Mohib cuenta su historia

Ayer, la ciudad de Herat, en Afganistán, cayó en poder de los talibanes. Uno de sus habitantes, Mohib, vive en Viena y ha contado cómo llegó a Austria en los convulsos días de 2015.

12 de Agosto.- Conocí a Mohib hace un par de años, durante una sesión de fotos. Desde el principio tuve claro que me encontraba ante una persona de una calidad humana fuera de lo normal. Por edad, podría ser mi hijo, pero en él hay una combinación de determinación, inteligencia y sensibilidad muy por encima de una persona de su edad.

Después, nos hemos visto intermitentemente y he seguido de lejos sus progresos en Austria. Habla alemán mejor que yo (ya lo hablaba cuando nos vimos por vez primera), estudia guitarra con aplicación (es un intérprete muy hábil) y hace trabajos como modelo publicitario (por ejemplo, para la ÖBB o para Milka). Me gusta pensar que mis fotos le ayudaron y que contribuí un poco a compensar de alguna forma las duras pruebas a las que la vida le ha sometido desde tan joven.

Mohib en una imagen de una sesión de fotos que hizo conmigo

Por lo que a mí respecta, si algún día me tuvieran que transplantar un órgano, no dudaría en confiárselo a Mohib. No conozco a nadie más decente, a persona más cumplidora ni más seria. Me consta, además, que no es el único de los de su nación que es así.

Mohib llegó a Austria huyendo de los talibán. En 2015, cuando cruzó la frontera entre Hungría y Austria después de un largo camino que pronto os contará él mismo, tenía diecisiete. Era eso que algunas personas llaman un MENA (un Menor No Acompañado), un acrónimo en principio administrativo que se ha convertido, en boca de algunos malvados en un insulto que duele como un salivazo y en una manera de deshumanizar a gente, como Mohib, en su inmensa mayoría bondadosa e inofensiva. Hoy, Mohib, es una de las personas que hacen de Austria un lugar mejor.

El artículo que váis a leer a continuación es la traducción de texto que se publicó en la revista Biber. Es el propio Mohib el que os contará su historia. Conociéndole, sabiendo lo buena persona que es, tengo que reconocer que, traduciéndolo, me ha conmovido mucho. No es normal que vivamos en un mundo en el que personas como Mohib se vean abocados a la heroicidad.

Pero ahora, dejo de hablar yo y os dejo con él.

Podéis encontrar la versión en alemán de este texto aquí.

MOHIB CUENTA LA HISTORIA DE SU HUIDA

Miro al cielo azul a través de las rejas. Qué pasaría, si yo estuviera en uno de esos aviones ? En vez de eso, estoy hacinado en una celda con unos sesenta migrantes de Afganistán, Irán e Irak. En el techo hay moho, los ratones y las ratas me corren entre los pies. El hedor que producen tantas personas en un espacio tan reducido no se puede describir. El infierno debe de oler así.

Me encuentro en una prisión en la frontera entre Irán y turquía. Llevo cuatro meses huyendo. Cuando los talibanes llegaron una vez más a las puertas de mi ciudad de origen, Herat, mi padre nos ordenó a mí y a mis tres hermanos hacer el equipaje y huir inmediatamente. No fue una elección. Desde que tengo uso de razón, quería abandonar Afganistán. A pesar de que fui allí a la escuela once años y, con quince, con ayuda de mi padre, dirigía mi propia farmacia.

Seguramente pensáis, cómo puede alguien de quince años permitirse tener una farmacia ? En Afganistán se puede, siempre que sobornes a las personas adecuadas.

No quería que me despertasen nunca más las explosiones de las granadas de mano a las cuatro de la mañana. O ver llorar a mi hermano por su mejor amigo, que había sido fusilado por los talibán por haber hecho de intérprete para los americanos. Quería y debía irme, mejor hoy que mañana.

Caida en el agujero

Fui en un autobús hasta Sarandsch, en la provincia de Nimrus, y después hasta Irán. Allí me esperaba el pasador. Mi padre se había puesto en contacto con él hacía un par de semanas. Se suponía que me tenía que llevar hasta la frontera entre Irán y Turquía. Me encontré con él en Teherán y desde allí, viajé en un camión junto con otros sesenta fugitivos en dirección al noroeste.

Hacinados, sin agua ni comida, nos detuvo la policía iraní.

-Qué hay en el camión ? – preguntó el policía.

Son sesenta vacas, las llevo al campo – respondió el pasador.

