En Caransebes, el ejército austriaco la lió parda

18 de Septiembre de 1787: el día en que el ejército austriaco luchó contra sí mismo y, además, perdió.

Para Daniel Utrilla, que me puso en la pista de Caransebes.

18 de Septiembre.- El siglo XVIII fue, como este en el que estamos, una época de grandes cambios en la historia europea. A lo largo de esa centuria, la libre circulación de las ideas a causa del aumento imparable de la gente que sabía leer, como hoy sucede con la expansión imparable de internet, aumentó la presión ejercida sobre el statu quo de lo que llamamos el antiguo régimen, presión que culminó con la Revolución Francesa y la eclosión de sus ideales anticlericales, igualitarios e ilustrados (sin que eso quiera decir que la igualdad, la separación de la Iglesia y del Estado y la Ilustración no fueran impuestos al coste de un gran río de sangre en el chapotearon los franceses y que provocó los intentos de censura del resto de los estados europeos (inútiles, por lo demás, porque no hay quien calle al conocimiento).

Con este panorama, en la segunda mitad del siglo se produjo lo que podríamos llamar una invasión del mar de la fantasía en la tierra de la realidad, creándose una zona fronteriza, un terreno apto para sonámbulos, que aún sigue planteando enigmas a los investigadores.

En este terreno incierto se desarrolló la llamada Batalla de Caransebes.

De los 10.000 muertos que se produjeron en ella no se ha podido encontrar ningún rastro y los historiadores dudan todavía de que se produjera la prodigiosa tangana comico-sangrienta durante la cual el ejército austriaco luchó contra sí mismo. La historia es, sin embargo, tan absolutamente descacharrante, que merece la pena contarla.

Según las crónicas, que bien habría podido firmar Cide Hamete Benengeli, la batalla de Caransebes, real o fantástica, se produjo el 17 de Septiembre de 1788, cerca de esta pequeña ciudad que hoy pertenece a Rumanía y entonces a los estados habsbúrgicos.

Había estallado una guerra (la enésima) entre turcos y austriacos y el emperador José II envió a 100.000 soldados a Caransebes a luchar contra los otomanos. Hay que tener en cuenta que, en aquellos momentos, muy pocos soldados austriacos hablaban alemán (lo mismo que muy pocos soldados de los famosos tercios de Flandes hablaban español).

En fin: dice la historia que los primeros en llegar a Caransebes fueron un contingente de húsares, al objeto de hacer de avanzadilla y limpiar la zona de turcos. No encontraron ninguno, sin embargo, pero sí a una tribu de gitanos que vendían aguardiente. Así pues los húsares les compraron unos cuantos barriles y se pusieron a beber.

En esto llegó un contingente de infantería formado por soldados rumanos el cual le pidió a los húsares (por señas sería) que repartieran el alcohol. Los húsares, ya como una cuba, se negaron, y se formó una reyerta que terminó con un tiro al aire. Los rumanos creyeron que había sido un francotirador turco y empezaron a gritar ¡turci,turci! (o sea, “los turcos, los turcos”). Los húsares y la infantería, cagados de miedo, se dispersaron ante la impotencia de los oficiales, estos sí, austriacos, que empezaron a intentar pararles al grito deHalt! Halt!” (o sea, “alto, alto”). Fue peor el remedio que la enfermedad, porque los soldados escucharon Alá! Alá!” el grito de los turcos con lo cual el bochinche se hizo todavía más incontrolable.

En plena ceremonia de la confusión, otros regimientos, desde lejos, vieron a los soldados correr desordenadamente, y naturalmente, creyeron que los turcos les estaban atacando, así que los recién llegados ordenaron una carga, sable en mano, para detener a unos atacantes que no eran más reales que los gigantes contra los que luchaba Don Quijote.

La artillería, desde lejos, tampoco tuvo manera de informarse de lo que estaba pasando (hay que pensar que entonces la tropa no llevaba un uniforme que además fuera “uniforme” para todo un ejército, así que era mucho más probable el fuego amigo) en fin, la artillería disparó contra el centro del lío, pensando que atajaba un ataque turco.

Al final, todos los soldados, enloquecidos, empezaron a disparar contra todo lo que se movía y el propio emperador José II se las vio y se las deseó para salir con vida de aquel infierno.

Dos días después, cuenta Cide Hamete, llegaron los turcos y se encontraron los alrededores de Caransebes sembrados de cadáveres. Unos diez mil.

Probablemente, todo el incidente Caransebes se deba a una exageración. La primera referencia escrita data nada menos que de 55 años después de que se produjera la supuesta batalla y es muy probable que fuera propaganda antiaustriaca. No existen otras fuentes primarias y, al fin y al cabo, 10000 fiambres son 10000 fiambres, o sea que no se esconden así como así. Pero la historia mola, ¿A que sí?


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