a una alta incidencia de casos de coronvirus en ese Land. Las conclusiones han contradicho lo que la intuición podría haber supuesto.

Por ejemplo: en el medio rural es mucho más fácil infectarse de coronavirus que en la ciudad y, dentro de las ciudades, la incidencia del virus malandrín era notoriamente más baja en aquellas zonas con más predominio de ciudadanos extranjeros.

Los expertos en salud pública piensan que esto puede deberse a que en el medio rural se ve el coronavirus como un problema de las ciudades y a que la gente sigue visitándose como si no pasara nada. En los ambientes urbanos, en cambio, actúa más la presión de grupo. Todos hemos tenido ocasión de observar las reacciones de desagrado si uno lleva la mascarilla por debajo de la nariz o mal puesta.

Los investigadores han podido constatar también que la incidencia entre los extranjeros era notablemente más baja que entre los nacionales aunque, para explicar este hecho, no tienen una respuesta concluyente.

Sí que han encontrado indicios de que el nivel educativo tuvo una influencia en las posibilidades de contagiarse, aunque no decisiva (a mayor nivel educativo, menos posibilidades de contagio). Por último, en aquellos distritos en los que viven más personas mayores de sesenta y cinco años se ha notado un cierto descenso de los contagios, quizá, según los autores del estudio, porque las personas mayores seguían más las normas de seguridad.

Las conclusiones de este y otros estudios parecidos se pueden utilizar para invertir los recursos con más eficacia, priorizando a algunos grupos sobre otros.


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