La casilla de salida

El Gobierno austriaco, lo mismo que el resto de los Gobiernos europeos, se enfrenta en este otoño a un dilema. En Alemania y en Italia ya hablan de confinamiento y de vacunación obligatoria.

29 de Agosto.- Después de pasar casi quince días en España, ayer volví a Austria.

El contraste es grande, y no solo por las temperaturas. En Madrid, todavía es verano, pero Austria se prepara (también meteorológicamente) para que los niños vuelvan al colegio.

El día 3 de octubre, a las siete de la tarde, al filo de que este blog cumpla los 16 años de existencia, volverá también La Tarde en Directo, ese espacio en el que los lectores y yo nos encontramos para charlar semanalmente de lo que sucede en Austria. El programa volverá conservando la fórmula original de información sobre todo lo que hay que saber sobre la actualidad austriaca pero también con algunas sorpresas que iré anunciando a lo largo del mes entrante.

Por lo demás, en Austria siguen subiendo los nuevos contagios de coronavirus.

De ayer a hoy, ha habido algo más de mil cuatrocientos. También han subido las hospitalizaciones. La inmensa mayoría, como es natural, son personas que, por lo que sea, no se han vacunado.

El gran reto del Gobierno austriaco y, en general, de los Gobiernos occidentales, para esta vuelta de las vacaciones va a ser, como es lógico, subir las tasas de vacunación. Idealmente hasta más del noventa por ciento de la población. Hasta que no haya un medicamento eficaz para tratar los casos más graves de la CoVid (y puede tardar algún tiempo) una vacuna que evite los cursos más graves de la enfermedad es la única manera de que nuestra vida se parezca un poco a la de antes de la pandemia.

En Austria, a paso de caracol, nos acercamos al sesenta por ciento de personas vacunadas. Es bastante pero aún es muy poco, poquísimo, para cantar victoria. Los expertos han dado ya la voz de alarma y destacadas personalidades del ámbito médico austriaco incluso ya están pronunciando, insistentemente, la palabra maldita: confinamiento. Las personas que quedan sin vacunar son perfectamente suficientes para, con mala suerte, colapsar el sistema sanitario.

La pregunta, sin embargo es ¿Qué confinamiento? En los países alrededor de Austria se barajan, por lo menos, dos posibilidades.

La primera sería la posibilidad alemana: un confinamiento selectivo solo para los no vacunados. Entraría en vigor en el caso de altas ocupaciones de las unidades de cuidados intensivos. Un modelo así plantea, naturalmente, muchas preguntas. Particularmente esta: ¿Cómo controlar que los no vacunados se queden disciplinadamente en su casa? En Austria, a día de hoy, esto supondría controlar a un porcentaje de la población que, si bien es minoritario, está compuesto de, por lo menos, tres millones de personas.

El Gobierno austriaco está barajando la posibilidad de permitir el acceso a la hostelería solo a los vacunados (la famosa regla 1G) proyecto que ya ha provocado las protestas de los curados (que también están protegidos contra la enfermedad)

La segunda posibilidad sería la que se maneja en Italia: establecer la vacunación obligatoria. Posibilidad que, por cierto, contempla la legislación austriaca desde la ley de 1918 y que, a nivel jurídico, por lo tanto, no sería ningún problema. El ejecutivo de Roma tiene planeada esta medida de último recurso -la ha anunciado ya- para el caso de que la vacunación quede por debajo del ochenta por ciento de la población. El Gobierno del Quirinal está empeñado en una tasa de vacunación del 95% (contando con que, a principios del año que viene, empezarán a autorizarse las vacunas para los niños).

¿El Gobierno austriaco impondría la vacunación obligatoria? Si lo hiciera, lo haría muy a regañadientes.

En primer lugar, porque hacerlo, a pesar de ser una medida completamente justificable desde el punto de vista médico, supondría una seria erosión para la credibilidad del Gobierno Kurz, el cual lleva desde últimos del año pasado diciendo que en Austria la vacunación sería siempre una decisión personal. Por otro lado porque imponer la vacunación obligatoria sería el regalo que todos los antivacunas están esperando. Y eso es algo que no quiere nadie.

Los antivacunas radicales son, a pesar del ruido que forman, un grupo absolutamente marginal pero que se ha posicionado muy hábilmente adoptando el papel de las víctimas de una supuesta conspiración. Naturalmente, el „movimiento“ como todos los movimientos radicales (y marginales) pide mártires. El Gobierno teme (y teme con razón) que si impone la vacunación obligatoria, en el momento en el que salga en el Zeit im Bild la primera persona que sufra las consecuencias de no vacunarse (consecuencias laborales, por ejemplo) los antivacunas encuentren adeptos que hasta ese momento no tenían.

A fecha de hoy esta es la casilla de salida. Como siempre, en Viena Directo, iremos informando de lo que suceda.


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