Si había sobornado al policía o este nos dejó seguir viaje por pura pereza, no puedo decirlo. Alrededor de veinte horas más tarde llegamos a Urmai, casi en la frontera.

Después, seguimos viaje a pie en dirección a Turquía. Tuvimos que escalar una montaña, de alrededor de 2000 metros de altura. En el mapa pone que la cumbre está a cuatromil metros. No importa. El caso es que estaba oscuro, hacía frío, había nevado. Nos movíamos juntos con el pasador de fronteras, equipados solo con linternas. Y entonces nos detuvo la policía de fronteras turca. Los policías me golpearon con un garrote porque pensaban que yo era el pasador. Los otros fugitivos y yo estuvimos dos meses presos. Al final, el pasador compró mi libertad. Era una persona amable, el pasador. Me llevó con su familia y me dieron una comida caliente.

Después de un viaje en autobús de veinticuatro horas hasta Estambul, que hubiera podido ser más largo, cogí un autobús en la estación de autobuses de Estambul en dirección a Izmir. Es una ciudad que está en la costa y allí mi guía había organizado una patera. La travesía hasta Grecia duró alrededor de tres horas. En un bote endeble con otros 65 fugitivos pense en mis padres y en si estarían bien. El agua del mar estaba salada, lo sé tan bien porque estaba sentado en la proa y saboreaba cada ola. Todavía hoy, cada vez que veo el agua del Donaukanal de noche, me acuerdo de mi huída.

Col bajo el puente

Por fin Grecia. Permanecimos allí dos días, hasta que nos recogieron los pasadores. No tenía ningún país como meta, quería irme a algún sitio donde estuviera seguro. Alemania, Suecia, de Austria supe por la trabajadora de una ONG en la frontera grecomacedonia. Medio en broma medio en serio, me dijo que en Austria había muchas mujeres bonitas. En Irán había conocido a dos hermanos afganos. Sus padres habían vivido en Austria, en Linz. Como estaba solo y me sentía solo, me ofrecieron huir hasta Austria y cuidar de mí. Yo tenía diecisiete, no podía diferenciar lo bueno de lo malo. No podia saber que, como yo tenia dinero y sabía idiomas (inglés, pashtún, urdu, persa) su plan era utilizarme. También eso son gajes de la huída.

En Macedonia, dormíamos debajo de un puente (los dos hermanos afganos, dos amigos míos que viven en Alemania y dos kurdos iraníes). Allí, esperamos al pasador. El hambre nos llevó a robar verduras y coles de unos campos vecinos y comérnoslas crudas, hasta que se nos presentó una serpiente parecida a una cobra, dimos un respingo tan fuerte que nos dimos coscorrones y corrimos a acurrucarnos bajo el puente. Cuando pienso en estas cosas, me tengo que reir. Pero también me dan ganas de llorar. No me puedo decidir.

En Serbia la policía nos trató bien, lo que no se puede decir de sus colegas húngaros. Tras una larga marcha a pie, un pasador nos recogió en un parque grande en Budapest. Nos dejó en la frontera austro-húngara, por miedo a que le cogiese la policia austriaca de frontera. Por la noche, se perdió por un pequeño trozo de bosque y nosotros seguimos viaje hasta Viena.

Por fin, Austria. Me acuerdo muy bien, que llegamos al primer distrito a las cuatro de la mañana. Teníamos sed, hambre, estábamos agotados pero también felices. Estaba sentado en un gran árbol en Stubentor cuando llamé a mis padres para decirles que, después de cinco meses y miles de kilómetros, había llegado a Austria.

Austria, el sitio en donde mi profesor de guitarra se ríe de mi origen afgano.

NOTAS A LA TRADUCCIÓN:

*Mohib utiliza Schlepper para describir a la persona que ayuda a pasar a los migrantes  la frontera a cambio de dinero. Yo, por consejo utilísimo de mi amiga Maite Sorolla lo he traducido por “pasador”, que es el término que recomiendan las instituciones europeas.

**A veces el castellano no cuenta con matices para decir algunas cosas que Mohib dice en alemán. Por ejemplo para distinguir Einsam y Allein. O para expresar con la misma claridad y matices lo que quiere decir el verbo ausnutzen. He tratado de utilizar los términos más corrientes en nuestro idioma respetando el sentido.


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Comentarios

Una respuesta a «Mohib cuenta su historia»

  1. Avatar de Gustavo Solano
    Gustavo Solano

    Buen artículo
    Esa vida de refugiado es muy dura
    Pero a este guapo se ve que le está yendo bien
    Lo cual me alegra
    Abrazos

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