Argumentarios viejunos

A veces, basta estar un par de semanas sin oir algo para darse cuenta de que, de pronto, se ha quedado viejísimo. Cómo identificar la información falsa de oido.

26 de Julio.- Mientras estaba pensando en lo que escribiría en este artículo, he caido en cómo van sucediéndose los temas que nos interesan. Echarse un poco al lado y verlos pasar constituye un ejercicio muy aleccionador.

Por ejemplo se puede ver en qué consiste en cada momento la rebeldía. En otras palabras: qué es lo que provoca en cada momento que se canalice esa agresividad que sienten algunas personas al no ser capaces de comprender los cambios que, de un año y medio a esta parte, se han producido en nuestra realidad.

Pero también se puede observar cómo los negacionistas y los no-es-para-tantistas son, en su mayor parte, repetidores de información que recogen en otros sitios y que la repiten en forma de eslóganes, como esos niños que se recrean en sus propias ocurrencias.

Si uno escucha con atención, uno puede ver que estas personas se expresan mediante fragmentos de texto que, apenas transformados, van pasando desde sus fuentes originales, situadas en tétricos grupos de Telegram o en cuentas de Facebook que apenas tienen otros contenidos, hasta la conversación diaria.

Estos trozos de información son muy fáciles de detectar porque la mayoría de estas personas no somete las cosas que dice a cambios y el mismo argumento, casi palabra por palabra, se puede escuchar en boca de personas que no se conocen entre sí, porque para poder actuar sobre un discurso, para poder reformularlo, hay que entenderlo primero.

Hace unos meses, por ejemplo, la rebeldía consistía en no querer ponerse mascarillas. Recordarán los lectores de Viena Directo el poyo que armaron los diputados ultraderechistas del Parlamento austriaco a propósito del tema. Poyo que terminó con la desaparición del mapa político de Norbert Hofer.

Los negacionistas y los no-es-para-tantistas, así como todos aquellos que les seguían la corriente, abominaban de las mascarillas en general y de las FFP2 en particular.

Aún hoy, a veces se topa uno por Facebook con frases de los argumentarios negacionistas de entonces que hoy suenan antiquísimas, sobadísimas, como esos chistes sin gracia que uno ha escuchado millones de veces.

Por ejemplo, hoy una persona ha comentado un post mío diciendo que en los paquetes de las mascarillas FFP2 pone que „no protegen del coronavirus“ (naturalmente esto es una advertencia que se incluye por razones legales, pero no es verdad en el sentido en el que los negacionistas lo dicen).

Muy viejuno también es lo de llamar a las mascarillas „bozal“ y también muy viejunos son esos gifs en donde se nos tilda de ovejas a las personas que tenemos sentido común.

Una de las características de estas frases de argumentario, que estas personas repiten sin pensar, sin reparar en profundidad en lo que están diciendo es que, si no se oyen en unas semanas, luego, cuando se vuelven a oir, dan la impresión de ser antiquísimas. Se te deshacen en las manos como esos eslóganes de publicidad que remiten a una época concreta.

Otro de los temas que envejecerá será el de las vacunas.

El día llegará en que escucharemos (o, más probablemente, leeremos) que alguien dice: „si las vacunas protegen tanto, no sé qué tienen que temer los vacunados de los que pedimos libertad para no vacunarnos“ y, de pronto, nos daremos perfectamente cuenta de que estamos delante de una persona que se ha quedado estancada, una persona que no da más de sí, como esa gente que sigue diciendo „punto pelota“ o „córcholis“ o „la c*gaste Burlancaster“.

Y para nosotros la prueba de la inteligencia de una persona será el darnos cuenta de que conoce cierto discurso, pero que lo ha superado.

Este fin de semana la jefa del comité de Bioética del Gobierno austriaco, una jurista llamada Druml, ha hablado a favor de la vacunación obligatoria para ciertos grupos profesionales.

Varias instancias de la sociedad austriaca se han pronunciado al respecto. Por ejemplo, el Ministro de Sanidad ha dicho que no está prevista una ley a nivel estatal para regular una hipotética obligatoriedad (también ha dicho que los Länder confederados tienen competencias para hacerlo, que es una manera de decir que no, pero que sí al mismo tiempo).

El Colegio de Médicos austriaco totalmente a favor, naturalmente.

La sorpresa sin embargo ha venido de un lugar muy poco esperable a priori: Manfred Haimbuchner, político ultraderechista, vicejefe del FPÖ en Baja Austria, se ha salido de la fila marcada por Kickl, el líder del partido absolutamente alineado con las tesis negacionistas, y ha dicho que, en su opinión, Truml tiene razón y que determinados grupos profesionales deberían tener la obligación de vacunarse por razones laborales.

En unos meses, seguiremos oyendo sus argumentos y probablemente se mantengan igual de frescos que hoy.


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