Judíos austriacos que no te puedes perder

Hoy es el día europeo de la cultura judía y, como todo no va a ser coronavirus, vamos a recordar la contribución de los miembros (y las miembras) del pueblo elegido que han hecho de Austria y del mundo un lugar mucho mejor. Bien por ellos.

6 de Septiembre.- Hoy es el día europeo de la cultura judía. Así pues, y porque todo no va a ser coronavirus, me gustaría aprovechar para recordar la inmensa contribución de los judíos para hacer de Europa un continente del que podemos sentirnos bien orgullosos. Y dentro de Europa, naturalmente, la contribución de los judíos para hacer de Austria el país genial del que disfrutamos actualmente ha sido decisiva.

La nómina de judíos y judías ilustres (e „ilustras“) que han vivido (y viven) en Austria es literalmente inabarcable y cualquier ser humano sensible no puede dejar de sentirse hermanado con estos incansables cultivadores de lo mejor de las artes y las ciencias. Entre los más famosos están Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis. Probablemente el fumador de puros más famoso de la historia, una figura sin la cual la cultura del siglo XX sería incomprensible. Sus obras fueron de capital importancia para el alumbramiento del surrealismo. Lorca, Dalí, Jean Cocteau, lo hubieran tenido más difícil sin él.

Judía asimismo era su hija, Anna, destacadísima psiquiatra infantil. En las ciencias, la hermosísima Hedy Lamarr, la cual fue considerada durante mucho tiempo la mujer más bella del mundo. Lamarr, que se llamaba de verdad Kiessler, también fue probablemente una de las mujeres más listas de su generación. A ella le debemos el haber inventado el algoritmo que, andando el tiempo, hizo posible la telefonía móvil.

En la literatura Stefan Zweig, autor del maravilloso „Mundo de Ayer“, un canto a una Europa que el autor, no se equivocaba, consideraba desaparecida para siempre.

Otro judío austriaco (en aquel momento), Franz Kafka, nos mostró las contradicciones del hombre moderno, a través de sus obras, también piedras angulares de la literatura europea y de la literatura en lengua alemana de todos los tiempos. Entre las obras maestras de este hombre circunspecto está „La metamorfosis“ o „El proceso“.

Otro judío célebre y del que podemos los celtíberos reclamar por lo menos una parte, fue Elías Canetti, descendiente de judíos sefardíes (de hecho, si no recuerdo mal, hablaba ladino, la versión del castellano que conservan aún aquellos con los que fuimos tan ingratos). El autor de la monumental „Masa y Poder“ o de „La lengua salvada“ es otro de los titanes intelectuales de esta lista.

Algo olvidada, también destacó en su época la vienesa Vicki Baum, de inmensa popularidad en el periodo de entreguerras. Vicki Baum, que se llamaba Hedwig, por cierto, escribió Gran Hotel, que la Metro adaptó poblándola de estrellas, entre ellas la (gentil) Greta Garbo.

Otro judío, Felix Salten, nos dio a Bambi y también las aventuras de Josephine Mutzembacher, librico con el que miles de adolescentes descubrieron las ventajas del lavado a mano cuando, por lo que sea, no se puede lavar a máquina.

En la música, destaca el sublime Gustav Mahler (un hombre que todo lo que tenía de buen músico lo tenía de gafe, las cosas como son). Naturalmente, no solo él. También Arnold Schönberg, astro fulgurante de la vanguardia.

Pero no solo de música extrema vive el hombre. También en la opereta destacaron los hebreos: Emmerich Kalman nos regaló su Gräfin Maritza y su Csardasfürstin, ante las cuales los melómanos a los que nos gusta tararear no tenemos más remedio que derretirnos de gusto. Incluso Richard Strauss, el autor ilustre de El Caballero de la Rosa (*), tuvo ancestros judíos, cosa que los nacionalsocialistas, naturalmente, trataron de esconder.

Y si aún nos aflojamos más el nudo de la corbata llegaremos al cabaret.

A principios del siglo pasado floreció una generación única de judíos y judías graciosísimos, que hicieron del cabaré su casa. El inmenso y amabilísimo Karl Farkas, el genial Hugo Wiener con su desternillante mujer, Cissy Kraner, deliciosamente ordinaria (aquí, en su foto de boda)

El seminario de Max Reinhardt fue una cantera de estrellas de producción incesante. Bajo la atenta dirección del maestro Reinhardt se formaron Peter Alexander, Romy Schneider o Senta Berger (ninguno de los tres, por cierto, judíos).

Y hablando de actores, de humor y de judíos no podemos dejar pasar la oportunidad de nombrar al judío más inteligente de esta lista de judíos inteligentes: el inmenso, el único, el inconmensurable Billy Wilder. No está solo en la nómina de directores judíos ilustres. En su tarea de hacer de Hollywood la meca del entretenimiento estuvo escoltado, entre otros, por Fred Zinnemann y Otto Preminger.

Por último, no se puede evitar dar una pincelada de los judíos que ayudaron a que el mundo fuera un lugar mejor por vía de la ciencia, como por ejemplo Lise Meitner o Wolfgang Pauli, terror de bachilleres de todas las épocas.

La lista, como decía más arriba, es interminable y no pretende ser exhaustiva. Como ser humano, uno no puede por más que sentirse felicísimo de que todas las personas que anteceden hayan existido y hayan sido tan generosas con el resto de la Humanidad.

(Por cierto, en Viena hay un estupendo –manque chiquitillo- museo judío, el Jüdisches Museum, que organiza periódicamente unas exposiciones interesantísimas).

(*) En una versión anterior de este artículo, se confundía a RICHARD Strauss con JOHANN Strauss. Se ha subsanado


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